Violencia de género
Igualdad: un tesoro por conquistar
Europa es una fuente de inspiración para las libertades y la igualdad de las personas en un mundo donde, especialmente los niños y las mujeres, padecen abusos que no son tolerables y que deben ser perseguidos hasta su erradicación. El Día Internacional contra la Violencia de Género tiene por objeto hacer una llamada de atención sobre la situación de opresión en la que viven millones de mujeres y que, por desgracia, también se produce con demasiada frecuencia en nuestro país.
Es encomiable el esfuerzo que las Administraciones han realizado en los últimos años para prevenir esta lacra social derivada de décadas en las que el papel de la mujer estaba disminuido en cuanto a su presencia laboral y en puestos de relevancia de los diferentes sectores sociales. La violencia ejercida contra las mujeres es execrable y las cifras de ataques no acaban de bajar a la velocidad que sería deseable.
La crisis económica ha tensionado aún más muchos hogares donde ya se ejercía la violencia silenciosa, de puertas hacia adentro, y los casos de agresiones nos sobresaltan y desgarran. No podemos permanecer impasibles. El sentimiento de superioridad moral y física que algunos, que se llaman hombres, proyectan hacia sus parejas es difícil de combatir una vez que esa enfermedad ha dado síntomas de haberse desarrollado plenamente. Contra ellos sólo se puede aplicar la contundencia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y el imperio de la Ley que administran los Tribunales.
El esfuerzo en aumentar los medios materiales y los recursos humanos ha sido considerable pero siempre resultará insuficiente. Incluso hay Gobiernos autonómicos como el valenciano que han dado un paso atrás, ya que los recortes en las partidas de Política Inclusiva de este año que capitanea Mónica Oltra, contrasta con el aumento en la contratación de asesores a su servicio. Y en los Presupuestos de 2017 el diseño en la lucha contra la violencia de género tampoco permite ser optimista.
Elevando la mirada, sin embargo, habrá que convenir que el gran reto de todos es el de la concienciación social y la educación. Es necesario que todos estemos alerta y denunciemos cualquier situación de abuso del que seamos consciente. Avisar en estadios tempranos de este mal que sin duda es el machismo puede salvar vidas y eso no tiene precio.
El miedo a denunciar debe desaparecer y la garantía del anonimato del denunciante es un avance sustancial. Y también lo son las casas de acogida para mujeres maltratadas que permiten reactivar el proyecto vital de la víctima y, en su caso, de los hijos que la acompañan. La ayuda psicológica y la reafirmación de la autoestima de las mujeres que han sufrido maltratos son dos valores que en los últimos años hemos cultivado como sociedad adelantada.
La asignatura aún pendiente de aprobar es la inversión en educación. La igualdad se debe trabajar con programas en la que los niños y las niñas perciban su igualdad en capacidades, creatividad y roles sociales. Faltan muchas mujeres en puestos de responsabilidad pero ya se están dejando notar en la banca, en la política y en un sinfín de áreas económicas, deportivas y sociales, demostrando que la valía no tiene género.
Mientras va ascendiendo esa corriente natural –donde hombres y mujeres comparten y se alternan en el desempeño de tareas que requieren alta formación– resulta fundamental esa educación en igualdad que es la mejor política preventiva. Los centros educativos están concienciando a los alumnos, al profesorado y a las familias de la necesidad de fomentar el respeto y esa apuesta tendrá su rédito en el futuro. La mente humana se forma desde edades tempranas y esta percepción del prójimo en pie de igualdad con independencia de su género queda fijada de por vida.
Las generaciones venideras deben ser más tolerantes y decididas en la defensa de la equidad de hombres y mujeres y en ese tránsito hacia un salto adelante de calidad de nuestra democracia seguiremos padeciendo episodios de violencia que debemos minimizar al máximo. Los responsables políticos hemos de dar ejemplo y no ser condescendientes con comentarios y expresiones que se realizan de forma cobarde.
Al amparo de las redes sociales también se producen abusos y violencia de género que también hemos de perseguir y poner coto. Y también hay que poner el acento en la ayuda internacional para fomentar esta actitud natural de igualdad en países donde el día a día de la mujer resulta complicado y su sumisión a un papel preponderante del hombre arraigado desde hace siglos sonroja a quienes disfrutamos de un régimen de libertades que debería ser universal. Hay que perseverar en el intento y desear que con el esfuerzo colectivo construyamos una sociedad modélica. Empecemos por nuestras propias actitudes cotidianas para que puedan servir de espejo a quienes nos sucederán.
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