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Sociedad

Pozuelo de la Orden honra a Santa Ana con la salida de su pendón, elemento de arraigo en este pueblo vallisoletano

Como cada año, se repitió el ritual de los mayordomos, que invitan al pueblo a almendras, caramelos, bizcocho y limonada

Celebración de la procesión en honor a Santa Ana en Pozuelo de la Orden, que transcurre entre la iglesia parroquial y la ermita, con el pendón de la localidad Miriam ChacónIcal

El municipio vallisoletano de Pozuelo de la Orden honró este sábado 26 de julio, un año más, a su patrona, Santa Ana, que protagoniza el santoral, con la salida de su pendón blanco y púrpura, elemento de arraigo en este pueblo vallisoletano que ha puesto énfasis en mantener su patrimonio más antiguo.

Aunque el pendón ya salió ayer, Día de Santiago, es hoy el día grande cuando procesiona, junto a Santa Ana y demás símbolos sacramentales, hacia la ermita, a las afueras del pueblo, un edificio declarado Bien de Interés Cultural (BIC), levantada en la primera mitad del siglo XVI y cubierta con armadura mudéjar.

El concejal y presidente de la Cofradía de Santa Ana, Manuel Villafáfila, explicó en declaraciones a Ical que la procesión partió de la iglesia a la ermita, donde discurrió por los llamados corredores y dio la vuelta a la Cruz.

Es complicado datar la procesión y el pendón de la localidad. “Lo he conocido toda la vida. Es algo que está muy arraigado porque además somos un pueblo muy pequeño”, expone Villafáfila, quien recuerda que residen 30 habitantes habituales durante el año, aunque en verano se multiplica.

Destacó que el pendón de Pozuelo de la Orden es un símbolo emblemático de esta localidad vallisoletana, especialmente visible durante sus fiestas patronales. Se trata de un elemento importante en las celebraciones de la población, que participa en la procesión, junto con los vecinos, que se visten con trajes tradicionales. También sale a la calle en honor a San Isidro, en el mes de mayo.

Mide unos tres metros de alto, “grande, y antiguamente, dice la leyenda, lo recortaron, porque antes había mucha gente para pujarlo y después menos”. “En otra época eran muchos los que a la puerta de la iglesia lo querían pujar para demostrar su fuerza, sobre todo los jóvenes; de vez en cuando alguno se atreve a ver quién puede con ello, pero por lo general la gente pasa de ello”, lamenta Villafáfila.

La fiesta la organizan los miembros de la Cofradía de Santa Ana, actualmente una veintena, que se reúnen previamente para preparar los actos, y después el 15 de agosto, de forma tradicional. Cada año la sirven dos cofrades, que son elegidos mayordomos, y que “limpian la ermita, visten a la santa e invitan a todo el pueblo a un refresco”. Antes solo lo celebraban los cofrades, pero con la despoblación, se decidió ampliar a todos los habitantes. El menú, almendras, caramelos, limonada y bizcochos, que es lo marcan los Estatutos de la Cofradía.

Lo que distingue los cofrades del resto son las medallas y las tareas en pro de tener lista la talla de Santa Ana, que “siempre está en la ermita, donde tiene su altar y su camarín, además de su valor cultural”.

Ermita de Santa Ana

Construida en la primera mitad del siglo XVI, posee un hermoso camarín que está pavimentado con cerámica de Talavera y rodeada de un gran pórtico fabricado en tapial. Dispone de una sola nave, con espadaña a los pies y pórtico formado por seis columnas. La nave se cubre con armadura mudéjar, también del siglo XVI, en forma de artesa invertida, con cuatro fajones inclinados decorados con doce pinturas sobre tabla del Antiguo Testamento.

Las paredes laterales, por último, conservan restos de pintura policromada, con motivos florales y geométricos, imitando cortinajes y azulejos.