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La Sanidad en las elecciones, breviario para un lector

La Sanidad como agente cuidador de la salud no vota, ese a que le afecte en cada año a un alto porcentaje de población
La Sanidad como agente cuidador de la salud no vota, ese a que le afecte en cada año a un alto porcentaje de poblaciónlarazon

Entramos en España en el momento histórico de nuestra sociedad y de nuestra vida en el que vamos a acudir en dos meses varias veces a las urnas. Y, además, en el que menos claro tiene la mayoría de la población que debe elegir entre las opciones que se le presentan. La lluvia constante del problema de identidad de nación lleva camino de convertirse en «tormenta perfecta» y provocar corrientes torrenciales que conglomeren, o lo peor, dispersen el voto y termine con las aguas inundando campos, rompiendo vallas y diques.

Ojalá no sea este el caso, pero si lo fuera, debiéramos tener al menos claro quién nos ha hablado de aquellos problemas diarios que nos interesan a los ciudadanos y quién los ha obviado, porque en toda torrentera algún bote sigue navegando en medio de las turbulencias. Evidentemente, la salud es lo que más nos importa si hacemos caso del dicho. Y en estos momentos hay un 80% de españoles que la tienen bastante bien, aunque haya en estos meses electorales 400.000 que estén ingresando o saliendo de un hospital. Por cierto, de ellos 150.000 lo están haciendo de un centro privado porque o son funcionarios, los menos, o los más, porque se han pagado de su bolsillo el coste aunque pertenecen al magnífico sistema sanitario que ningún partido quiere poner en duda.

Y estos datos nos marcan la siguiente hipótesis: la Sanidad como agente cuidador de la salud no vota, pese a que le afecte en cada año a un porcentaje alto de la población y que si sumamos a los familiares y amigos se multiplican por tres o por cuatro. Por tanto, la opinión de los 400.000 de estos meses ya son cifras de peso electoral y más si los elevamos a los cuatro millones y medio de este año.

El CIS ya se encarga de hacer una encuesta de satisfacción de que más del 80% está contento con su sistema de salud. En el 20% restante puede estar el descontento postrado o esperando a que le llamen para operar. Y si ya le ha tocado y sale de su operación se le ha olvidado, porque nadie le ha dicho que su cáncer se le diagnosticó cuatro meses más tarde por la lista de espera. ¿Saben los españoles cuántos cánceres y otros procesos trascendentes son diagnosticados «in extremis» en las Unidades de Urgencia y no en las Consultas de los hospitales? Y ni siquiera con ese acerbo somos capaces de reconocer su utilidad y con especialidad reconocida o sin ella, darles la seguridad en su trabajo y dejen de ser vulnerables. En Francia los 21 temas que el señor Emmanuel Macron les dio a los franceses para pensar excluían el sistema de salud. Y la sociedad le obligó a incluirla. En España todos los políticos hablan del mejor sistema de salud del mundo y consiguen hacérselo creer a la población y que no entre en los temas que le preocupan, aunque once millones de personas estén aseguradas privadamente en salud, debe ser porque son así de «raros». Y desde luego que lo son, porque no formulan su insatisfacción ni siquiera solicitando una descarga en sus aportaciones a Hacienda.

Sólo hay una excepción, y es cuando la población se percata de que las cosas no van bien. ¿Qué influencia ha tenido las protestas médicas en Andalucía para el resultado electoral? A lo largo de estas semanas, si me lo admite la amabilidad de este semanario, vamos a delatar el «mal estado de salud» que tiene nuestro, tan bien alabado, sistema sanitario por quienes prefieren que así sea, antes de analizar y tratar su solución que está siendo aplazada desde el 1991, año de la malograda Comisión Abril. Vaya al menos, aunque sea tratado de agorero, como recuerdo de quienes se esforzaron por mostrar una realidad. Al menos tres faltan, el propio Abril Martorell, Carlos Revilla que la propuso en el Parlamento, y el secretario de la misma, Enrique Costas. Nos alegramos de que todavía nos quede el ministro que la facilitó y alentó, García Vargas, hoy el mejor y más creíble predicador de las ideas que contenía el informe que no dejan de ser suyas.