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Cultura

Cuando el miedo acechaba al libro

Se cumple medio siglo de la mayor oleada de violencia política contra librerías en España, que tuvo su reflejo en Castilla y León con quince ataques, la mayor parte de ellos en Valladolid

Ataque a librerías en los años 70 CachoIcal

“Allí donde se queman libros, se acaba quemando personas”. La cita es del poema ‘Almanzor’, firmado en 1823 por el escritor romántico alemán Heinrich Heine, y brinda su título a la investigación realizada por Gaizka Fernández Soldevilla y Juan Francisco López Pérez, que en 2023 vio la luz de la mano de la editorial Tecnos, en el libro ‘Allí donde se queman libros’, que nació de la lectura durante el confinamiento de ‘El infinito en un junco’, de Irene Vallejo. Con el subtítulo ‘La violencia política contra las librerías (1962-2018)’, el volumen repasa más de medio siglo de ataques contra los libreros en todo el país, que alcanzaron su apogeo en 1975, ahora hace 50 años, en los estertores del franquismo, y que también tuvieron su eco en Castilla y León.

La Comunidad fue la quinta autonomía más castigada de todo el país, al registrar quince de los 225 ataques en ese periodo confirmados por fuentes impresas contra librerías, ferias del libro, quioscos, editoriales y distribuidoras. Como reconocen los autores, “no son todos los que fueron”, ya que no fueron pocas las agresiones o amenazas sin denunciar o de las que no quedó constancia en prensa. Las comunidades más perjudicadas fueron Cataluña con 43 atentados, País Vasco con 40, Madrid con 37 y Valencia con 30.

Como relata el doctor en Filosofía y Letras por la UAM José María Gago González en su ensayo ‘Editores y libreros en la transición española’, un nuevo modelo de librerías se van estableciendo por doquier en Castilla y León desde mediados de los años setenta. Así, cita el ejemplo de Pisa en León en 1972, Antonio Machado en Segovia en 1974, Víctor Jara en Salamanca se inaugura en 1976, Punto y Línea en Segovia en 1978 o Alfar en Palencia en 1978. “Rompen todas ellas con el concepto tradicional de librería, es decir como despacho de libros, para convertirse, básicamente, en lugar de sociabilidad y de encuentro”, algo que, a su juicio, “arrastrará, incluso, a otras librerías tradicionales a adaptarse a los nuevos tiempos y abrir el espacio comercial al encuentro y la lectura, cuando menos”.

El 25 de mayo de 1976, ‘El País’ publicaba un reportaje que aseguraba que “una librería española es asaltada cada dos semanas”. Analizando los datos, el 87 por ciento de los atentados contra el mundo del libro fueron promovidos por la ultraderecha o tuvieron carácter parapolicial, mientras que ETA y su entorno se encontraba detrás del 7 por ciento de las acciones, la extrema izquierda organizó el 4 por ciento, y queda otro 2 por ciento sin aclarar. Además, tres cuartas partes de los ataques se concentraron en el lustro que va desde 1973 hasta 1978, y casi la mitad del total se registraron entre 1975 y 1977, algo que los autores achacan al temor a que la muerte de Franco conllevara el fin de la dictadura.

Según explica a Ical Gaizka Fernández, 1975 es “claramente” el año de decadencia tanto del régimen como del propio Franco. “Los movimientos de ultraderecha vinculados a Blas Piñar, luego a Fuerza Nueva y a las distintas variantes de Falange eran conscientes de que gran parte del régimen ya estaba mirando en otra dirección. Se sienten ‘traicionados’ porque sus antiguos compañeros están yendo hacia una democracia parlamentaria al estilo occidental, algo que no quieren, y emplean la violencia para intentar evitarlo, para intentar ir contra la historia, pero era imposible pararlo. Comienzan con ataques contra las librerías y salas de cine, pero cuando se dan cuenta de que eso no es suficiente su desesperación aumenta y suben un peldaño más: comienzan a matar gente. Así se ve que 1975 es el año con mayor volumen de ataques contra librerías, como 1980 es el año con mayor número de asesinatos a cargo de la extrema derecha”, relata.

