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Sexo, drogas y codicia: las escandalosas confesiones de un banquero de Wall Street

Sexo, drogas y codicia: las escandalosas confesiones de un banquero de Wall Street
Sexo, drogas y codicia: las escandalosas confesiones de un banquero de Wall Streetlarazon

John Lefevre, el hombre que desde su cuenta @GSElevator lleva años incendiando Twitter con sus comentarios sobre la lujuria y el despilfarro de Wall Street, revela en el libro Directo al infierno (Deusto, 2016) sus extravagantes experiencias como prometedor joven trader en Hong Kong, Londres y Nueva York.

John Lefevre creó anónimamente la cuenta de Twitter @GSElevator en 2011 como una parodia de la cultura y mentalidad bancaria. Aunque nunca trabajó para Goldman Sachs, sus tuits recogían conversaciones que podrían haber sido escuchadas en el ascensor del grupo inversor por excelencia. La premisa, como el propio autor escribe, era simple: poner al descubierto la cultura de Wall Street de una manera entretenida y perspicaz. Y poco importaba que no fueran comentarios escuchados en los ascensores de Goldman Sachs: se podrían haber dicho tanto en este banco como en JP Morgan, Morgan Stanley o cualquier otro lugar.

Pocos meses después de abrir la cuenta llegó a tener 750.000 seguidores, muchos de los cuales creyeron que realmente se trataba de comentarios escuchados en el ascensor de Goldman Sachs, por lo que la compañía inició una investigación interna para averiguar quién estaba detrás de la cuenta anónima. Cuando finalmente se descubrió su verdadera identidad, se creó un gran revuelo mediático que llegó a su punto álgido con las publicación de estas memorias.

Orgías de sexo, alcohol, drogas y largas noches sin dormir. Conductas sórdidas, honorarios amañados entre colegas y soplos a los buenos clientes son solamente una muestra del way of life de la élite de las finanzas. Para este joven texano y sus colegas de profesión era un orgullo despertarse en un vagón de metro sin recordar nada y el compañerismo consistía en examinarse mutuamente la nariz para comprobar que no sangraban antes de una reunión.

Si El póquer del mentiroso, el clásico de Michael Lewis, describía la vida en el Wall Street de los años ochenta (Lefevre, de hecho, le dedica un capítulo del libro, a modo de homenaje) y en El lobo de Wall Street Jordan Belfort nos hacía partícipes de sus aventuras en la Nueva York de los noventa, en Directo al infierno John Lefevre nos cuenta cómo son, qué hacen y a qué dedican el tiempo libro los banqueros de inversión contemporáneos.

A continuación reproducimos algunos de los tuits que acompañan la narración de Lefevre en las páginas de Directo al infierno, un libro que a la semana de su publicación fue bestseller del The New York Times y que ha escandalizado a la opinión pública de Estados Unidos. Porque, como bien dice el autor del libro y de la cuenta @GSElevator, «Lo que se oye en los ascensores de Goldman Sachs no se queda en los ascensores de Goldman Sachs».

Si sólo puedes ser bueno en una cosa, sé bueno mintiendo... porque si eres bueno en la mentira, lo eres en todo.

No te disculpes por llegar tarde con un latte de Starbucks en la mano.

Si alguien te pregunta algo y no sabes la respuesta, despréciale. Mejor ser un gilipollas que parecer tonto.

Cuando en la cola del cajero automático tengo detrás a una tía buena, dejo el comprobante en la máquina para que pueda ver mi saldo.

Sólo los trogloditas recurren a la violencia. Yo prefiero aplastar el ánimo, la esperanza o la autoestima del otro.

Quiero una novia tan fuerte e independiente que sea capaz de cambiar una rueda, y que esté tan buena que nunca le haga falta cambiarla.

Mi 7 es tu 9, colega.

Cuando me llega un mensaje con una falta de ortografía, compruebo la posición de las letras en el teclado para determinar si está justificada o no.

A ver cuándo dejamos de llamarles hipsters y volvemos a llamarles maricas.

