Salud
Primavera precoz: las altas temperaturas desatan migrañas y alergias en personas sanas
El aumento de luz y temperatura propio de esta estación altera los mecanismos biológicos del cerebro, lo que puede afectar a pacientes vulnerables o con trastornos del estado de ánimo
A las 22:58 del pasado miércoles entraba, de forma oficial, la primavera. No obstante el calor de las semanas previas – el termómetro llegó incluso a los 30º C en algunos puntos de la Península el fin de semana pasado – nos hizo sentir que, aunque con mucha antelación, la estación de las flores hacía ya días que había llegado para quedarse. Las temperaturas anormalmente altas registradas estas últimas semanas tienen su efecto en el medioambiente – una floración precoz, migraciones adelantadas – pero también en los seres humanos. Y no nos referimos a la consabida alergia al polen, ni a la astenia. O al menos no solamente. El calor y la mayor luminosidad afecta a los mecanismos biológicos del cerebro pudiendo llegar a producirse descompensaciones en personas vulnerables.
Durante este periodo existe un incremento, con respecto a otros del año, en la producción de algunas hormonas y neurotransmisores. «Cuando hay un desequilibrio hormonal también se produce un desequilibrio en las enfermedades y en personas sensibles estos cambios pueden desencadenar pequeños desajustes en la salud mental», afirma Jerónimo Saiz, patrono de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental. Por eso, y aunque en la mayoría de la gente el buen tiempo suele tener un efecto positivo, «cuando hay predisposición, como en el caso de los pacientes con trastornos del ánimo – los caracterizados por la existencia de alteraciones emocionales, consistentes en fases prolongadas de tristeza excesiva (depresión), de exaltación o euforia (manía) o de ambos – el aumento de temperatura y luz les predispone a asumir mayores conductas de riesgo», asegura Mercedes Bermejo, coordinadora de la Sección de Clínica del Colegio de Psicólogos de Madrid. Por ello, continúa, «hay que estar más pendientes con determinadas patologías como el trastorno bipolar, la depresión o la esquizofrenia pues los altera y, por eso, en estos pacientes conviene revisar la medicación prescrita porque a lo mejor hay que modificarles las dosis».
Una cuestión importante a tener en cuenta es que hay personas jóvenes que padecen alguno de estos trastornos pero que, sin embargo, aún no han sido diagnosticados pues este tipo de patologías debutan a edades tempranas. «A los adolescentes con trastornos en el estado de ánimo (ya sea por una baja autoestima, por estar enganchados a las redes sociales, etc.), con el aumento del buen tiempo y una mayor exposición a la luz les proporciona, como si dijéramos, un “chute” de energía». Esto, contrariamente a lo que se pueda pensar, tiene un efecto negativo en estos casos de personas vulnerables, ya que es precisamente en esos momentos cuando «canalizan su depresión y, en caso de que albergaran ideas suicidas previamente, les da “fuerza” para llevar a cabo sus planes», explica la psicóloga. Otro agravante es que, a la población en general, la llegada del buen tiempo le produce una mejora en el estado de ánimo «y esto también resulta frustrante para ellos por un efecto comparativo».
Cuando existen otras alteraciones hay que estar muy atento. Es el caso, por ejemplo, de personas con deterioro cognitivo. «Están más activos y, como en estos pacientes es la parte racional del cerebro la que está dañada, el riesgo es que se tiende a una mayor impulsividad, como los adolescentes, pero en este caso por falta de control. En los jóvenes el problema de la impulsividad se da porque su cerebro aún no está maduro y el psiquismo del adolescente no tiene capacidad de autorregularse», explica Bermejo.
