Jesús Fonseca

Huellas

El poeta Jorge de Arco
El poeta Jorge de Arcolarazon

Jorge de Arco. Detrás de este nombre, suena la voz limpia del campo. Uno de los poetas más originales y firmes de nuestras letras. Huellas es el último libro del Premio Internacional de Poesía José Zorrilla. El poeta sueña en estas páginas, al otro lado de la puerta y se agita con todos sus miedos inflamados, frente al barro de su sombra, mientras escribe con mano febril. Se pregunta Jorge de Arco por la ausencia que se vuelve piedra y río, y «se derrama en las sábanas del tiempo», por «aquellos paraísos, aquellos mediodías / aquellos / pájaros del clamor y la nostalgia». «Vivir es volver», recuerda este profesor universitario de Literatura Española e Hispanoamericana. Tal vez por ello, dos décadas después de haber iniciado su andadura lírica, vuelve hasta aquellos sus primeros versos, para reencontrarse con un tiempo en el cual la poesía le concedió su certidumbre y su fervor. Han pasado más de veinte años. Durante este tiempo, el poeta ha ido creciendo en la dicha fugaz de ver cumplidos muchos anhelos y ha podido comprobar cómo sus poemas iban surgiendo de la mano de lo vivido. Ahí quedan, para siempre, obras que enriquecen nuestras letras y dan holgura al vivir. Títulos como El árbol de tu nombre; La constancia del agua; La casa que habitaste, premio San Juan de la Cruz; Las horas sumergidas y El sur de tu frontera, entre otros bellísimos poemarios. O su completa antología de poesía mística y ascética, Llama de amor viva. Nadie antes había traspasado así, con esa ternura, la herida enamorada de aquel a quien los Calzados tenían por un frailecillo de risa. Jorge de Arco dirige, desde hace más de una década, la revista Piedra de Molino. Unas páginas que caldean los corazones de poetas con talento, de aquí y de allá. Hay de todo un poco en los versos de Jorge de Arco: paisajes reales y menos reales, silencios de ayer e instantes de hoy. Late el cielo en la tierra en la obra de este escritor imprescindible. Jorge de Arco dedica estas Huellas a su madre. Huele el libro a ella, mientras se asoma a esa ausencia constante y lanza esta súplica al aire: «Cuando sueltas / la tarde de mi mano, / cómo sería ver el mar desde la playa de tus ojos». Pero lo mejor de Jorge de Arco es su hombría de bien; su exquisita caballerosidad espiritual: «la soledad reclama su lugar y su instante / y la misma agonía que respiran / las ruinas recientes de mis párpados, / recorre los cimientos de este hogar / de esta conciencia de cal y llanto». El poeta clama desde los resquicios del alma, desde el común resplandor de la sangre. La misma sangre que «salta a borbotones, al otro lado del día y de la noche», porque «... es la hora del trigo y los arcángeles, / es la hora del alma y del relámpago», ciertamente.