Salud
Mindfulness para acabar con el estrés
La palabra Mindfulness está de moda. Y cada día lo está más. Hay numerosos centros que ofrecen clases y cursos de meditación. El Mindfulness está llegando también a escuelas y centros de trabajo. ¿Pero funciona realmente? ¿Es tan útil como dicen?
¿Vives con la preocupación metida en el cuerpo?
Recuerdo con cierta sonrisa cómo hace unos años una de las frases que más empleaba era la siguiente, como lo recordará también mi hermana pequeña: “Tengo que estar preocupada”. Sí, vivía constantemente con el miedo en el cuerpo, pensando que tenía que estar preparada para cualquier desgracia que puediera pasar en mi casa. Incluso cuando parece que todo iba bien y me estaba divirtiendo por ahí, la dichosa frase volvía a mi mente, para no dejarme disfrutar y hacerme estar alerta. Lógicamente lo hacía de forma inconsciente, no sabía que lo que me estaba pasando es que vivía llena de miedos, el famoso miedo al futuro, miedo a que todo vaya mal.
Gracias al Coaching, libros de desarrollo personal como “El poder del ahora” de Eckhart Tolle o “Deja de ser tú” de Joe Dispenza, así como mis propias reflexiones a través de mi blog he conseguido poco a poco deshacerme de esa idea y ahora además intento aplicar a mi vida aspectos tales como la meditación mindfulness, pensamiento positivo o la llamada Ley de Atracción, explicada magistralmente por Joe Dispenza, autor del libro mencionado, desde el punto de vista de la física cuántica.
Meditación y las Ondas cerebrales
Y es que la ciencia y la meditación tienen mucho más que ver de lo que parece a simple vista. Hoy con los avances tecnológicos y científicos, como el electroencefalograma, podemos medir las ondas cerebrales: se trata de impulsos nerviosos que nuestras neuronas producen, generando así un ritmo que da lugar a ondas, medidas en hercios. Estamos hablando de varios tipos de ondas, aunque voy a detenerme especialmente en dos: Alfa y Beta y la relación que tienen con el estrés y la vida moderna. Pero antes, una breve descripción de cada una de ellas:
DELTA (1 a 3 Hz). Las delta son ondas de frecuencia muy baja y se producen cuando estamos profundamente dormidos.
ZETA (3,5 a 7,5 Hz). Esas ondas se dan cuando nos estamos durmiendo o tenemos una meditación muy profunda, pero no somos completamente inconscientes.
ALFA (8 a 13 Hz). Ondas que transmiten paz, de frecuencia media, se consiguen con la relajación, meditación mindfulness y permiten que dejemos de lado los juicios de nuestra mente, encontrándonos en un estado consciente relajado.
BETA (12 a 30 Hz): Las beta son las ondas de alta frecuencia. En el mundo occidental estamos en ese estado la mayor parte del tiempo, es el estado consciente y nos permite desenvolvernos con normalidad en el mundo actual. Pueden ser de 3 tipos: bajas, medias y altas. El estrés se produce a frecuencia alta de las ondas Beta.
GAMMA(30 a 100 Hz): Ondas de frecuencia muy alta, se dan en momentos muy creativos o de fluir, cuando al realizar una determinada actividad que nos apasiona, el tiempo deja de existir para nosotros.
El caso es que lo que consigue la meditación o Mindfulness es pasar de las ondas Beta a las ondas Alfa, para que logremos mayor tranquilidad en nuestra vida , lucidez y una percepción positiva de la realidad. Pero la cosa no acaba ahí.
Resulta que las ondas Beta pueden ser de distinta frecuencia: baja, media y alta. Si bien la frecuencia baja se corresponde con momentos en los que por ejemplo leemos algo que ya conocemos y por tanto no necesitamos tanta concentración, las ondas Beta medias sí requieren concentración por nuestra parte (como por ejemplo cuando estudiamos algo nuevo); mientras que la Beta Alta es un estado de alerta que se genera con el estrés para prepararnos para la lucha o huída ante una situación de peligro.
¿Pero qué ocurre cuando vivimos constantemente en las ondas Beta altas, es decir, cuando el estrés forma parte de nuestra vida? Pues ni más ni menos que estamos en estado de superviviencia permanente. Es decir, mientras el estrés es una respuesta concreta y corta a un peligro real, asegurando nuestra supervivencia, cuando éste se convierte en algo contínuo y además no existen peligros reales sino más bien imaginarios, estamos llevando una vida que produce desequilibrio en nuestro cuerpo y mente a largo plazo.
El estrés y Mindfulness
Ana Costa, psicóloga y experta en Mindfulness por la Universidad y autora del curso online “Aprendiendo a parar”, ha respondido amablemente a la pregunta de qué es el estrés y cómo Mindfulness puede ayudarnos a atajar este problema, tan común en la sociedad occidental de hoy.
El estrés desde un punto de vista psicológico, por simplificarlo mucho, sería la percepción que tiene la persona de una situación como estimulante.
Si es percibida como positiva, entonces hablamos de "eustrés", que es ese tipo de estrés "bueno"o positivo que nos ilusiona, nos estimula y nos impulsa a avanzar y a mejorar.
Sin embargo, en general, cuando hablamos de estrés, solemos referirnos al "distrés"o estrés "malo". En ese caso, la situación es percibida como negativa y nos cuesta mucho manejarla porque nos supera y nos sobrepasa y nos sentimos desbordados por ella y sin los recursos suficientes para hacerle frente.
