Chile
Un vino chileno con el «hombre-sudoku» del panorama musical
El pasado viernes acudí a Lavinia de la calle de Ortega y Gasset 16 para tomar un vino chileno. Sí. No fue casualidad que optara por un Clos Ouvert-Huasa 2014 (pertenece a una bodega francesa, pero los viñedos están afincados en, desde hace 300 años, Chile).
Carménère es esa famosa uva chilena que en realidad es francesa (propia de la zona de Medoc) que utilizan en la mayoría de los vinos de este país. Sin embargo, Clos Ouvert combina otra variedad: huasa, también denominada ‘uva país’.
El porqué de mi búsqueda de un vino chileno se debe a que, en esta ocasión, la persona que decidió venir conmigo “de vinos” es un chileno de nacimiento, con un acento confuso, a caballo entre el sevillano y el madrileño, y madridista de sentimiento.
“No me permito el lujo de estar triste”, me dijo; frase que suscribo ciegamente y con la que quiero abrir este encuentro enológico, diferente, ameno y poco formal.
Esa fue su respuesta a una pregunta tan compleja sobre la definición de la felicidad, ese bien tan intangible, tan invisible a veces, imposible de retener en un frasco de cristal para saborearla cuando uno así lo desee.
Hablando de bienes efímeros, las croquetas de carabineros, del chef Fernando del Cerro, que maridamos con Clos Ouvert iban de maravilla. Hablemos del vino. Este vino joven presenta un color tan claro, que a simple vista podemos confundirnos y creer, por momentos, que se trata de un vino rosado. Para los amantes del vino ligero e incluso ácido (¿quién ha dicho que la acidez sea un defecto?, si no, que se lo expliquen a los amantes de la sidra), Clos Ouvert va bien. Y, aunque sea tinto, marida muy bien con el pescado.
Carlos Narea, a quien aun no he presentado, es el artista a la sombra de los artistas. Degustaba las croquetas entre frase y frase. Productor, director artístico, ese “hombre-sudoku” como se le conoce en el sector (un hombre-objeto cuando bromeaba al confesarle que hice un estudio sobre su estrategia en organización de eventos musicales y que fue mi objeto de estudio) me habla de su inmensa trayectoria profesional, desde la humildad y la discreción.
Carlo es un hombre de estatura media-alta, con bigote, pelo largo y de arrugas en rostro que reflejan la sabiduría del paso del tiempo, otra incógnita en nuestra vida. “Me siento muy joven por dentro”, confiesa. “Poco ha cambiado en mi vida, la verdad. Sí, vas aprendiendo más cosas, adquiriendo más experiencia en los que haces... pero en realidad sigo sin saber nada”, añade en una línea muy socrática.
Como apuntaba antes, chileno de nacimiento, madridista de sentimiento, Narea vive en Sevilla, pero cada dos semanas sube a la capital. Me cuenta que su madridismo surge el primer día que pisa España, cuando un amigo le invita a un partido del Real Madrid en el Bernabéu.
“Pude despedirme, en mi pasado viaja a Madrid, de Manolo Tena, era un talento entrañable.Él estaba agradecido por haber sacado adelante a ‘A mi manera’ en la pequeña pantalla. Produje Alarma con Tena. Al menos he podido despedirme de él” cuenta con nostalgia y cierto orgullo del que fue su artista y, sobre todo, amigo."
“Tomarse la vida con humor” es uno de los lemas de Narea, quien “da el pelotazo” profesionalmente hablando con Miguel Ríos a principios de los 80. Aunque la cúspide del éxito se podría decir que la alcanza cuando pasa de la dirección técnica de los conciertos a la dirección artística, y los 40 Principales le ofrecen organizar el 40 aniversario en el Vicente Calderón.
Sensible al talento, este chileno proviene de una familia de músicos, y, como él dice, entre risas y confidencias, “lo llevaba en los gérmenes, en lugar de genes”. Su abuela era bolerista, pero, para poder actuar, tuvo que cambiar su nombre, ya que pertenecía a una ‘familia bien’ y entonces no estaba bien visto dedicarse al espectáculo.
Su apellido es vasco, aunque asegura, con gracia, que “nunca hemos ejercido de vascos”. Recuerda con especial cariño a su madre: “me ha enseñado la alegría de vivir; era una mujer dinámica, hospitalaria, llenaba la casa siempre de gente, era muy optimista. Cuando peor estaban las cosas, hacía una fiesta”.
Confiesa haber estudiado teatro durante 7 años, que le ha servido para aplicarlo a su trabajo y afirma que no tiene muchos enemigos, ya que la diplomacia es uno de sus puntos fuertes.
“Enfermo optimista”, como él mismo se define, adicto a su trabajo, amigo de sus amigos, amante de los gatos y de los perros (su último amigo es un gato callejero que ha acogido y con el que duerme), afirma que “el destino lo escribe cada uno”.
Cuando le pregunto por el secreto de su éxito contesta que siempre ha hecho las cosas lo mejor que ha podido. Y es que, en su trabajo, son los asistentes a los conciertos los que le dictan, básicamente, si hace bien las cosas; unos “espectadores-consumidores” que, además, sorprenden en numerosas ocasiones: “hablamos de un público imprevisible, al que, en un momento dado, algo que crees que iba a funcionar, no funciona, no gusta; y, por contra, la canción que crees que no iba a teminr de convencer a la gente, la cantan a la salida del concierto”.
La tendencia y el estado del gusto musical de España se define con eso que dijo Erich Fromm en su día: “el miedo a la soledad”. “Seguimos lo que se nos da. Podríamos decir que somos "seguidistas”, añade.
Aun sin considerarse un gran entendido de los vinos, Carlos Nerea ha quedado sorprendido con el vino que probamos; vino que yo, en lenguaje de emociones que es de lo que va la Cata de Katy, definiría como vino divertido, fresco, alegre y nada pretencioso, muy en la línea de mi invitado.
Sobre el vino...
Fuente: Lavinia
Vino 100% natural
Vinificación: 6 meses en barrica americana
Uvas: Huasa
Bodega francesa
Puede resultar paradójico que Huasa, uno de los vinos más auténticos de Chile, esté elaborado por una bodega con nombre francés. Pero lo cierto es que el galo Louis-Antoine Luyt, fundador del Clos Ouvert, ha encontrado en la modesta uva del país un tesoro para dar a este tinto un carácter natural, fresco y puro. Sin duda, una grandísima sorpresa.
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