Con la muerte en los talones

Por Luis Miguel Belda

No estoy seguro de que Cassandra, esa joven condenada por practicar el “sarcasmo” (sic) con la muerte de otros, fuera consciente de la trascendencia que tendría, también en su vida, esa retahíla de tuits que durante algunos años esparció creyendo, quizás, que nadie más que su grupo de amigos la leía. De lo contrario, la cuestión es qué algoritmo no distingue entre la libertad de expresión y la obscenidad, de modo que nada ni nadie puso freno a esta murciana en estos años. Lo que impresiona aún más es que al populismo le dé ahora por hacerla más popular si cabe. Se le habrá subido la Coca-Cola a la cabeza.