La mejor medicina

Llevo 20 años dando talleres y montando espectáculos con personas en riesgo de exclusión social. «Caídos del cielo» es el nombre de la compañía. Empecé trabajando sólo con personas sin hogar, que es de lo más duro y triste que te puede pasar en la vida. No tener un cobijo, un lugar propio que te resguarde del frio, del miedo, de la fatiga, de los otros, es una auténtica tragedia. Imaginen, por un instante, que llega la noche y no tienen donde ir. La mayoría de estos infortunados son hombres a los que por un motivo u otro se les rompió el corazón o el entendimiento. Mujeres son menos, pero la calle es más tremenda aún para ellas. Todos suelen ser personas con enorme sensibilidad y talento creativo. Hay también ahora en «Caídos del cielo» refugiados, mujeres maltratadas, personas con alguna enfermedad física o mental... En definitiva, gente desamparada y sin recursos para sobrevivir a la vida. Pues bien, les aseguro que las artes son un verdadero bálsamo para ellos. Porque no sólo de pan vive el hombre, y, en general, las ayudas institucionales están enfocadas a posibilitarles un trabajo. Está bien, sí, pero para conseguir este fin tan complicado, primero hay que sacarles del pozo. Personas rechazadas, marginadas, desoladas, mal miradas, no pueden levantarse sin un tratamiento anterior de amor propio y ajeno. Lo primero que necesitan es que se crea en ellos; que confíes en su disciplina y compromiso; que se sientan necesarios. En el teatro, el arte más social de las artes, todos son imprescindibles. Si uno falla en un ensayo o en una representación, el trabajo se desmorona. Hay que transmitirles también que ellos vienen a dar; que pueden. Hay que mezclarlos con personas en situaciones normalizadas, que tendrán la suerte de aprender de su talento y experiencia. Hay que volver a jugar. Les aseguro, me lo dice la experiencia y los resultados, que el teatro es una herramienta sanadora de primer orden. Hacer del dolor belleza y regalársela al mundo es la mejor medicina.