Patrimonio

La preciosa iglesia a orillas del Duero que parece un castillo y la singularidad que la hace única

Construida en el siglo XII, es el monumento más significativo de un pequeño pueblo que forma parte de las Rutas de Delibes y que ofrece una de ls mejores estampas del gran río qu enos une con Portugal

Iglesia de San Miguel del Pino (Valladolid)
Iglesia de San Miguel del Pino (Valladolid)Ayto. San Miguel del PinoLa razón

A menos de 30 kilómetros de Valladolid se encuentra la pequeña localidad de San Miguel del Pino, un municipio situado en la comarca Montes Torozos, al noroeste de la provincia vallisoletana y en la Tierra del Vino, cercana también a la Villa de Tordesillas, donde viven apenas trescientos vecinos durante todo el año.

Un lugar que en sus orígenes fue un asentamiento concedido por el rey Alfonso VII a la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, donde se creo una encomienda de mediana entidad con mando sobre algunas tierras próximas y donde no tardaron en levantar un templo siguiendo los parámetros estilísticos de la también conocida como Orden de Malta. Un municipio en el que hoy, y según escribió el universal Miguel Delibes, se respira una vida tranquila, se pueden pescar lucios, luciopercas, alburnos, percasoles y cangrejos, o pasear y disfrutar en familia a la vera del gran río Duero que nos une con Portugal y, además, bajo uno de los pinos que justifican el nombre de este sencillo municipio.

Una localidad con encanto que ofrece al viajero varios puntos de interés para gozar de su visita, como por ejemplo su Plaza Mayor, algo atípica por la irregularidad de su forma y porque se encuentra extremuros de la villa, donde llama la atención el edificio de la Casa Consistorial, ya que sobresale un arco integrado en el propio edificio que fue construido sobre la propia muralla medieval de la localidad, además de un bonito arco campanel en puerta de la muralla original.

En este ágora, además, existe un monumento con forma de una “D”, que quiere decir que San Miguel del Pino forma parte de las Rutas de Delibes, autor vallisoletano muy ligado al mundo rural, la caza, la pesca, la vida popular de los pueblos.

La ermita del Cristo, de estilo mudéjar típico de la zona; pasear por las riberas junto al Duero, ya caudaloso en su viaje hacia Portugal; o la singular y querida fuente del pueblo decorada con varias piedras de moler que recuerda al viajero el peso agrícola y cerealista en la historia de San Miguel del Pino fruto de su cercanía al río Duero, son otras de las cosas que no hay que perderse en la visita a esta localidad vallisoletana.

Un pueblo que es rico también en lo que se refiere a la caza y el sector cinegético, y así lo dejó escrito Miguel Delibes también en su libro "El último coto". "Anteayer, un cazador a rabo de San Miguel del Pino me hablaba de ramos suculentos de perdices logrados en los maizales y remolacheras de su pueblo”.

Y un municipio que puede presumir también, y de hecho lo hace, de tener una de las estampas más bonits del río Duero a su paso por la provincia, donde se reflejan los pinares y la antigua aceña, el molino harinero de agua, como si fuera un espejo.

Si bien, es una iglesia, la dedicada a San Miguel Arcángel, de estilo románico y también gótico, el monumento más significativo de San Miguel del Pino, y no solo por su belleza y antigüedad, del siglo XII, sino por algunas delas singularidades que presenta este templo.

Como por ejemplo, su forma, ya que es de planta de cruz griega, e inscrita dentro de un rectángulo, algo no tan habitual. La iglesia consta de tres naves divididas en dos tramos por arcos apuntados y un transepto no señalado en la planta del edificio, con su tramo correspondiente al crucero cubierto por un cimborrio a modo de torre con dos niveles separados por una simple imposta. Y en el inferior se abren vanos geminados ligeramente apuntados y grandes troneras superiores de medio punto que alojan las campanas.

La fachada principal es de gran belleza y conserva la puerta de entrada con tres arquivoltas apuntadas y sobre ellas un enorme rosetón con una sencilla moldura. mientras que la cabecera contiene una capilla mayor y una sacristía abierta hacia el sur.

Y, en el interior, sobresale el retablo mayor sobre el que se erigen las esculturas de los tres arcángeles: San Gabriel, San Rafael y San Miguel, que están acompañados por otros retablos, imágenes o baptisterio, así como unas bellas pinturas del Maestro de Portillo, de principios del XVI.

Todo el conjunto tiene cierto aire militar que recuerda a un castillo, dejando entrever el pasado de la villa, que perteneció a la Orden de San Juan de Jerusalén. Como curiosidad, cabe señalar que el primer nombre con que se cita a San Miguel del Pino no fue tal sino San Miguel de Malvavisco. Y antes incluso, en la época romana, hubo una villa romana que se sitúa en la salida hacia Villamarciel.

Fragmento escultórico en el muro sur de la iglesia de San Miguel del Pino
Fragmento escultórico en el muro sur de la iglesia de San Miguel del PinoAyto. San Miguel del PinoLa Razón

Iguelmante, San Miguel del Pino formó parte de la dote inicial con que la infanta doña Beatriz fundó el convento de Santa Clara de Tordesillas. De aquí provino buena parte de la ornamentación y luminarias con que las titulares de la abadía enriquecieron el patrimonio de la antigua iglesia sanjuanista.

En el exterior de la iglesia de San Miguel Arcángel destacan tres pequeños óculos de ladrillo que iluminan el interior del templo. En el caso del óculo que se abre sobre la portada, inicialmente fue un gran rosetón dominando la fachada, entonces rematada a piñón.

La portada meridional, a la que denominan Del Sol, se reabrió en 1701 aunque se tapó de nuevo años después. Y en el muro sur son visibles aún algunos pequeños fragmentos escultóricos en los que son reconocibles las imágenes de San Miguel y de un felino que apresa a un animal con sus garras.

Finalmente, cabe señalar que los capiteles del interior son muy esquemáticos, con temas vegetales de sencillas hojas apalmetadas o lisos con volutas. En la capilla mayor se combinan con pequeñas cabezas angulares. En el segundo tramo de la nave de la epístola se abre un arcosolio que conserva la cubierta de un sarcófago con una gran cruz tallada.