Se me acerca un tío en el gimnasio y me pregunta para qué carrera me estoy entrenando tan duro. Para la vida, capullo.

Si alguna vez hago «check in» en Facebook será en la cumbre del Everest, en Marte o en el dormitorio de Kate Upton. Pero nunca en la hora de los descuentos de Chili.

Si tu despedida de soltero va a ser un festín a base de filete seguido de un club de striptease, no cuentes conmigo. Eso ya lo hice anoche.

Con las tías asiáticas habría que cambiar las leyes sobre la edad de consentimiento. A veces no sabría decir si tienen 14 o 40.

Los posavasos son para la gente que necesita dejar la copa sobre la mesa.

El dinero no da la felicidad pero resuelve el 95 por ciento de los problemas que te hacen infeliz.

¿Y para qué voy a casarme? Casarse es como apostar la mitad de tu patrimonio a que amarás a una sola tía durante toda la vida.

Si coincido en un bar con un empleado de banca, tardaré dos minutos en saber que lo es... porque eso es lo que tardará él en contármelo.

China es el casero y sabemos que pega a su mujer, pero no intervenimos, porque le debemos los atrasos de un par de meses.

Aunque construyas mil puentes, nadie te llamará construyepuentes. Pero con una sola vez que chupes una polla...

Si alguien me dice «¿Tienes un minuto?», veo muy claro que voy a perder media hora de mi vida y que no la recuperaré jamás.

Los hay que piensan que todo sucede por algún motivo, y el motivo por el que lo creen es que son idiotas y las decisiones que toman son una mierda.

Si mi mujer me dice que me hará una felación, es que ha llegado la hora de consultar el crédito de la tarjeta.

Una tía me preguntó qué haría si de repente me encontraba con 10 millones de dólares en el banco. Le respondí que me preocuparía por saber qué había pasado con el resto de mi dinero.

Como sociedad somos más inteligentes que nunca. Lo único que ocurre es que la tecnología ha dado voz a las masas sin refinar.

Por la mañana, no sólo había olvidado el nombre de la chica, sino también el nombre falso que me había inventado para mí.

Hay dos tipos de personas que respetan el límite de velocidad: los maricas y los que llevan el coche cargado de drogas.

Cada uno de los dígitos de tu cuenta bancaria equivale a un centímetro de polla.

Si le pido una «fellatio»* y la chica piensa que es un personaje de Shakespeare, dudo entre salir corriendo o metérsela hasta el fondo.

El delito de información privilegiada es como mearse en la piscina. Todo el mundo piensa que es una guarrada, pero en realidad no hay para tanto.

Me casaría por dinero. Y además, ya tengo dinero.

Si veo a alguien que lleva tatuado: «Sólo Dios puede juzgarme», le demostraré que se equivoca.

Prefiero ser lo que soy ahora, que haber sido una estrella del fútbol americano cuando estaba en secundaria.

Cuando puedes pagarte todas las bebidas que quieres, la vida es una «happy hour» sin fin.

Siempre que respondo al móvil, digo que la batería está a punto de agotarse. Así no pierdo tiempo.

¿Cómo vamos a fiarnos del sistema judicial, si todos los tíos inteligentes se las apañan para no tener que formar parte de un jurado popular?

El dinero no da la felicidad, pero lo intentaré, por si acaso.

Está buena, pero no como para jugarse la mitad del patrimonio por ella.

No es la mentira lo que me molesta. Lo que me resulta ofensivo es el insulto a mi inteligencia.

Yo no he dicho nunca que me considere mejor que nadie. Sólo digo que he tenido más éxito.

Si no pecáramos, la muerte de Jesucristo habría sido inútil.

Si me pongo un traje, estoy en el 8. Si me quito la camisa, en el 5. Pero si me presento en el bar con la tarjeta, soy un 10.

La mayoría de las personas no podrían figurar como personaje principal en una película sobre su propia vida.

Si digo «quédese con el cambio» es porque me da pereza recogerlo.

La falta de talento es lo único que se interpone entre la mayoría de las personas y sus sueños.

