Cultura
El poeta de la huella eterna
Hoy sábado 26 de julio se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Antonio Machado, uno de los escritores que mejor plasmaron el espíritu castellano, forjado a fuego por sus estancias en Soria y Segovia
El 26 de julio de 1875, hoy hace 150 años, veía la luz Antonio Machado en el Palacio de las Dueñas de Sevilla, un inmueble que entonces se alquilaba a familias modestas. “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, / y un huerto claro donde madura el limonero; / mi juventud, veinte años en tierra de Castilla; / mi historia, algunos casos que recordar no quiero”, escribía en 'Retrato', el poema que inaugura su inolvidable 'Campos de Castilla', que vio la luz en la primavera de 1912.
En 1930, en una entrevista a ‘La Voz de España’, el poeta sevillano confesaba ser un hombre “extraordinariamente sensible” a los lugares donde vivía. “La geografía, las tradiciones, las costumbres de las poblaciones por donde paso, me impresionan profundamente y dejan huella en mi espíritu”, confesaba. Fiel testigo de ello es ‘Yo voy soñando caminos’, un recorrido publicado por Nórdica (ilustrado con las exquisitas acuarelas de Leticia Ruifernández) por las ciudades en las que vivió Antonio Machado, desde Sevilla a Collioure, pasando por Madrid, Soria, París, Baeza, Segovia, Rocafort y Barcelona.
En el aniversario de su nacimiento merece la pena recordar el paso del poeta por esta tierra, que forjó su espíritu y que supo plasmar en verso como nadie. Su estancia en Soria primero y en Segovia después, ciudades ambas donde conocería el amor en dos momentos antagónicos de su vida de la mano de sus queridas Leonor y Guiomar, se convirtieron en pilares decisivos en su vida, en su poética y en su forma de mirar el mundo.
Su llegada a Soria se produjo en 1907, cuando la ciudad contaba con unos 7.000 habitantes. Lo hizo tras superar unas oposiciones para ocupar la Cátedra de Francés del Instituto General y Técnico de la localidad, un antiguo convento jesuita hoy dedicado al autor de 'Campos de Castilla'. En la citada entrevista, recordaba así su desembarco: “Fui destinado como catedrático a Soria, un lugar rico en tradiciones poéticas. Allí nace el Duero, que tanto papel juega en nuestra historia. Allí, entre San Esteban de Gormaz y Medinaceli, se produjo el monumento literario del Poema del Cid. Por si ello fuera poco, guardo de allí recuerdo de un breve matrimonio con una mujer a la que adoré con pasión y que la muerte me arrebató al poco tiempo. Y viví y sentí aquel ambiente con toda intensidad”.
Allí se alojó desde el 22 de septiembre en la fonda de huéspedes que regentaba Isidoro Martínez en el número 54 del Collado, esquina con la calle del instituto donde impartía clase de Francés a siete alumnos de primer grado y otros nueve de segundo, con edades entre los 12 y 14 años, a cambio de un sueldo de 3.000 pesetas anuales.
A finales de año llegaría a las librerías españolas 'Soledades, galerías. Otros poemas', donde incluyó in extremis el poema 'Orillas del Duero', dedicado a su nuevo destino. Fue entonces cuando el traslado de su casero obligó a los huéspedes del hostal a trasladarse al número 7 de la calle Estudios, en la plaza de Teatinos, a otra fonda regentada por un guardia civil retirado y su mujer, cuñada del anterior casero. Ellos eran los padres de una niña de trece años llamada Leonor Izquierdo, que despertaría la llama del amor en Machado.
Poco a poco estrechan lazos y la joven se convierte en la musa del poeta, que le dedicará versos como 'Soñé que tú me llevabas' y que contraerá matrimonio con ella el 30 de julio de 1909 en la Iglesia de La Mayor, con algún incidente a la salida del templo y en la estación de tren (camino de Zaragoza), al increparles algunos jóvenes del pueblo por la diferencia de edad de los contrayentes.
La estancia soriana del flamante matrimonio se interrumpe a mediados de enero de 1911, cuando la pareja se traslada a París tras recibir él una pensión de la Junta de Estudios. El 14 de julio, Leonor sufre un vómito de sangre y es ingresada en la Clínica Saint-Denis, aquejada de la enfermedad más mortífera del momento: la tuberculosis. Allí permanece mes y medio pero, por prescripción médica y gracias a un préstamo de Rubén Darío, el 16 de septiembre regresan a Soria.
En los meses siguientes, los tradicionales paseos que Machado y su amada realizaban antaño entre las márgenes del río, de San Polo a San Saturio, se oscurecen. Hasta el final de sus días Machado confió en la recuperación de su amada, como relataba en el estremecedor 'A un olmo seco': “Mi corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida, / otro milagro de la primavera”. El 1 de agosto fallece Leonor y el funeral se oficia en la misma iglesia donde, tres años atrás, se habían casado. “Mi niña quedó tranquila, / dolido mi corazón. ¡Ay, lo que la muerte ha roto / era un hilo entre los dos!”, escribía en 'Una noche de verano'.
Tras la muerte de su esposa, Machado sufre una grave crisis psicológica, que le lleva incluso a pensar en el suicidio. Como él mismo reconoce, solo le salvó el clamoroso éxito de ‘Campos de Castilla’, publicado en 1912. El 15 de octubre de 1912 cesa como catedrático en el Instituto de Soria por traslado a Baeza (Jaén), donde tomaría posesión de su nuevo cargo el 1 de noviembre.
