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La Zona Franca explora alianzas con las que ya reduce emisiones

El Consorcio de la Zona Franca y las empresas recogen el guante de la ONU y transforman el polígono industrial de Barcelona en un ecosistema que no deja de innovar para cumplir los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible

DEBATE EMPRESARIAL SOBRE EL CAMBIO CLIMATICO. De izquierda a derecha, Xavier Gil (Ecoenergies); Jordi Pineda (Azko Nobel); Blanca Sorigué (CZF); Àngel Pes, presidente de la Red Española del Pacto Mundial; Pere Navarro, delegado especial del Estado en el CZF; José Antonio Aranda (Cellnex); Joan Carles Casas (Seat); Montse Espanyol (La Razón); Ferran Peirón (Covestro) y Miquel Roca (RACC)
DEBATE EMPRESARIAL SOBRE EL CAMBIO CLIMATICO. De izquierda a derecha, Xavier Gil (Ecoenergies); Jordi Pineda (Azko Nobel); Blanca Sorigué (CZF); Àngel Pes, presidente de la Red Española del Pacto Mundial; Pere Navarro, delegado especial del Estado en el CZF; José Antonio Aranda (Cellnex); Joan Carles Casas (Seat); Montse Espanyol (La Razón); Ferran Peirón (Covestro) y Miquel Roca (RACC)ADRIAN QUIROGA

«¿Queremos que se nos recuerde como la generación que actuó como un avestruz mientras ardía el planeta?». La pregunta la lanzó este lunes el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, al arrancar la Cumbre del Clima (COP25), que se celebra en Madrid. En la mesa de análisis y debate sobre «La Zona Franca de Barcelona como laboratorio de sostenibilidad e innovación para la industria ante la Agenda 2030», que organiza «La Razón» junto al Consorcio de la Zona Franca (CZF), ninguno de los ocho ponentes esconde la cabeza bajo la mesa. Al contrario, todos sacan pecho y desgranan con entusiasmo las actuaciones innovadoras que sus respectivas empresas (Seat, Covestro, Akzo Nobel, el RACC, Cellnex y Ecoenergies) están llevando a cabo en el polígono de la Zona Franca de Barcelona para cumplir con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). «Una declaración para los derechos del planeta», resume con acierto el delegado especial del Estado en el CZF, Pere Navarro, para quienes aún no saben qué quieren decir las siglas ODS.

«Nosotros hemos desarrollado una técnica capaz de hacer calzado deportivo con una espuma de poliuretano hecha con un 30% de CO2», explica ilusionado Ferran Peirón, el director de fábrica de Covestro, antigua Bayer, dedicada a idear nuevos materiales. «Es un proceso interesante, desarrollado tras 25 años de investigación en Alemania, porque reintroducimos el carbono en el proceso de producción. No todos los plásticos son malos», señala.

«Pues nosotros estamos trabajando para desarrollar antenas multioperador, con la idea de que cuatro operadores puedan trabajar con ella y evitar que cada uno plante su infraestructura», dice José Antonio Aranda, responsable de Innovación y Desarrollo de Producto de Cellnex, la empresa encargada de que la señal de televisión llegue a los hogares. Entre las 53.000 torres que tiene en Europa, controla la magnánime Torre de Collserola en Barcelona.

«Y nosotros recuperamos energía residual de la ciudad y la convertimos en energía térmica. Con el frío que se tira al mar cada vez que se regasifica el gas del Puerto de Barcelona, haremos frío. Y con la biomasa que sale de la poda de los árboles de parques y jardines de Barcelona, la quemamos y hacemos calor», resume el gerente de Ecoenergies, Xavier Gil. «Si un edificio se conecta a nuestra red, no necesita aparatos de aire acondicionado ni calefacción», dice.

Son sólo tres ejemplos desarrollados por empresas que trabajan en el laboratorio de sostenibilidad en el que se ha convertido el mayor polígono industrial de Barcelona, con el apoyo del Consorcio de la Zona Franca, que tiene 150 empresas, más de 20.000 trabajadores y la voluntad de convertirse en «la mejor zona franca del mundo», dice Navarro.

