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Turismo

La guía que has de seguir al pie de la letra para encontrar una cala sin gente en Mallorca: todavía quedan

Aún quedan rincones en la isla donde se puede disfrutar de la naturaleza en soledad, aunque los mallorquines, igual que el resto de habitantes de Baleares, son cada vez más reticentes a la masificación

Una cala de Baleares iStock

Mallorca, la mayor de las Islas Baleares, es uno de los destinos más codiciados del Mediterráneo. Cada verano, miles de turistas nacionales e internacionales desembarcan en sus costas en busca de sol, playa y naturaleza.

Sin embargo, en este verano de 2025, encontrar un rincón tranquilo donde extender la toalla se ha convertido en una tarea cada vez más difícil. La saturación de las zonas costeras más accesibles obliga a quienes buscan paz y desconexión a ir más allá de los caminos trillados.

La imagen de playas abarrotadas con sombrillas alineadas, chiringuitos llenos y la música de fondo de algún bar playero es cada vez más habitual en lugares como Es Trenc, Cala Major o Alcúdia.

Estos enclaves, bien conectados por carretera y transporte público, suelen ser los más elegidos por los visitantes por su facilidad de acceso y la oferta de servicios turísticos. Pero, para quienes anhelan un baño en silencio y sin aglomeraciones, la clave está en alejarse.

Caminar unos minutos de más

Tal y como apunta un usuario mallorquínen redes sociales, basta con caminar unos minutos más allá de las rutas convencionales para descubrir otro tipo de playas: las que apenas aparecen en las guías, donde no hay servicios ni instalaciones, pero sí tranquilidad, paisaje virgen y un mar igual de cristalino.

Entre estos rincones destacan Cala Estellencs, una cala rodeada de acantilados y vegetación al noroeste de la isla; Cala Castell, situada en el litoral más salvaje de la Serra de Tramuntana; Cala Bóquer, accesible solo tras una caminata desde el Port de Pollença; o Cala Figuera, en el extremo norte, cerca del Cap de Formentor. Su relativo aislamiento hace que se mantengan al margen del turismo masivo, a pesar de su belleza.

Apostar por estos enclaves implica aceptar ciertas condiciones: no hay socorristas, ni duchas, ni bares, y en muchos casos tampoco cobertura móvil. A cambio, se obtiene una experiencia más íntima y conectada con la naturaleza. Esta fórmula está ganando adeptos, sobre todo entre aquellos viajeros que priorizan la calidad del entorno sobre la comodidad.

La propia topografía mallorquina, con su mezcla de calas escondidas entre montañas y zonas de costa abrupta, favorece la existencia de estos lugares “invisibles” para el gran turismo. Pero también es cierto que la presión urbanística y la promoción de la isla en canales de masas, incluidas las redes sociales, están contribuyendo a que incluso estos refugios empiecen a recibir más visitas.

Más planificación

Aun así, en plena temporada alta, cuando muchas playas aparecen en imágenes abarrotadas de toallas, las calas menos conocidas continúan siendo una alternativa válida para los que desean escapar del ruido. Requiere caminar más y planificar mejor, pero el resultado suele merecer la pena.

En tiempos de hiperturismo, Mallorca todavía guarda secretos. El único inconveniente es que los habitantes de Baleares cada vez necesitan más espacios donde huir de su masificación y rehúsan más de compartir los espacios de la isla a los que más cariño tienen, ya que en los últimos años han visto como su propia casa se convertía en una especie de parque temático.