Sociedad

El último ‘romanero’

Manuel Jaén continúa con la tradición de cinco generaciones en su familia elaborando balanzas romanas de manera artesana

Manuel Jaén continúa con la tradición de cinco generaciones en su familia elaborando balanzas romanas de manera artesana
Manuel Jaén continúa con la tradición de cinco generaciones en su familia elaborando balanzas romanas de manera artesanaJesús FórmigoIcal

En la era de lo digital, el pesaje se resiste a seguir siendo una habilidad que no necesita de la electricidad. Lo rudimentario se convierte así en ecológico, en más económico y preciso, guardando el romanticismo de la tradición y del valor cultural que tienen instrumentos como la balanza romana. Utensilios que hacen que esta técnica, además de inadvertida, se convierta en una curiosidad de gran valor estético y decorativo.

Desde el trabajo por mantener la tradición y la confianza plena en un oficio que está en peligro de extinción, Manuel Jaén Peña continúa con la labor que su familia ha mantenido desde hace, al menos, cinco generaciones atrás. En su taller de Santibáñez de Béjar, en la provincia de Salamanca, se considera el último ‘romanero’ en activo de España, realizando tanto reparaciones como forjando a mano desde cero estos instrumentos.

Un oficio manual, que va más allá de su finalidad como peso y que guarda una importancia cultural que Jaén busca preservar y continuar difundiendo. El artesano explica cómo, a partir de esta habilidad, trata de “penetrar en nuestro tiempo acelerado, por el placer de la obra bien hecha” con herencia laboral de su familia, centrada en un trabajo que se remonta a tiempos de la Roma clásica.

“Yo he sido un niño de fragua, pasé mi infancia en la fragua de mi tío”, recuerda Manuel Jaén a la Agencia Ical. El artesano salió con 14 años de su pueblo mientras sus padres tenían la intención de que tuviera una educación académica pero, al acabarla con 26 años, regresó a sus raíces. Ahora, casi tres décadas después, se reafirma en que, después de todo este tiempo, “valorar cómo transmites algo que ha hecho tu familia es lo que más me emociona”.

El hecho de que su padre y su tío forjasen sus propias piezas en la fragua ha sido fundamental para que Jaén pudiera continuar con el oficio fabricando estas herramientas desde cero. Según comenta, antes de la pandemia otro ‘romanero’ trabajaba al igual que él en Castilla-La Mancha, pero el cierre de las fundiciones hizo que el resto de profesionales que elaboraban en estos lugares sus piezas tuvieran que cerrar el oficio. Este factor, juntado a que perdían quién les hicieran las piezas o que la clientela les llevaba romanas sin terminar, ha hecho que Jaén haya absorbido hasta cinco talleres de otros ‘romaneros’ que no podían continuar con su trabajo.

Simpleza y precisión

“La romana es la máquina más simple que inventa el hombre”, detalla el ‘romanero’. El instrumento se basa en las propiedades físicas de la palanca, compuesta por brazos “muy desiguales” que se sustentan sobre un punto de apoyo. El cuerpo que se debe pesar se coloca en el extremo del brazo menor, y se equilibra con un peso que se hace correr sobre el extremo del brazo mayor, donde se haya trazada la escala, y que marca el peso cuando encuentra el equilibrio.

El funcionamiento es sencillo, pero preciso. La precisión es la palabra a la que se refiere continuamente este artesano, mientras incide en que el problema de las basculas electrónicas actuales es que son “muy baratas de construir”. Algo que genera problemas su mantenimiento, y reconoce que hay clientes que han llegado a pedirle la reparación de básculas de estas características. “El que conoce cómo funcionan se beneficia de ese conocimiento”, señala, trasladando que pese a que es un instrumento que parece olvidado, son muchos quienes siguen apostando por él.

Entre su principal clientela se encuentran almacenistas de ferretería o tiendas en pueblos turísticos, además de la página web, gracias a la que distribuye de manera tanto nacional como internacional hasta países como Cuba a través de una empresa gallega. En definitiva, sus compradores son personas que buscan conocer el peso exacto de algún producto. “A mí me han comprado romanitas las señoras que quieren pesar la harina o el azúcar a la hora de hacer dulces”, personas que necesitan medir componentes para realizar jabón, o, incluso, gallos de pelea, ejemplifica.

En otros momentos, Manuel Jaén ha contado con empleados en su taller, pudiendo realizar hasta 20 romanas diarias. En la actualidad, trabaja solo, y reconoce que todos los instrumentos están “vendidos antes de estar hechos”. Si tuviera que calcular el tiempo que tarda en realizar cada una de ellas, estima que entre seis y ocho horas, y su precio puede ir desde los 30 o 40 euros hasta los 150, dependiendo del tamaño. Además, el artesano cuenta en su taller con romanas en las que combina hierro, piedra y cestería, u otras con grabados serranos populares o celtas, por ejemplo, buscando innovar para, dentro de la tradición, dar a sus productos un “matiz diferente”.

Desde Santibáñez de Béjar, Jaén presume de realizar romanas con “técnicas y métodos de trabajo en peligro de desaparición”, e intenta transmitir la historia y los usos de la romana desde exposiciones o ferias de artesanía, y defender el uso del objeto al que se debe gran parte del comercio. “Lo único que le falta es el ticket”, bromea, apostando por un oficio cuyo futuro es incierto.