Otro efecto del calor es que puede agudizar algunas patologías neurológicas crónicas. Esto ocurre con más frecuencia en las edades más extremas de la vida. Enfermedades como la migraña, la epilepsia y la esclerosis múltiple son ejemplos de esta situación. Tanto en una como en la otra «el aumento del riesgo de empeoramiento puede deberse a los cambios que suelen asociarse a esta estación. Es frecuente que durante la primavera tengamos un peor descanso nocturno, cambiemos nuestros hábitos y ritmos sociales, incluso en algunos periodos se producen cambios horarios, siendo éstos factores que pueden condicionar un empeoramiento de los síntomas», cuenta Juan Carlos Portilla, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN). En el caso de la esclerosis múltiple es característico este hecho en relación a una exposición a las altas temperaturas. «Aunque la causa no está del todo bien definida, parece que puede deberse a una mayor dificultad, debida al calor, en la transmisión de los impulsos nerviosos ya afectados en esta enfermedad», prosigue el experto. En cualquier caso, la solución para evitarlo o minimizar sus efectos es relativamente fácil y bastaría con evitar una exposición prolongada a temperaturas aumentadas; intentar no modificar los ritmos habituales, fundamentalmente en las horas de sueño y en los hábitos dietéticos, ya que son factores que pueden condicionar una agudización en estas enfermedades neurológicas que cursan de manera crónica.
Pero sin duda, el cuadro clásico propio de esta estación es la astenia: «Parece que los síntomas atribuidos a la primavera, como la apatía, pueden guardar relación con la producción en nuestro cerebro de melatonina, hormona producida en la glándula pineal, y que participa en la regulación del ciclo vigilia-sueño. Su producción depende, entre otros factores, del estímulo lumínico, aumentando su producción durante el día. Con el aumento del tiempo de exposición a la luz se tiene que producir un periodo de adaptación en la producción de la melatonina, y es en este momento cuando suelen ocurrir estos síntomas», apunta Portilla.
Riesgo de bajadas de tensión
El cerebro no es el único que acusa el cambio. También el sistema cardiovascular responde a esta situación de formas diversas. Así, otro efecto colateral del calor frecuente es que se produzca una bajada de la tensión arterial. Por este motivo, y como explica Petra Sanz, miembro del Consejo Asesor de Expertos de la Fundación Española del Corazón, «es normal que, en pacientes con hipertensión arterial haya que bajar la dosis de algún fármaco». Por este motivo también aumenta la posibilidad de cuadros de bajada de tensión (síncopes) en personas con tendencia a tener la tensión baja».
Aumenta la alergia en las personas mayores
Aunque parece que los alérgicos al polen se enfrentan a una primavera leve en buena parte de nuestro país, el cambio climático está alterando los ciclos de polinización de las plantas que adelantan el inicio y retrasan el final de su período de floración, con lo que se amplía la duración de la polinización y, por lo tanto, hay una mayor exposición de la población a los pólenes. «Cada temporada polínica evoluciona de forma distinta y el perfil clínico de cada polen es diferente. El tiempo seco y soleado durante los meses de enero-marzo ha favorecido cantidades altas, y muy continuadas, de los de cupresáceas o arizónicas. El peor escenario para los alérgicos. La patología inducida por las cupresáceas ha sido muy superior a la que probablemente presenten las gramíneas en mayo-junio. Pero, mientras gramíneas y olivo afectan a personas jóvenes, el polen de las cupresáceas con frecuencia sensibiliza a las personas mayores. Por este motivo, en este año ha aumentado notablemente la consulta de pacientes con edades muy avanzadas», explica Francisco Feo Brito, del comité de Aerobiología de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic).
Además, y aunque en los últimos 30 años no se ha incrementado la cantidad de polen en la atmósfera de las ciudades «el número de alérgicos se ha multiplicado de forma exponencial», continúa Feo Brito. De hecho, y como detalla Ángel Moral, presidente del Comité de Aerobiología de la Seaic, en una década se ha duplicado el porcentaje de personas alérgicas a los pólenes más alergénicos y «las gramíneas han pasado del 35% al 74%, la arizónica del 9% al 23%, el plátano de sombra y la salsola del 7% al 14% y el olivo del 30% al 52%. La causa parece hallarse en el efecto de la contaminación y el cambio climático sobre los pólenes».
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