Lo vivimos como una amenaza, aunque no lo sea realmente, y nuestro cuerpo se prepara para "salvarse"y se pone en alerta, con el objetivo de dar una respuesta que nos "salve la vida", es decir, de defensa, lucha o huida.
Si eso ocurre solo de vez en cuando, no resulta tan grave. El problema está cuando vivimos en alerta permanente, bien porque no nos sentimos preparados para las situaciones que debemos enfrentar, o bien porque tenemos que hacer frente a demasiadas cosas a la vez. Al principio, lo vamos manejando como podemos, pero, llega un momento que tanta estimulación nos agota, nos deja exhaustos y nos derrumba física, psicológica y emocionalmente.
Si estamos permanentemente estresados, nuestra salud se verá cada vez más afectada, pudiendo llegar a trastornos de ansiedad severos, o a consecuencias muy graves y peligrosas (trastornos cardíacos, problemas digestivos graves, etc.).
La práctica del mindfulness tiene muchos efectos beneficiosos, todos muy importantes a la hora de afrontar nuestro estrés. Por ejemplo:
- Aprendemos a estar en el presente, con lo que nuestra mente no se escapa tanto al futuro y, por tanto, no nos preocupamos por todo lo que hipotéticamente podría pasar (que, cuando sufrimos de estrés, siempre es terrible).
- Aprendemos a aceptar las situaciones y a no dejarnos arrastrar por ellas, con lo que, nuestra actitud cambia y no nos sentimos tan sobrepasados por lo que ocurre.
- Nuestro cuerpo segrega hormonas compatibles con la calma y la relajación y, por tanto, incompatibles con las que se segregan en estados de alerta o activación extrema.
- Se desarrolla la parte prefrontal de nuestro cerebro que tiene que ver con responder, en lugar de reaccionar, es decir con aprender a desapegarnos de la realidad y a verla con la distancia y la objetividad necesaria para elegir qué respuesta queremos dar y cómo queremos actuar, en lugar de actuar automáticamente, sin pensar, ni valorar.
- Aprendemos a focalizar nuestra atención en una sola cosa cada vez, por lo que dejamos de sentirnos sobrecargados y saturados por demasiadas cosas a la vez.
- Nuestra mente se tranquiliza y dejan de asaltarnos continuamente tantos pensamientos que nos provocan mucho estrés.
¿Qué ocurre cuando estamos en un estado de supervivencia constante?
En primer lugar nuestra atención se focaliza hacia el exterior, estamos contínuamente concentrados y gastamos grandes cantidades de energía, de modo que al final del día nos sentimos profundamente cansados, física y anímicamente.
Las consecuencias en general son conocidas por muchos: ansiedad, ira, dolor, preocupación, frustración, miedo, competitividad, inseguridad, baja autoestima.
Todo en un estado de supervivencia es una emergencia. Nos volvemos obsesivos y compulsivos, sufrimos de insomnio o fatiga crónica, padecemos ansiedad o depresión o queremos ser los mejores y nos obsesionamos con el perfeccionismo y hacerlo todo bien.
¿Cómo podemos salir del estado de supervivencia?
El problema es que si a una persona en ese estado de supervivencia le dices: “tienes que cambiar de actitud”, lo único que consigues es agravar su problema. Su mente está viendo nuevos problemas que afrontar, y el estrés aumenta. Porque pasar del estado de ondas beta altas a ondas alfa, que son las propias de relajación y quietud, es muy difícil. Pero no imposible.
Por ejemplo, existe una estratagema propia del Coaching Estratégico llamada “Cómo empeorar”. Se trata de que cada noche antes de irnos a dormir dediquemos 5-10 minutos para pensar cómo podemos empeorar aun más la situación que nos genera estrés. Es curioso cómo en la mayoría de los casos se produce el efecto contrario: al pensar en cómo empeorar nuestra situación, de repente nos hacemos conscientes de que somos nosotros mismos quienes hacemos todo aquello para estar peor. Es decir, nos damos cuenta de que todo depende de nosotros, de cómo actuamos, vemos o interpretamos la realidad.
Por otro lado, Joe Dispenza, autor del libro “Deja de ser tú”, nos propone utilizar la meditación a nuestro favor. Es una manera de ir bajando poco a poco las ondas Beta altas a medias y luego a bajas, para así llegar a las puertas de las ondas Alfa, que harán que dejemos de concentrarnos en el exterior, en el tiempo o nuestro propio cuerpo, y vayamos más allá de nuestra mente, analítica y juzgadora, adentrándonos en el mundo interior, abstrayéndonos del espacio y del tiempo.
Lógicamente realizar la meditación de forma adecuada requiere paciencia, tiempo y mucha constancia. Pero según este autor, al cabo de una semana estaremos preparados para iniciar una práctica efectiva de la meditación y así ser capaces de salir de ese estado de estrés que domina nuestra vida para empezar a vivir, en lugar de dedicarnos a sobrevivir en nuestra vida diaria.
Por último, si no quieres perderte un potente curso gratuito en vídeo sobre Creencias Limitantes de nuestra infancia, suscríbete a mi blog y en breve lo recibirás por correo.
El Mindfulness está llegando a escuelas y centros de trabajo. ¿Pero funciona realmente?
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