Naturaleza
El volcán con un lago escondido en su cráter que pocos conocen en España
Entre paisajes lunares y cultivos de plátano, se esconde un insólito espejo de agua que parece salido de una novela de aventuras... o de un dron curioso
En el norte de Tenerife, donde las nubes acarician las cumbres y los barrancos y las plataneras se mueven al mismo compás, se encuentra uno de los secretos mejor guardados del paisaje volcánico canario: un enorme lago artificial escondido dentro del cráter de un volcán.
Se trata del Embalse de la Montaña de Taco, una tesoro geológico y agrícola ubicado entre los municipios de Buenavista del Norte y Los Silos. Este sorprendente embalse no es un lago natural ni una atracción turística al uso, pero eso no impide que cause asombro a quien se topa con él por primera vez, especialmente si lo ve desde el cielo.
Desde lo alto, la imagen desconcierta: un cráter perfectamente definido alberga un cuerpo de agua azul que, más que un depósito, parece un lago de alta montaña. Sin embargo, no te dejes engañar: el idílico paisaje no es para chapotear. Este "lago" cumple una misión vital y muy terrenal: almacenar agua para el riego de los omnipresentes cultivos de plátano de la zona.
Un volcán convertido en obra maestra hidráulica
La historia de este lugar tiene más giros que una novela de Freida McFadden. La Montaña de Taco fue, en sus días menos verdes, una cantera de picón (esa grava volcánica típica canaria que se usa en jardinería y agricultura). Pero en la década de los 80, las autoridades vieron en su cráter una oportunidad única: aprovechar esa forma natural para crear un embalse.
Así nació la primera y más ambiciosa obra del Plan de Balsas del Norte de Tenerife, un proyecto prioritario para garantizar el suministro de agua en una de las zonas agrícolas más importantes de la isla. La construcción, que costó más de 19 millones de euros, culminó con la inauguración oficial del embalse el 17 de mayo de 1986.
El resultado es una imponente infraestructura con capacidad para 821.700 metros cúbicos de agua, repartidos en una superficie de 6,49 hectáreas y una profundidad máxima de 13,7 metros.
Ruta hacia lo inesperado
Quienes se animan a explorar esta zona se embarcan en una experiencia de senderismo nada habitual. Aquí no hay caminos balizados ni carteles informativos; la ruta hacia la cima de la Montaña de Taco requiere intuición, piernas firmes y pantalones largos (o cortos, depende de la estación).
El recorrido toma unos 45 minutos a ritmo tranquilo, y aunque el trayecto no esté oficialmente señalizado, las vistas desde lo alto son una recompensa más que suficiente. Desde el cráter, se puede disfrutar de panorámicas impresionantes del noroeste tinerfeño y del Atlántico, en un escenario que mezcla la rudeza volcánica con la serenidad del agua quieta.
Eso sí, conviene recordar que bañarse está totalmente descartado. Por muy apetecible que parezca lanzarse al agua en un día caluroso, este embalse no está diseñado para uso recreativo. Pero tranquilidad: playas, calas escondidas y piscinas naturales abundan por toda la isla para quien quiera refrescarse con estilo.