Aeronáutica
El zepelín espía chino que vuela con paneles solares
El gigante asiático prueba durante 24 horas uno de estos aparatos, que siguen sin reaparecer en el mercado. Aun así, varios grupos de investigación afirman que volverán a estar en el aire el próximo lustro
El gigante asiático prueba durante 24 horas uno de estos aparatos, que siguen sin reaparecer en el mercado. Aun así, varios grupos de investigación afirman que volverán a estar en el aire el próximo lustro
Hace unos días China enseñaba al mundo su nuevo avión comercial, el C919; un aparato pensado para competir con los grandes de la aviación americana y europea, Boeing y Airbus. Sin embargo, pocos días antes salía otro anuncio que ha pasado mucho más desapercibido en los medios. China probaba con éxito un dirigible pensado para vigilar desde una gran altura a los portaaviones y otros aparatos militares que crucen su espacio. El Yuanmeng voló con éxito durante 24 horas a una altura de 20 km de altura por encima de la ciudad mongola de Xilinhot. Este gigante tiene un volumen de 18.000 m3 y ocupa 75 metros de largo y 22 m de altura (frente a los 39 metros de largo y cuatro de alto de su modelo comercial, C919, que volará a partir de 2016 a unos 12.000 metros de la tierra).
La carga útil de Yuanmeng es de entre cinco y siete toneladas y está concebido casi como un satélite de vigilancia, ya que está equipado de cámaras y sensores pensados para detectar cualquier movimiento en su espacio aéreo sin ser detectado. Completaría de esta manera, la flota de aeronaves y aparatos, tripulados y autónomos, que ya se dedican a labores de observación. «Poner un satélite en el espacio es muy costoso. Además, permite mayor flexibilidad, ya que se pueden cambiar los instrumentos de a bordo, actualizarlos y adecuarlos a la misión específica o, incluso, recolocar el aparato en función de las necesidades» opina José Manuel Gil, ingeniero aeronáutico de Inventia Kinetics. Los científicos de la Academia de Ciencias china aseguran que los dirigibles son ideales para vuelos de larga duración que tengan que desarrollarse a mucha altura, concretamente entre los 20 y los 100 km del suelo. Esta distancia garantiza una visión de cientos de kilómetros de superficie terrestre desde el mismo punto, sin tener que mover la aeronave en ningún caso.
En el caso del dirigible chino, se utilizan paneles solares para alimentar de energía renovable al motor, lo que le da al aparato una autonomía de unos seis meses de vuelo. Poco más se sabe de su funcionamiento, puesto que nadie ha facilitado datos sobre la potencia ni la cantidad de paneles que requiere para moverse este gigante.
El hecho de que se haya elegido embarcar una batería eléctrica no significa que los dirigibles no puedan moverse con combustible convencional. Es más, algunos lo hacen, si bien es cierto que la ventaja medioamabiental reside en que necesitan hasta un 90 por ciento menos energía que un avión comercial de largo recorrido. Y eso se debe, entre otras cosas, a que los motores que requiere son pequeños y a que la velocidad máxima para la que están diseñados es de unos 100 km/h.
El Yuanmeng recuerda al aparato de patente americana, ISIS (las siglas se pueden traducir como sensor integrado en la estructura), proyectado por la agencia de Proyectos Avanzados de Investigación de Defensa (Darpa). Un diseño que el departamento de defensa encargó en 2009 a Lockheed Martin y que se reduce como en el caso chino a un enorme globo cargado de paneles solares para su propulsión, y antenas, cámaras y sensores ideadas para mapear cualquier parte del globo en 10 días como mucho. Darpa no ha vuelto ha desvelar más detalles sobre el ISIS desde que anunciara el encargo, hasta que en junio de este año, durante la celebración de la semana de la aviación de París, un periodista de la agencia Reuters preguntará a un representante de la firma. El portavoz afirmó entonces que la Administración federal de Aviación americana certificará en 2017 su prototipo. Es decir, que en 2018 podría empezar a volar su dirigible, sostenido gracias al gas helio de su interior y propulsado con motores de combustión. Su capacidad para 20 toneladas de carga ha despertado mucho interés por parte de las compañías que quieren llevar sus materiales y mercancías para operar en el Ártico, según afirmó este portavoz. Además, recordó que más de la mitad de la población mundial no tiene acceso directo a carreteras pavimentadas.