En un soneto de 'Los sueños dialogados', escrito ya en Baeza, el poeta cantaba: “Mi corazón está donde ha nacido, / no a la vida, al amor, cerca del Duero...” y el propio Machado cerraría su poema 'Recuerdos' con los siguientes versos: “En la desesperanza y en la melancolía / de tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva. / Tierra de alma, toda, hacia la tierra mía, / por los floridos valles, mi corazón te lleva”. “Cinco años en la tierra de Soria, hoy para mí sagrada, orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano”, relataría en el prólogo de la segunda edición de 'Campos de Castilla'.
Por tierras de Segovia
Tras una estancia de siete años en Baeza, el 28 de noviembre de 1919 el poeta de Castilla vuelve a Castilla. Con 44 años y una trayectoria absolutamente consolidada, arribaba a una ciudad que, “con sus arcos de piedra, guarda las vértebras de Roma”. Los investigadores achacan la elección de este municipio a su cercanía con Madrid (a 101 kilómetros en tren), que le permitía alternar sus días entre ambas ciudades.
Una vez allí, tras una breve estancia en el Hotel Victoria, se instala en la casa de huéspedes de Luisa Torrego, donde comparte estancia con modestos funcionarios, en el número 11 de la calle de los Desamparados, cerca de la Plaza de San Esteban. Allí se ubica en la actualidad la Casa-Museo de Antonio Machado, un edificio preservado maravillosamente gracias a la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, que permite a los visitantes viajar en el tiempo hasta los días que el poeta vivió allí, en lo que denominaba su “celda de viajero”, donde según bromeaba con sus más allegados, abría la ventana “para saliera el frío”.
“Todas las mañanas Machado salía de la casita de la calle de los Desamparados y ascendía trabajosamente la de Escuderos hasta la Plaza Mayor. Después, por la llamada Calle Real, bajaba al Azoguejo, para volver a subir la dura cuesta de la calle del Angelete —hoy Ruiz de Alda— paralela al Acueducto, hasta el amplio caserón del Instituto General y Técnico”, detallaba en el verano de 1951 su amigo el cronista local Mariano Grau.
Como relata a Ical el escritor salmantino José Luis Puerto, “uno de los quehaceres de la vida de Machado en Segovia era el paseo, diaria o periódicamente, por la ribera del Eresma, rodeando la ciudad. Los itinerarios podían seguir distintas direcciones. Una de ellas podía ser la de la carretera de Zamarramala y de Santa María de Nieva, deteniéndose en El Parral, en la Fuencisla y en el Mesón de Abanto, Aunque, en otras ocasiones, cruzando por debajo del Acueducto, podía llegar hasta el Terminillo, camino de La Granja de San Ildefonso”.
En sus años en Segovia se va apartando de su devoción poética para centrarse en el teatro, el ensayo y las colaboraciones en prensa, y el 23 de marzo de 1927 llega a ser elegido miembro de la Real Academia Española como ocupante del sillón de la letra 'V', aunque la toma de posesión no llegó a producirse nunca.
A comienzos del año siguiente llegaría a la ciudad Pilar de Valderrama, una mujer de clase burguesa, acomodada y culta, madre de tres hijos y con dos libros publicados. “Es un momento clave en la biografía de Machado y también en su escritura, porque ese encuentro con un amor inesperado de madurez le supondrá un rejuvenecimiento vital y una vuelta desde el pensar en que estaba asentado al sentir de sus años sorianos”, desgrana Puerto.
El poeta y Pilar de Valderrama se conocieron el 2 de junio en el hall del Hotel Comercio de Segovia, y al día siguiente cenarían juntos y darían un paseo imborrable para él hasta los jardines del Alcázar. Hasta el estallido de la guerra esa mujer casada, idealizada como Guiomar al estilo de la Dulcinea de 'El Quijote', se convertiría en el amor platónico de Machado, aunque la mayoría de encuentros posteriores entre ambos se producirían en Madrid.
“Si Soria supuso para Machado el encuentro y la pérdida, por la muerte de su amor primero, Segovia va a ser la ciudad en la que se encuentre con su amor de madurez, un amor vivido por el poeta, según se desprende de sus poemas y de sus cartas, de un modo altamente idealizado”, narra Puerto.
En septiembre de 1932, Machado se alza con la cátedra de Francés en el Instituto Calderón de la Barca de Madrid y su estancia segoviana concluiría en octubre, tras trece años, para mudarse a la casa familiar en el número 4 de la calle del General Arrando. Unos meses después, el 5 de octubre de ese mismo año, se desplazaría en autobús hasta su añorada Soria para recibir, en olor de multitud, su nombramiento como Hijo Adoptivo de Soria. “Nada me debe Soria, creo yo. Y si algo me debiera, sería muy poco en proporción a lo que yo le debo: el haber aprendido de ella a sentir a Castilla que es la manera más directa y mejor de sentir a España. Para aceptar tan desmedido homenaje sólo me anima esta consideración: el hijo adoptivo de vuestra ciudad hace muchos años que ha adoptado Soria como patria ideal”, concluía su discurso de agradecimiento.