A su juicio, con ello buscaban crear una suerte de “espejo distorsionador”, amplificando su propio protagonismo en la sociedad del momento para “parecen más fuertes y con mayor presencia de la que en realidad tenían”. Como explica Fernández, responsable en la actualidad del Área de Archivo, Investigación y Documentación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, “cuando atacas una librería o un cine o una persona, no solo te importa el objetivo inmediato, lo que quieres es mandar un mensaje a los que son como él y al propio poder para intentar manipularlo y que hagan lo que tú quieres. Si quemas una librería estás dando un aviso a todos los libreros y de paso al Gobierno. Eso es la esencia del terrorismo, que conlleva una violencia que va mucho más allá del acto en sí”.

Valladolid, la más castigada

En Castilla y León, Valladolid fue sin duda la ciudad más castigada, con doce de los quince ataques contra librerías. De esa docena de atentados, la mitad recayó en la librería Villalar, cuatro en Sandoval, mientras que Vigor y el stand de Fuerza Nueva en la Feria del Libro acapararon el resto. Palencia aglutinó dos ataques (en las librerías Vicente Blasco y Alfar), y el restante se produjo en la librería Payno de Burgos.

Para Fernández, Valladolid fue una de las ciudades más castigadas de toda España porque en esos años se consideraba “una de las bases de la ultraderecha”. En entonces cuando la rebautizan como ‘Fachadolid’, una etiqueta que apareció por primera vez en prensa el 25 de enero de 1981, en un artículo de ‘Interviú’ que denunciaba la violencia de grupos de extrema derecha, si bien como apunta el coautor del libro se trataba de algo que “venía de lejos”, en alusión al acto celebrado el 4 de marzo de 1934 en el Teatro Calderón, donde se escenificó la unificación entre Falange Española y las JONS.

“Aquello quedó en el imaginario de la ultraderecha y durante mucho tiempo se siguió haciendo un acto en homenaje a ese acto original, pero en realidad si ves los resultados electorales de Valladolid, no es que la ultraderecha fuera mucho más fuerte que en otras partes, ya que incluso ganó en las elecciones municipales y generales el PSOE. Quizá esa reacción fuera fruto de una reacción, ya que Valladolid era una de las ciudades con más voto de la izquierda y eso provocó una reacción más dura de la ultraderecha, pequeñita y minoritaria que había, con ataques a bares y algún asesinato. Eran muy pocos y tenían que hacerse notar, más si cabe en una ciudad donde había librerías de izquierdas, algo que no sucedía en poblaciones menores. Además, varios de los ataques sufridos coincidían con los actos de homenaje al cuatro de marzo, cuando llegaban a la ciudad ultraderechistas del resto de España.

La desaparecida librería Villalar de Valladolid fue la más damnificada, con seis ataques, llegando a situarse como la más asaltada de todo el país en el 76. La librería abrió sus puertas en mayo de 1972 gracias a pequeñas aportaciones de capital de grupos de la ciudad, tras un encontronazo del Arzobispado con la propuesta inicial de Isabel Gijón (de la Asociación de Amas de Casa), Carmen Delgado y Ana Carbajo (ambas de Izquierda Democrática). Finalmente se ubicó en la Plaza de la Universidad, estaba dirigida por Rafael García González y entre sus objetivos, además de la venta, estaba la realización de actividades culturales y acabó asumiendo también una labor editorial. Durante sus primeros meses en funcionamiento sufrieron tres asaltos nocturnos cuyo móvil parecía el robo, pero en la madrugada del 27 de diciembre de 1972 arrojaron una “piedra de regular tamaño” contra su escaparate, que tenía expuestos libros de cuentos infantiles y otros de carácter juvenil, y quedó destrozado.

El 1 de mayo de 1975 volverían a destrozar las lunas de la librería, que ese mismo año, los días 4 de marzo y 14 de abril, ya había sido vandalizada con inscripciones e insultos de matiz político. Un año después, en marzo de 1976 en Valladolid, como era habitual cada año, jóvenes ultraderechistas celebraron el aniversario de la fusión de la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera con las JONS de Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo, que se había producido el 4 de marzo de 1934 en el Teatro Calderón. Las librerías Villalar y Sandoval sufrieron sendos ataques.

