Investigación Médica
Cilastatina, el primer «omeprazol» del riñón
Científicos del Hospital Gregorio Marañón descubren un protector renal.
Científicos del Hospital Gregorio Marañón descubren un protector renal.
Hasta ahora, la única forma que tenían los médicos de evitar que los fuertes medicamentos contra el cáncer, el sida o el rechazo de trasplantes dañaran el riñón era hidratar mucho al enfermo, «pero no existe hasta el momento ninguna molécula protectora», afirmó ayer Alberto Tejedor, responsable del servicio de Nefrología del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y que dirige un equipo de diez investigadores del Laboratorio de Fisiopatología Renal. Tras cerca de una década de investigación pueden decir que han dado con el primer medicamento que actúa como protector del riñón.
Fármacos como el cisplatino, uno de los más potentes contra el cáncer; los inmunosupresores que evitan el rechazo de trasplantes; los medicamentos contra el sida e, incluso, algunos antibióticos tienen elementos tóxicos que dañan el riñón y pueden producir fracaso renal agudo. Una patología que conocen bien los médicos. «Se produce en el 7 por ciento de los pacientes hospitalizados y en entre el 36 y el 67 por ciento de los enfermos críticos», explica Tejedor. De ahí que sea tan importante el descubrimiento. Es más, «puede reducir la función del riñón para el resto de sus vidas», añade.
El hallazgo de la cilastatina tiene algo de azar. «Este compuesto formaba parte de una formulación antigua que se utilizaba con un antibiótico», sostiene Tejedor. El medicamento del que procede es el Tienam, que se utilizaba en los años 90 para tratar las infecciones de orina. Tras analizar varios estudios en los que se utilizaba la cilastatina, los científicos del Gregorio Marañón decidieron dar el paso y probar su eficacia en placas de cultivo. «Para nuestra sorpresa a medida que íbamos probando la combinación de la cilastatina con los fármacos nefrotóxicos, comprobábamos cómo las células no se despegaban y morían, sino que sobrevivían», asevera Alberto Lázaro, director científico del Laboratorio. A eso se suma que «no quita eficacia terapéutica», añade. Así, como explican los investigadores, no es que la cilastatina sea capaz de evitar que se produzca el daño renal primario, sino que «lo que conseguimos es que no se expanda al resto de células». Es como el “omeoprazol” del riñón, ya que actúa de protector.
La siguiente fase fue determinar si también funcionaba en animales. Tras este hallazgo, fue a la biofarmacéutica Spherium Biomed a quien licenciaron la patente. En 2018 se empezará a probar en pacientes y «esperamos que en año y medio pueda estar disponible».
«Ayudará a muchos pacientes trasplantados, pero no reducirá los trasplantes renales», afirma Beatriz Domínguez, directora de la Organizacón Nacional de Trasplantes (ONT),
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