Mi primera esposa fue radicalmente antiabortista hasta que mi amante se quedó embarazada.

Uno de los principales problemas de la sociedad actual es que ya no tenemos colonias a donde enviar a los indeseables.

Algunos de los mejores momentos de esta vida son los que no le puedes contar a nadie.

Si eres rico, no te llamarán «loco», sino «excéntrico».

Imagínate lo que debe de ser ganar en la lotería y luego no poder cobrar el premio. Es lo que les pasó a mis exnovias.

Dudo que el alcohol mate a más personas de las que crea.

Si me quedara sin dinero, mi mujer me dejaría. Y si ella engorda, seré yo quien la cambie por otra.

Las corbatas Hermes son las Air Jordans de los blancos.

Yo ya sé que voy a ir al infierno. Por lo tanto, tengo dos opciones: ir a lo grande o ir sin más.

No te cases hasta que tengas, por lo menos, 35 años. Lo que te interesa es una mujer-trofeo, no una mujer-lo-importante-es-participar.

Ahora que tenemos dispositivos que nos caben en la palma de la mano y nos ofrecen infinitos conocimientos, aburrirse es de idiotas.

Me gustaría ver un programa de televisión en el que unos adolescentes enseñaran sus fotos Instagram más populares a unos veteranos de la Segunda Guerra Mundial.

Lo que me falta en habilidades sociales lo compenso a golpe de cartera.

Son muchas las personas que tienen inteligencia suficiente para indignarse, pero no para triunfar.

Si viajar en autobús no te estimula para mejorar tu posición económica, es que nada te podrá estimular.

«Sé tú mismo» debe de ser un buen consejo para un cinco por ciento de las personas.

Si te privas de fumar, beber y drogarte, tu vida no va a ser más larga. Simplemente te lo va a parecer.

Esta sociedad se aguanta porque la mayoría son demasiado imbéciles como para darse cuenta de que lo son.

Si de verdad te gusta algo, deja que se marche. Si regresa, es que ha tratado de mejorar su suerte, pero ha llegado a la conclusión de que ya estaba bien contigo.

Hacerse rico no es difícil. Está al alcance de cualquier tía buena sin manías.

Unas flores y una disculpa son un remedio mucho más sencillo que cambiar de verdad.

Me he gastado 2.000 dólares en un traje que no necesito para impresionar a una chavala de Ventas que no encuentro atractiva.

La facilidad para ofenderse es directamente proporcional a la imbecilidad.

La mayoría de las chicas no están a la altura. O no están lo bastante buenas, o les falta simpatía.

Si quieres saber todo lo que te interesa saber sobre alguien, obsérvalo mientras bebe en una barra libre.

A mí un billete de 20 dólares sólo me sirve como cambio, colega.

Si necesitas despertador, es que también necesitas cambiar de trabajo.

Las relaciones son un sube y baja. Si uno de los dos se aburre o engorda, es que la diversión ha terminado.

Las tías buenas no sabrán jamás si eran interesantes o no.

El arte de escuchar consiste, en parte, en estar callado hasta que llegue el momento oportuno para hablar, y en parte en recordarse a uno mismo que el rostro tiene que cambiar de expresión cada 10 segundos.

Los mejores apodos son los que su portador no llega a conocer.

Cuando llegue el día de San Valentín, mándale un ramo de flores anónimo a tu novia. Si después no te lo comenta, corta con ella.

Yo no soy maleducado. Eres tú el que me aburres, gilipollas.

«Vegetariano» es un término peyorativo que se utilizaba en tiempos antiguos para referirse a un idiota que no sabía pescar ni cazar.

Si no has muerto para, por lo menos, una persona, es que no vives bien tu vida.

El té verde de la mañana anula las quince cervezas de anoche.

No deberías retirarte mientras tu dinero no empiece a generar más dinero del que ganaste en tu mejor año.

Si quieres te doy la razón, pero entonces nos equivocaríamos los dos.

Todos los hombres a los que conozco han pagado por tener sexo. De una manera u otra.