Opinión
Portadores de esperanza
No permanecer indiferentes a lo que sucede. Nos irá mal, si no lo hacemos
Tú y yo, amable lector, podemos ser portadores de esperanza y de desaliento, de cercanía o de distancia; forjar encuentros, o propiciar soledades. Ser animosos o no serlo, en tiempos de incertidumbre. Importa lo que importa: dar algo más de lo que se espera de nosotros. No permanecer indiferentes a lo que sucede. Nos irá mal, si no lo hacemos ¿Hay algo más necesario? ¡Vivimos de espalda a tantos dramas humanos!
Esta virtualidad egoista en la que nos movemos, nos aleja del dolor ajeno y alza muros infranqueables. Lo que cuenta es que no nos dejemos atrapar por la indiferencia y perseveremos en la búsqueda del bien común. ¿Cómo se consigue esto? Pues trabajando no sólo por el beneficio propio, sino también por el bienestar de los demás, cueste lo que cueste. El que más aporta es el que con mayor coraje defiende la justicia, sin dejar pasar una. Y no es más valiente el que, con esta excusa, se expone alocadamente a toda clase de riesgos, olvidando que "el que ama el peligro perecerá en el", sino el que tiene claro lo que debe hacer para fomentar sentimientos de cercanía, respeto y solidaridad.
A propósito de esto último, se suele decir que nada hace madurar tanto como el dolor. Cierto: "Quien no ha sufrido no sabe de nada", gustaba repetir San Juan de la Cruz. Nos hace falta convencernos de que, ser sufridos, nos aporta lucidez para tomar decisiones acertadas. Esto, en un mundo dirigido por atolondrados y temerarios cuenta, ya lo creo que cuenta. Da pavor escuchar las cosas que se proponen, salidas de la boca de quienes tienen en sus manos la gobernanza del mundo, se supone que para hacer la vida más vividera. Pero no parecería que nuestros mandamás ardan en deseos de dar la vuelta a la existencia de los que peor están.
Con su actitud, supuestamente progresista o proteccionista, están defendiendo la parcialidad y el favoritismo. Quede claro que todo lo que no pase por la redistribución de riqueza, traerá fatídicas consecuencias, antes o después, para los de arriba y para los de abajo; para el Norte y el Sur. El único compromiso posible, es aquel que propicia la justicia, la convivencia y la paz de todos. Y todos, son todos. El valiente es el que resiste y hace frente al infortunio y a la desgracia, no por miedo a ser tachado de cobarde, sino por sentido de la rectitud y la equidad.
No sirve de nada quejarse y dejarnos abatir por el desánimo ante lo terrible de los males que nos amenazan, perdiendo así el coraje para hacerles frente. Hasta no nos vendría mal que nos sacaran -así fuera a patadas- de la indiferencia ante el padecimiento del otro, en la que nos hemos instalado con nuestras cómodas rutinas y que es una trampa, al retrasar una sociedad más justa, capaz de querer y estar cerca de los que se quedan atrás, tantas veces a costa de nuestra tibieza y canalladas.