Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca, es un poeta de referencia internacional, no solo por la alta calidad de su poesía con distintos ramajes e intensidades, traducida parcialmente a cincuenta idiomas, sino también por su generoso empeño en servir de puente a la poesía que se escribe en ambas orillas del español y del portugués. Hablaremos sobre esta faceta de gestor cultural, toda vez que ya ha empezado a confeccionar el programa del XXIV Encuentro de Poetas Iberoamericanos de Salamanca, una cita de prestigio más allá de cualquier frontera provincial.
-Para empezar, ¿de dónde le sale este derroche de generosidad para con la obra de los demás? Se lo pregunto, porque bien podría estar dedicado exclusivamente a dejar conocer su excelente y conmovedora poesía, luego de tres décadas al servicio de versos ajenos.
-Gracias por su apreciación. Para lograr salir adelante en esta especie de misión, sigo a rajatabla lo aconsejado por el Amado galileo, el Poeta del Reino: “Hay más dicha en dar que en recibir”, como nos lo recuerda Pablo de Tarso en un pasaje de Hechos. No es sencillo superar este aprendizaje, porque al momento surgen críticas, inquinas, rencores de aquellos que se estiman mejores poetas, forman parte del partido X o integran las consabidas capillas literarias. Pero he sabido poner varias veces la mejilla, e invitar a autores que no me ofrecerían ni unas gotas de agua en el desierto. Al margen de mis dos fes -poética y cristiana-, también me ha ayudado el tener bien claro que los encuentros salen adelante con fondos públicos, del Ayuntamiento de Salamanca a través de la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes, y que, tratándose de poetas salmantinos con obra publicada, todos tienen derecho a participar cuando les llegue el turno, porque los encuentros congregan a autores de otras provincias de España, de Portugal y de América Latina. De haber alcanzado esta actitud sí agradezco a las enseñanzas del Rabí. Acerca de lo mío, de mi poesía, no es que sea lo de menos, pero han sido y serán otros quienes la valoren, si algo de valor portan en las entrañas de sus versos. Por todo ello, prefiero ser raíz y que por Salamanca destaque la floración poética de otros. Y es que, en nuestros encuentros, además de la fraternidad, la Poesía se hace presencia, se carnaliza como una dama obsequiosa con sus elegidos.
-¿Por qué enfatiza que la poesía se vuelve obsequiosa?
-La genuina Poesía suele ser especialmente huraña o esquiva a la hora de complacer a tanto advenedizo que la merodea, pretendiéndola melosamente para así instalarse en el podio de la fatuidad. Equivocan su tránsito, pero están obnubilados por la evanescente inmediatez de las redes, de los ‘me gusta’ o de los premios que se conceden unos a otros. Me refiero a los trepas o garrapatas, es evidente, pero también a los pseudo pontífices del canon poético, ciegos y sordos cuando se trata de la obra endeble de alguno de los suyos; mordaces y torquemadianos cuando una nueva voz -o una voz silenciada- surge en el panorama y entienden que puede hacerles sombra. En Salamanca, al menos en los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que dirijo, nunca hemos centrado la mirada en el canon consabido, muchas veces producto de intereses espurios a la propia poesía. Previo a los encuentros iberoamericanos, creados en 1998, en 1991 y 1992, coordiné dos Foros Poéticos Iberoamericanos, dentro de la programación que tuvo la Universidad de Salamanca para celebrar el V Centenario del Descubrimiento de América. Ese fue el germen del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, una idea mía y de la hispanista rumana Ioana Zlotescu, quien por entonces trabajaba para Patrimonio Nacional. Lo pensamos tras la lectura poética realizada en el Palacio Real de Madrid, el año 1991, donde -junto con Ioana- presentamos a Álvaro Mutis, Gonzalo Rojas, Olga Orozco, Francisco Matos Paoli y Emilio Adolfo Westphalen. Luego, como usualmente sucede cuando hace acto de presencia algún “Colón” de turno, lo silenciaron todo y otros se atribuyeron el mérito al completo. Y ya no se me invitó a dichas ceremonias ni como público, con la connivencia evidente de las “altas esferas”. Pero han pasado treinta años y bien puede comentarse esto, sin vanagloria, pero sí con satisfacción por un mínimo acierto que, contrario a lo pueda presumirse, no partió de la Facultad de Filología. El primer premiado fue Gonzalo Rojas, a quien el canon y la oficialidad cultural chilena no había concedido ni el Premio Nacional de su país. Su cercanía con Allende lo tenía vetado por los acólitos del dictador o por los instalados gracias a canonjías y otros servicios. Lo mismo ha sucedido con el poeta Elicura Chihuailaf, mapuche chileno a quien homenajeamos en 2009 y hace unos meses le han concedido el Premio de su país. Sugerí el nombre de José Emilio Pacheco para uno de los homenajes, y luego ganó el Reina Sofía o el Cervantes. Pero no se trata de premios más relevantes ni de otros compadreos; se trata de la apuesta por reconocer a poetas cuya obra merece un lugar en el panorama lírico iberoamericano, bien sea el cubano, Gastón Baquero o el portugués António Salvado, por ejemplo, y a quienes han obviado los que establecen el “canon”. Eso es lo menos importante, Borges no tuvo el Nobel y no pasa nada, pues era ya clásico en vida. A Baquero, también con nacionalidad española, le negaron el Premio Nacional de Poesía por su libro “Poemas invisibles”, editado por Verbum. Quedó segundo tras un poeta asturiano que no había publicado ningún libro y había muerto lustros atrás, pero ese año editaron una obra póstuma. Claro, un sobrino suyo era alto cargo del Ministerio de Cultura…
-Hablando del próximo Encuentro ¿Tiene ya en mente al poeta que recibirá el homenaje?
