Sociedad
Las mujeres también "cargan" con la Semana Santa
Se llaman Lucía, Ana, Miriam, Inés, Mónica, Adriana, María, Carolina, Elisabeth o Lola, cofrades de Palencia
Hasta hace no tanto, la imagen de una mujer cargando un paso o tocando en una banda de Semana Santa era poco habitual. Hoy cada vez son más las que se proponen “cargar con la tradición” en el sentido más literal y se abren paso con la determinación de aportar su propia visión, sabiendo que la Semana Santa, lejos de perder su esencia, se enriquece con su presencia.
Más o menos jóvenes, por tradición familiar o recién llegadas, las mujeres han encontrado su espacio en cofradías y hermandades. Algunas llevan toda la vida en ellas, otras se han incorporado en los últimos años, pero todas tienen algo en común: el deseo de aportar su punto de vista femenino a una de las tradiciones más arraigadas de la ciudad.
Se llaman Lucía, Ana, Miriam, Inés, Mónica, Adriana, María, Carolina, Elisabeth o Lola y en una entrevista a EFE reivindican el papel de las mujeres en la Semana Santa, en bandas y tandas de carga que empiezan a ser mixtas e incluso exclusivamente femeninas, enriqueciendo los desfiles procesionales.
Aseguran que en la Hermandad del Santísimo Cristo de la Misericordia de Palencia por ejemplo, las mujeres han conseguido integrarse en todas las áreas. En la banda, en la tanda de carga y en las comisiones que deciden el rumbo de la cofradía.
“Las barreras son cada vez menos. Somos muchas”, sostienen a coro estas cofrades, convencidas de que la igualdad en estos espacios es ya una realidad.
La pandemia, punto de inflexión
Explican que muchas dieron, tras la pandemia, el paso que antes no se habían atrevido a dar. “Después de dos años sin procesiones, volvimos con más ganas, con ganas de probar cosas nuevas”, detalla Carolina, que entró en la cofradía por unos amigos y participa en la tanda de carga desde 2022.
No es un caso aislado. La interrupción de la Semana Santa durante dos años llevó a muchas personas a replantearse su relación con esta celebración. Para algunas fue el empujón definitivo que necesitaban para pasar de ser espectadoras a protagonistas.
“Yo quería cargar. Lo tenía claro, porque siempre me ha gustado ver las procesiones, pero no sabía cómo hacerlo”, confiesa Inés, que entró en La Misericordia hace tres años gracias Mónica, que lleva 14 años en la hermandad y también forma parte de la tanda de carga.
Tras la pandemia también se decidieron Lucía, que tiene 22 años y toca el tambor en la banda, y María, de 24, que entró en la tanda de carga con su hermana.
Cambios que suman
Todas aseguran que no es una cuestión de fuerza o capacidad. “Basta con querer y decidirse”, sostienen. Por eso están dispuestas a cargar con el Santísimo Cristo de la Misericordia, imagen titular de la cofradía, y con Nuestra Señora del Perdón, en cualquier momento.
Aunque son conscientes de que la imagen de mujeres llevando el peso de un paso sigue llamando la atención, sobre todo de los más mayores, saben que cada vez es algo menos excepcional. “En algunas hermandades, como la de los Nazarenos o la Vera Cruz, ya hay relevos completamente femeninos”, afirman.
“Algunos todavía se sorprenden al vernos cargar, especialmente cuando vamos descalzas”, analiza Carolina. Pero todas saben que han llegado para quedarse.
“En Semana Santa no ves a un hombre o a una mujer, ves a un cofrade”, resume Ana, consciente de que quizá el hecho de que no se las vea limita que las niñas tengan un referente que las anime.
En cualquier caso aseguran que el impacto de su presencia va más allá de la procesión. En la banda, por ejemplo, han aportado nuevos matices al sonido, con detalles en las marchas que enriquecen la interpretación. “Hay gente que cree que todos los que salimos en la banda venimos del conservatorio, pero aquí todos empezamos de cero”, explica Miriam, que toca la corneta desde los 14 años.
El sonido femenino, explican, introduce otros matices y sensibilidades. “Tenemos un punto de vista más abierto, no es que sea mejor, es que nos atrevemos a cambiar cosas que para ellos son inamovibles”, añade Carolina.
En los arreglos florales también han logrado introducir cambios sutiles pero significativos. “Antes solo se usaban claveles, ahora hemos metido flor preservada, más verde, eucalipto… Pequeños cambios que suman”, añade Adriana.
La mujer se abre paso
Sin embargo, las estructuras de poder aún tardan en abrirse. En las juntas y comisiones sigue habiendo mayoría de hombres. “Les hemos dado más de un dolor de cabeza en la comisión de andas”, bromean, “Pero vamos a seguir dando guerra”, añaden a continuación.
Saben que aún hay mucho por hacer, porque las decisiones sobre recorridos, pasos y organización de las hermandades han estado históricamente en manos masculinas, pero cada vez más mujeres comienzan a involucrarse en estos espacios y los cambios son imparables.
“Antes solo nos veían como apoyo en labores más secundarias, pero ahora nuestras opiniones cuentan”, destaca Lola, quien tras muchos años en la banda decidió pasarse a la tanda de carga.
Miriam incide en el papel de las redes sociales para atraer nuevas cofrades, como Lucía, que llegó a la banda tras ver una publicación en internet y asegura que las redes han sido clave para visibilizar la participación femenina y hacer que más jóvenes se animen a formar parte de la tradición.
Para muchas de ellas, participar en la Semana Santa desde dentro es mucho más que eso. Es un vínculo, una forma de vida que las une. “Al final casi vives aquí durante la Semana Santa. Somos una familia”, concluye Miriam.
Una familia donde la voz de las mujeres resuena cada vez con más fuerza. Y aunque queda camino por recorrer, el futuro de la Semana Santa ya no se concibe sin ellas.