Y el último ataque documentado contra Villalar se produjo a las dos y media de la madrugada del 25 de abril de 1980, cuando explotó un artefacto de pólvora prensada, accionada con un trozo de mecha, destruyendo parte de la fachada de la librería, que acabaría cerrando sus puertas el 17 de noviembre de 1981.

De las cuatro librerías atacadas en Valladolid, Sandoval es la única que mantiene sus puertas abiertas en la actualidad. En 1973, Amparo Sandoval se trasladó desde Madrid hasta Valladolid para fundar la librería en el número 10 de la Plaza Santa Cruz, y en marzo de 1976 sufrieron el primer atentado de los cuatro que ha registrado, vinculado como señalábamos antes a la celebración de la fusión de la Falange y las JONS.

En ese momento ya trabajaba en la librería Miguel Jesús Sánchez, que asumiría la dirección de Sandoval en 1979, y que decidiría expandir el negocio dos décadas después, con la apertura en 1999 de un segundo local en el número 6 de la Plaza del Salvador. “Los radicales rompieron las lunas de la librería de la Plaza de Santa Cruz. Nos llamaron los vecinos, y nos tocó velar la noche en su interior. Se presentó denuncia, pero no surtió ningún efecto. Su importe lo pagó el seguro”, apunta él mismo a los autores. Ante la situación, la Agrupación Nacional de Comercio del Libro realizó una protesta formal, solicitando una actuación más eficaz por parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad, pero “no sirvió de mucho”, ya que ese mismo mes de marzo la librería Vicente Blanco (Palencia), especializada en libros de texto, fue arrasada por un incendio intencionado, y en mayo los escaparates de librería Vigor (Valladolid) aparecieron pintados con cruces gamadas.

Los otros ataques ultraderechistas contra Sandoval son más recientes. En noviembre del año 2001 alguien rompió las lunas del establecimiento. A mediados de diciembre de 2008, tras la presentación de Gaspar Llamazares de ‘Al rojo vivo’, su libro de conversaciones con Almudena Grandes, neonazis pintaron esvásticas y cruces celtas en el escaparate. Y en enero de 2009 los radicales rompieron con un hacha los cristales blindados de la librería y de la tienda de comercio justo Sodepaz, en la cercana calle de Fray Luis de León. Miguel Jesús Sánchez achaca estos últimos ataques a la participación en diversos actos de apoyo en solidaridad del pueblo palestino y de protesta contra la guerra en la franja de Gaza: “Se volvió a denunciar; el delegado del Gobierno nos llamó interesándose, pero nadie fue detenido. Las lunas las volvió a pagar el seguro y la situación propició un gran apoyo popular”.

Otras acciones

Además de la violencia contra Villalar y Sandoval, y los citados ataques a la librería Vicente Blanco en Palencia y Vigor en Valladolid, en junio de 1980 alguien quemó la caseta de Fuerza Nueva Editorial en la Feria del Libro de Valladolid. La estimación de los daños materiales ascendió a 180.000 pesetas, y el fuego también afectó a un depósito de Ediciones Rialp. Los libreros y editores no solo condenaron el ataque, sino que, a modo de protesta, decidieron cerrar la Feria durante el día siguiente. Poco después, los automóviles de dos militantes de Fuerza Nueva e la ciudad sufrieron desperfectos y aparecieron con una pintada con las siglas CCA (Comandos Autónomos Anticapitalistas).

Asimismo, en la madrugada del 4 de diciembre de 1977 rompieron a pedradas los escaparates de la librería Payno Marketing, en la plaza de la Cruzada de Burgos. Tras ello, introdujeron líquido inflamable en el interior y terminaron provocando un incendio que obligó a intervenir los bomberos. Según el propietario, los daños rondaron el medio millón de pesetas. Acto seguido, hubo condenas del Partido del Trabajo de España (PTE), Partido Comunista, la Confederación de Sindicatos Unitarios de Trabajadores (CSUT) y la Alianza Regional de Castilla y León, que solicitaron sin éxito la detención de los autores.

Por último, el 18 de julio de 1979, la librería Alfar, creada por Fernando Sabugo en Palencia un año antes a escasos metros del Parque del Salón, fue apedreada durante la madrugada.