Feria de San Isidro
Caballero se salvó a golpe de raza
Da una vuelta al ruedo con un sexto descomunal y muy áspero en la muleta en la Feria de San Isidro.
Da una vuelta al ruedo con un sexto descomunal y muy áspero en la muleta en la Feria de San Isidro.
Las Ventas. Decimoctava de San Isidro. Se lidiaron toros de José Luis Pereda, desiguales de presentación. El 1º, flojo y deslucido; el 2º, encastado; el 3º, noble y sin fuelle; el 4º, noble y con movilidad aunque sin demasiada codicia; el 5º, áspero y derrotón; y el 6º, movilidad sin humillación, brutote. Menos de tres cuartos de entrada: 16.294 espectadores.
Morenito de Aranda, de nazareno y oro, pinchazo, media estocada (silencio); media, aviso, estocada defectuosa (silencio).
Iván Fandiño, de azul y oro, media atravesada y punto trasera, descabello (saludos); estocada caída (silencio).
Gonzalo Caballero, de gris y oro, estocada fulminante (saludos); estocada (vuelta al ruedo).
Hacía solo un año que Víctor Barrio hizo el paseíllo en Madrid. Nadie podía imaginar lo que pasaría después. Ayer cumpliría lo 30. Un toro se le cruzó en el camino el 9 de julio y le quitó la vida para elevarle a la gloria del toreo. Se guardó un minuto de silencio al finalizar el paseíllo. Algo cambió para muchos aquella tarde de verano en Teruel. Volvimos a la realidad. A la dureza isidril que tenían por delante Morenito, Fandiño y Gonzalo Caballero como un año antes la tuvo él, Barrio. Eterno Barrio. A Morenito se le cerraron de par en par las puertas del sueño con el primero, tan flojo como deslucido, pasaba por allí cansino y sin entrega, nada había que hacer más que matarle con dignidad. Y eso intentó. A portagayola se fue a parar al cuarto. Pero tuvo que desistir y pararle cuando vio que el toro salía despistado, a lo suyo. Brindó al cielo, a la memoria de Víctor. Fue compañero de terna aquella fatídica tarde. Otra cosa resultó el toro en el último tercio. Tuvo nobleza el animal, movilidad, aunque salía desentendido del encuentro pero tenía sus teclas, lo vimos en una tanda de derechazos de Morenito muy con los vuelos, muy embebido el toro, bonitos los muletazos. ¿Qué había sido la excepción? ¿La calidad del toro o del toreo? Faltó contenido a la faena y contundencia a la espada y la tarde se nos fue. Se nos iba.
Pasábamos palabra, mejor dicho toro, y saltamos al turno de Fandiño. Se protestó al segundo de salida y sólo se paró cuando Fandiño le hizo un pase cambiado en el ruedo. Tenía miga el toro, movilidad con transmisión porque rondaba el genio. Intuimos que podía haber faena en una tanda diestra, viajaba el toro por abajo con codicia, pero tardó poco en ensuciarse la faena y no encontró Fandiño la continuidad, el hilo conductor, se le desmontó el argumento al natural, acortó faena, se agradece, y subió el nivel con las bernardinas pero no dejaba atrás sustancia. El quinto tuvo sus complicaciones, áspero y derrotón y Fandiño anduvo desdibujado e intermitente de principio a fin.
No llevaba brazalete Gonzalo Caballero ni nada que recordara a simple vista la pérdida reciente de su padre, pero el brindis al cielo impresionó. Media vida de recuerdos dejaría ahí. Para ellos quedaba. Suponemos que era a su padre, claro. El toro no quiso ser cómplice y en la faena sólo pudo poner verdad. Iba y venía el toro con nobleza pero sin fuelle ninguno. La muerte fue brutal. En la rectitud. Y fulminante. Torera. Las manoletinas finales del sexto fueron a sangre y fuego. Se olía el percance como si fuera un descuento. Tremendo. Y de hecho se libró de puro milagro. Y así en la faena, en vilo. El toro tuvo movilidad, además de dos pedazo pitones, pero no entrega, salía siempre con la cara muy por arriba, brutote, le buscó las vueltas de todas las maneras que supo. Y sobre todo, le volvió a meter la mano con la espada con verdad y habilidad. Ya era mucho. Dio una vuelta al ruedo. Se había salvado Caballero de una tarde nefasta a golpe de raza.
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