Gastronomía
Por qué los jóvenes no consumen vino
El pasado jueves 16 he tenido el gran privilegio de asistir al programa de MÁS DE UNO, concretamente a la segunda parte presentada por Juan Ramón Lucas en ONDA CERO para hablar un poco de esta locura mía, ubicada en LA RAZÓN, llamada LA CATA DE KATY.
Hablamos de las emociones de los vinos, de mi labor de divulgadora, entre otras, así como del Laureatus que llevé, considerado el ‘mejor Albariño’ del Mundo.
LA CATA DE KATY empezó como una locura en una noche de insomnio tras la final de la Primera Edición del campeonato amateur ‘Champions Wine de Aravaca’ que se organiza en los restaurantes OVO y Baravaca de Valdemarín (Aravaca, Madrid).
Yo, neófita en esto de los vinos, acompañada de mis compañeros de equipo, llegamos a la final como segundos, pero nunca conseguimos ganar en esa difícil final que consistía en “fabricar” tu propio vino y que te lo puntuaran tus compañeros.
¡Por cierto, la tercera edición la ganamos! Ya os lo contaré más adelante.
Pero aquella noche, con rabia de no haberlo dado todo, y tras meses cultivándome en esto de las catas, decidí proponerle esta locura del primer blog de vinos, para divulgar -¡nunca criticar!- a Ángel del Santo de LA RAZÓN, tras obtener mi título de “Catas Avanzadas” en la Escuela de Catas de España. Recibí un “sí” desde el primer momento, y aquí estoy, un año y un mes después, con esta fantasía llamada ‘las emociones del vino’; o mejor dicho: las emociones que te hacen vivir y revivir el vino, influidas aquellas por factores externos como la compañía, el lugar, el maridaje, la música, la conversación, la actividad que se desarrolla mientras tanto (aunque también podría tratarse de la única y exclusiva compañía que la de beber escuchando y comunicándote con el vino). Tampoco olvidemos los factores internos, esos que ya “traes” para catar: alegría o tristeza, amor o desamor, apatía o entusiasmo, etc.
El vino nos hace vivir emociones. Nuevas, diferentes o recordar las ya vividas. Un aroma, una pasión, un desamor, una época pasada o algo totalmente nuevo y diferente.
Por ejemplo, hablando de novedades, el jueves, tras mi paso por Onda Cero, mi buena amiga Visi Ramos (directora de comunicación de diversas D.O. y una experta en vinos) me invitó a conocer GOFIO en el Barrio de las Letras. Un fantástico restaurante canario, dirigido por un joven de Gran Canarias llamada Fran Cruz, de tan sólo 29 años. Ahí descubrí el vino 7 FUENTES, tinerfeño, y fue tan curiosa y diferente la sensación que puedo decir que he probado, he vivido y he sentido algo totalmente inesperado. Por supuesto el 7 FUENTES sin los 8 platos (dignos de compensarle a Fran con una, dos ó hasta tres estrellas michelín) inspirados en la cocina típica canaria no habría sabido igual.
Pero retomando el tema de las juventudes y su preferencia por la cerveza o los gin tonics, he de decir que los jóvenes (los que me encuentro a diario) no consumen vino. No tienen la costumbre de pedir una copa de vino. Y es que hay una triple razón para explicar este fenómenos (partiendo de la teoría de Juan Manuel Bellver, director de Lavinia de Ortega y Gasset, quien me concedió una entrevista en diciembre de 2015 para misscenas.com).
La cuestión es que los vinos son muy caros (¡o eso piensan los jóvenes!) Se supone que asociamos el vino a algo conservador, de padres y ejecutivos encorbatados en una bodega catando un vino, a nombres en francés llenos de snobismo que suenan a lujo inaccesible. Y no es verdad. A día de hoy en un bar de tapas es más barata la copa del vino de la casa (a menudo son de Ribera del Duero o de La Rioja, algo que también debería cambiar para recordar que Jumilla existe, por ejemplo) que una copa de ginebra con tónica. He aquí las dos primeras razones del rechazo al vino por parte de muchos millenials: la creencia de que el vino es caro y la asociación a los padres y a los abuelos entendiendo el vino como algo “demodé”, “vintage” y poco “actual”.
Fragmento de la conversación con Juan Manuel Bellver en misscenas.com :
“El vino está alejado de las nuevas generaciones. La alta burguesía y los ‘yupis’ buscaban un símbolo de identidad, y se fijaban en las puntuaciones de las guías. Y es que la gente joven no quiere ni el vino de su padre ni el del hermano mayor”, explica. Tenemos generaciones de “marquistas” y de bodegueros que son ellos los que ponen el precio, añade, “a menudo bastante alto”.
El tercer punto que explica esta apatía parte de la dificultad de entender el vino, de saber catar el vino, y diferenciar conceptos tan básicos como la añada, la barrica o las diferentes variedades de uva (porque, queridos amigos, Tempranillo es una variedad, no un vino joven y “temprano”). Ahí es donde entra mi labor, la de divulgar el vino para democratizar su lenguaje y la percepción que gira en torno a la enología.
Así que agradezco desde aquí una vez más a Juan Ramón Lucas por la labor que hace por el mundo de la enología, por los jóvenes y por darme un altavoz desde su casa.
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