-Sí, lo he comentado con los responsables de la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes, y se ha decidido que sea Antonio Colinas. El XXIV Encuentro será el 13 y 14 de octubre, en su modalidad presencial y en el Teatro Liceo. Pero habrá otros actos previos y posteriores, tanto presenciales como virtuales, los cuales se están programando y, por ello, nada puedo adelantar.
-Colinas tiene el Premio Reina Sofía ¿Aquí sí parece que se trata de una apuesta segura?
-Para nada. Lo que tiene es una poesía excelente, bien cribada y alejada de toda estridencia o coloquialismos muy de moda. Con Antonio me une una amistad desde 1998, cuando se instaló en Salamanca y participó en la primera edición de estos encuentros; participación que ha sido constante en todas las 23 ediciones precedentes, salvo alguna y por motivos de viaje al extranjero. Debo recordarle que el primer homenaje salmantino lo coordiné yo desde la Sociedad de Estudios Literarios y Humanísticos de Salamanca. Un año después también dedicamos a él un número de la revista “El cielo de Salamanca”, que yo dirigía. Sería largo enumerar las muestras de aprecio a su poesía, las cuales no surgen por el Reina Sofía u otros reconocimientos. Fíjese que ni en su propia tierra se le concedió el Premio Castilla y León de las Letras, sino hasta 1998. En definitiva, de lo que se trata es de tributarle en vida un magno homenaje iberoamericano, un homenaje de los poetas al poeta. Y esto tiene más enjundia que cualquier premio, distinción o puesta de escarapelas cara a la galería.
-¿Cómo se logra que un festival poético esté llegando a su cita número 24 y con un prestigio incuestionable?
-Primero, con humildad, es decir, que uno debe dejarse de aspavientos o puestas en escena para la galería. Segundo, con credibilidad, sin seguir caminos trillados o pretender reconocimientos mediáticos a golpe de talonario. Tercero, con pasión. Este último ingrediente es el principal, máxime si logras trasmitir la misma a quienes son invitados cada año y que, en muchos casos, logran apoyos de instituciones y entidades de sus países de origen, para así dar el salto hasta el cónclave salmantino. Y cuarto, fijando la identidad del encuentro, serena, muy castellana, siempre rigurosa, nunca un festival de postureos o de figuras encumbradas. También permitiendo que jóvenes y maduros poetas se encuentren, se valoren y aprendan mutuamente. Finalmente, en quinto lugar, que bien puede ser el primero, con el apoyo incondicional del Ayuntamiento de Salamanca y de la gerencia de la Fundación. Puede que no disponga de muchos recursos, pero tampoco los he pedido, porque entiendo que hay otras áreas de la cultura que deben ser atendidas. Lo que si he tenido estos años es el pleno apoyo de los tres alcaldes y de los tres concejales de cultura que se han sucedido. Y esa confianza tiene un valor inapreciable, al menos para mí, ajeno a afanes crematísticos.
-Por otro lado, el encuentro que usted dirige incluye la entrega de premios internacionales, entre otros actos.
-Así es. Vendrán el mexicano Margarito Cuéllar y la española Carmen Palomo, ganador y accésit respectivos del Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, cuyos libros publicará Ediciones de la Diputación de Salamanca. También, de forma presencial o virtual, estarán el portugués Fernando Fitas y el venezolano Ernesto Román Orozco ganadores del Premio Internacional de Poesía António Salvado-Ciudad de Castelo Branco, tanto en lengua portuguesa como castellana. Junto a ellos, los accésits de dicho galardón lusitano; el portugués Renato Filipe Cardoso y la argentina María Chemes. A ellos hay que sumar al cubano Luis Manuel Pérez Boitiel, ganador del XIII Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero, que convoca la editorial Verbum y la Sociedad de Estudios Literarios y Humanísticos de Salamanca. Y, finalmente, el ganador o ganadora del II Premio Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana, que desde Salamanca convoca Tiberíades y que se fallará a finales de este mes.
- Para terminar, vuelvo en torno a la primera pregunta. ¿por qué no se le oye un discurso o alocución sobre la poesía y los encuentros en las ceremonias inaugurales?
-Me limito a presentar a los poetas, a llamarlos por su nombre y país de procedencia, sin dar mayores detalles, pues aquí los trae la poesía y sus poemas deben ser los únicos que se manifiesten. Nada de alardeos o nombradías. Es más, suelo pedir al público que los aplausos, si los hubiere, se dejen para el final del acto. Más grato que regodearme puliendo palabras de ceremonia, me resulta escuchar, como una sinfonía bien ensamblada, los variados acentos del castellano y del portugués que se congregan en la
Salamanca de Fray Luis de León y Unamuno, las dos estrellas que me guiaron hasta aquí, cuando decidí hacer la travesía de extramares. Y aquí fui acogido, hace 36 años, por otros dos “foráneos” como los primeros, el madrileño Carlos Palomeque y el murciano Alfonso Ortega Carmona, cuyas obras acrecientan el prestigio jurídico y humanístico de esta Capital del Tormes. A unos y otros, a los cuatro, tengo muy presentes a toda hora. ¿Cómo no ser generoso con otros, si Palomeque y Ortega lo fueron con este meteco recién llegado, sin beca ni recursos?
Pensándolo bien, estas últimas líneas bien podrían servirme de guion para un futuro discurso.
(Sonríe el poeta, pero tiene los ojos nublados de gratitud, pero también por otras vicisitudes de estos tiempos sombríos). Y damos por terminada la entrevista.