#AndroidWorks pese a todo
La noticia está servida. La Comisión Europea ultima ya una sanción multimillonaria a Google por el llamado «Caso Android»: un presunto abuso de dominio del gigante tecnológico sobre el resto de empresas del sector a través del sistema operativo de Android en el ámbito de la Unión Europea. Algo similar ocurrió el año pasado, cuando la misma Comisión sancionó a Google con 2.424 millones de euros por considerar que su sistema de compra online suponía un abuso al resto de plataformas. Según fuentes, la nueva multa podría ser de alrededor de 4.000 millones. Un nuevo récord que, de nuevo, batiría Google.
Habría que remontarse al pasado para comprender en qué se basa la Comisión para acusar a Google de abuso de poder una vez más. Antes de que Android surgiese y se consolidase como el sistema operativo móvil más extendido y utilizado del mundo, el mercado se encontraba dividido entre sistemas minoritarios (Nokia, Blackberry, Motorola, etc.) y los usuarios solo tenían acceso a las características y aplicaciones específicas de cada uno de los sistemas si adquirían un móvil que lo contuviese. Esto cambia de forma radical cuando Google lanza Android: un sistema operativo que busca romper con este modelo y ofrecer una plataforma casi hegemónica que permitiese a usuarios de cualquier marca de telefonía móvil disfrutar de las aplicaciones y ventajas de un mismo sistema operativo.
Con este noble objetivo y en un ejercicio de auténtica democratización tecnológica, Android se ha convertido en el principal sistema operativo y se encuentra integrado en casi cualquier tipo de dispositivo móvil, lo cual ha supuesto una apertura colosal del mercado de la telefonía a cualquier tipo de usuario: ya podemos comprar desde baratísimos dispositivos hasta móviles de alta gama con sistema Android. Cualquier usuario, sea cual sea su nivel socioeconómico y venga de donde venga, puede utilizar en iguales condiciones las mismas utilidades en su dispositivo. Todo el mundo, por ende, es igual a los ojos de Android. Una idea que parece no compartir la monstruosa burocracia europea.
La Comisión parece haberse autoimpuesto como objetivo la fragmentación absoluta de Android en aras de «una liberalización del mercado» en el ámbito de los sistemas operativos. Una falsa premisa, puesto que si Android ha llegado donde ha llegado es, precisamente, por medio de la competencia, máxima inmutable del mercado libre, ofreciendo una mejor opción que sus competidores en todos los espacios posibles. Esta nueva multa a Google no es más que otra pataleta europea contra la libertad de empresa y la evidente superioridad técnica de la empresa frente al resto. Un cuasi monopolio meritorio que se ha convertido en la nave insignia del sector por medio de la constante innovación y oferta de nuevos servicios atendiendo las necesidades y demandas de una clientela cada vez más exigente y ávida de nuevas funciones para sus terminales.
No olvidemos el aspecto más social de Android. Aparte de garantizar el acceso a una tecnología de primera calidad a casi cualquier persona con un mínimo poder adquisitivo, este sistema operativo ofrece trabajo solo en la Unión Europea a nada menos que dos millones de programadores especializados en el desarrollo de apps y nuevas características dentro del sistema de Android. Un hito que se ha logrado gracias a la estabilidad y fortaleza del sistema operativo y que ahora se encuentra en grave peligro por culpa del afán liberticida de la Comisión Europea.
La decisión parece irrevocable. La vorágine de ataques al libre mercado perpetrada por nuestros burócratas de primer nivel no hará más que alejar la innovación, el desarrollo y, a fin de cuentas, el empleo y la riqueza de una UE que cada vez se asemeja más a sistemas caducos que acabaron colapsando por sus autolesiones tratando de poner freno a la ilimitada capacidad innovadora del ser humano que, inevitable, conduce a resultados exitosos como el de Android.
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