Salud

Cuatro de cada diez enfermos covid pierden función renal y uno la agudiza

Un grupo de investigadores de Castilla y León, liderado por el nefrólogo Francisco M. Herrera Gómez, detecta que la mortalidad de estas personas fue el doble que aquellos que no la padecían

En la imagen el grupo de investigadores liderado por el nefrólogo Francisco M. Herrera Gómez
En la imagen el grupo de investigadores liderado por el nefrólogo Francisco M. Herrera GómezIcalIcal

La lesión renal aguda es una complicación frecuente y grave entre los pacientes con COVID-19, con una mortalidad muy alta, que requiere mayor atención por parte de los facultativos a la hora de prescribir medicamentos y detectar manifestaciones propias de la enfermedad como el síndrome respiratorio agudo grave (SARS) y el síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SIRS).

Esta es la principal conclusión a la que ha llegado un grupo de investigadores de Castilla y León, liderados por Francisco M. Herrera Gómez, nefrólogo del Complejo Asistencial de Zamora y profesor asociado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid, que acaba de publicarse en la revista Frontiers in Medicine, una de las de mayor impacto en su sector, y que también arroja que uno de cada diez afectados por coronavirus que ingresa en el hospital acaba desarrollando esta patología.

La investigación determina que, tras los pulmones, el órgano que más falla son los riñones. “Vimos que hasta un 40 por ciento de los pacientes en la primera ola perdía función renal y necesitaban de diálisis”. “No pensé que podían llegar a ser tantos, pero es que la inmunidad es tan agresiva, que ni siquiera podemos apagarla con medicamentos”, precisa Herrera Gómez.

El trabajo se centró en evaluar el tratamiento, las comorbilidades y los predictores de muerte hospitalaria en pacientes COVID-19 con lesión renal aguda, así como en medir los fallecimientos, suministro de oxígeno y ventilación, necesidad de diálisis aguda, medicamentos, la duración de las estancias en el hospital y la unidad de cuidados intensivos (UCI).

Los investigadores detectaron que la mortalidad entre los pacientes con lesión renal aguda fue el doble que la observada en pacientes que no la padecían (46,1 frente a 21,79 por ciento), y que los predictores de muerte hospitalaria en pacientes COVID-19 con esta patología fueron necesidades de ventilación; tratamiento con esteroides o fármacos para el síndrome de respuesta inflamatoria antisistémica (anti-SRIS), aparición de síndrome respiratorio agudo severo y ocurrencia de síndrome de respuesta inflamatoria antisistémica.

El trabajo, basado en el ‘big data’, parte de la historia clínica de los 7.307 pacientes que ingresaron entre el 1 de marzo y el 31 de mayo en los 14 hospitales públicos de Castilla y León, y tuvo como objetivo medir el fracaso renal aguado, la oxigenoterapia asociada al deterioro de la función renal, y los factores de riesgo de los pacientes COVID-19. “Es una asociación casi lógica, que medimos matemáticamente”, destaca.

Además, se detectó que el 10,87 por ciento de los pacientes ingresados por covid desarrollaron una lesión renal aguda; de los que más de la mitad tenía hipertensión (57,93 por ciento); casi la mitad padecía una enfermedad cardiovascular (48,99 por ciento); algo más de una cuarta parte, diabetes (26,7 por ciento) y un 14,36 sufría enfermedad renal crónica.

Para tratarlos, se recurrió a antibióticos (en el 90,43 por ciento de los casos), antimaláricos (60,45 por ciento), esteroides (48,61por ciento ), y en menor medida a antivirales (33,38 por ciento), fármacos para el síndrome de respuesta inflamatoria antisistémica (9,45 por ciento) y tocilizumab (8,31 por ciento), que también se utiliza para tratar la inflamación.

En el estudio también participaron Francisco Javier Álvarez González, catedrático de Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid; Eduardo Gutiérrez Abejón, de la Dirección Técnica de Farmacia de Gerencia Regional de Salud; Débora Martín García, nefróloga en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid, y Eduardo Tamayo, catedrático en la Facultad de Medicina y anestesista en el Clínico de Valladolid.