Desde hace unos años son varios los proyectos de dirigibles que se anuncian periódicamente, y muchos de ellos los proponen como una solución a medio plazo para las labores de transporte de mercancía. De hecho, la academia de ingeniería china lo deja claro al afirmar que el país lleva investigando esta tecnología olvidada (pensar en dirigibles es volver la vista al accidente del Hindenburg) desde los años 60. Otro de los aparatos que más cerca están de conseguir ver la luz es el Aeroscraft. Este mismo mes, la empresa responsable de su desarrollo anunciaba que su aparato ha entrado en la fase de producción industrial una vez cerrado su diseño definitivo. El aparato podría estar listo para transportar hasta 60 toneladas de carga en un máximo de cinco años, afirman. El aparato ha sido diseñado para despegar ya aterrizar de forma vertical como los helicópteros.
Sin control
Los problemas del Hindeburg están sino olvidados, superados, gracias a la aparición de los motores que controlan la navegación y a la sustitución del hidrógeno del interior, que sirve para sustentar el aparato sin en necesidad de utilizar combustible como sus hermanos los aviones, por helio. Una ventaja clara respecto al transporte en carretera, por ejemplo, es que la distancia entre dos puntos a línea de aire puede reducirse entre un 10 y un 50 por ciento. «Sigue siendo interesante como aeronave de carga, pero depende de la rentabilidad y del coste de las operaciones, como cualquier otra tecnología. Si la normativa lo permite podría ser el futuro del movimiento de mercancía», afirma Gil.
Los zepelines ya tienen, o tenían, su espacio en el mercado aéreo. De hecho, el programa americano de «globos cautivos» Jlens estaba en pruebas hasta hace escasos días. El Pentágono ha decidido acabar con este proyecto, en el que se llevaba trabajando tres años y que ha consumido varios millones de dólares. Varios de estos pequeños globos debían ayudar en los servicios de control y seguridad del tráfico aéreo, con poco gasto y elevada eficacia a la hora de dar la alarma cuando detectaran drones o misiles. Una de estas naves (que pueden estar en el aire durante 30 días) causó accidentalmente un apagón eléctrico en Pennsylvania, al soltarse del cable de acero que le mantenía sobrevolando una base militar de la zona. Los daños que causó por su inesperado viaje de más de 200 km ha puesto punto final a esta aventura militar. Una de las ventajas que pregonaban los chinos respecto al jlens era que mientras este último estaba anclado un punto de la geografía terrestre, el Yuanmeng será libre de moverse por todo el globo. De manera controlada, claro.
Otro aparato que se acaba de conocer es el Halo. Ha sido diseñado por el estudio inglés Andrew Winch Designs con el objetivo de convertirse en un juguete para ricos, en sustitución de los actuales yates o aviones privados. De ser construido, volaría a unos 3,5 km de alto y un máximo de 200 km/h. Está pensado para recorrer el mundo haciendo turismo mientras se disfruta de alguna de sus 20 habitaciones de lujo. Cuando se quiera disfrutar del mar, apretando un botón descendería una plataforma a modo de isla privada. Su coste, para quien le pueda interesar hacerse con uno, 400 millones de euros.
El material hecho en un 99,9% de aire
La compañía Boeing ha anunciado el desarrollo del que han denominado como el material más ligero del mundo. El Microlattice está fabricado como si fuera una red, en la que el 99,9 por ciento es aire y la estructura restante es metálica, concretamente una aleación de níquel-fósforo. Aseguran que es cien veces más ligero que el poliestireno y que tiene tal resistencia que podría aguantar una caída desde un piso 25 sin sufrir daños. A pesar del reciente anuncio, el material se lleva desarrollando desde 2012. «Lo que ha cambiado desde entonces es el proceso de fabricación, que se ha simplificado. Básicamente el metal se aplica como un revestimiento a un estructura de polímero. Luego se retira este último, dejando una estructura que consta de paredes de 100 nanometros de níquel-fósforo», explican desde la compañía.
«Este tipo de materiales se llaman esponjas o espumas y son similares a las que se usan en el baño, por ejemplo. En la naturaleza existen desde hace miles de años, como los huesos humanos. En lugar de tener un material denso, tendríamos barritas que unen la estructura, como en la torre Eiffel. Lo que se consigue es tener una gran flexibilidad, en este caso del orden de nanometros; es como si hicieras cada vez barritas más finas. Las aplicaciones pueden ser enormes porque las mallas absorben mucha energía. Por tanto, podría tener aplicaciones de seguridad. En un avión podría recubrir ciertas zonas y evitar daños por impactos de pájaros. A nivel industrial podría usarse para embalaje o aislamiento acústico», opina José Ygnacio Pastor Caño, catedrático del departamento de Ciencia de Materiales de la Universidad Politécnica de Madrid.
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