La Zona Franca de Barcelona está cambiando los grises y marrones de la industria del siglo XX por el verde. Ha hecho suyos los ODS y ha entendido que no van a hacer una economía sostenible haciendo más de lo mismo. «Han de hacer cosas nuevas», les dice Àngel Pes, presidente de la Red Española del Pacto Mundial, el hombre que vela por que en 2030 se cumplan los ODS. «La niña bonita de la innovación es la tecnología, pero la innovación social es tan importante como la tecnológica», matiza Pes. La economía sostenible será digital o no será. Y en esta transición en la que se desarrollará la inteligencia artificial, desaparecerán unos trabajos y se crearán otros, la innovación social –como replantearse a jornada laboral o la renta básica universal– jugará un papel. Un ejemplo de innovación social desarrollado en la Zona Franca es RACC HOP, la app del RACC para que los trabajadores compartan coche para hacer un mismo trayecto. «Al margen de dar asistencia, innovamos para avanzar hacia una movilidad sostenible en nuestro proceso de transformación para convertirnos en un Club de la Movilidad», explica el director de Proyectos de Innovación del RACC, Miquel Roca.

«Los pequeños gestos son poderosos», constata Jordi Pineda de Akzo Nobel, una de las empresas químicas más activas del polígono dedicada a la fabricación de pinturas. Además de investigar para ofrecer productos sin emisiones, Pineda comparte que han cuantificado que cambiar la madera de los palets por madera reutilizada equivale a sacar 390 coches de las carreteras.

«Estamos fomentando un nuevo ecosistema que tiene como prioridad la sostenibilidad y la evolución hacia el residuo cero. Hemos convertido la Zona Franca en un laboratorio de ensayo de las últimas tecnologías de la economía 4.0, donde trabajamos en nuevas formas de economía circular, colaboración y de aprovechamiento de sinergias», resume Navarro, para que el último objetivo de los ODS, generar alianzas, es la clave para cumplir el resto.

¿Cómo reducir la huella de carbono?

Por ejemplo, Seat, que ha sabido reinventarse para reducir a la mitad en 2025 el consumo de energía por coche producido, cuenta que el 80% de la energía térmica fría que consume en sus talleres se la suministra Ecoenergies. «Utilizar esta energía en la fábrica de la Zona Franca va a tener un impacto en la reducción de la huella de carbono de unas 3.800 toneladas de CO2 al año», comenta el responsable de ingeniería de procesos, Joan Carles Casas. Seat ha pasado de ser un mero fabricante de automóviles a definirse como «un proveedor de movilidad sostenible». Además de sacar seis nuevos vehículos eléctricos el próximo año, ofrece patinetes, carsharing y en 2020 un servicio de motos eléctricas compartidas. Casas explica que cada una de las fases de la vida de un producto que participa en el proceso productivo de un vehículo de Seat cuenta con un programa medioambiental para cumplir con los Acuerdos de París: limitar las emisiones de CO2 para evitar que la temperatura suba más de dos grados respecto a la era preindustrial. Su programa medioambiental comparte con el resto de empresas una apuesta por reducir la huella de carbono derivada del proceso productivo, proteger el ecosistema reduciendo el consumo de agua, energía, y avanzar hacia el residuo cero, además de generar un impacto positivo en su entorno.

Hacer realidad la Agenda 2030 de la ONU, al margen de adoptar medidas urgentes contra el cambio climático, exige actuaciones para que las ciudades sean espacios saludables, que las industrias garanticen modalidades de consumo y producción sostenibles y que ninguna persona viva con menos de 19 euros al día. ¿Es posible? «Sí», responde sin titubear, el presiden te de la Red Española del Pacto Mundial.

«La agenda 2030 es realizable. Hoy, ya, tenemos todos los medios, la tecnología y los recursos financieros y humanos para hacer los deberes. Sólo falta voluntad que desengancharse de los combustibles fósiles, los principales responsables de los gases de efecto invernadero que sobrecalientan el planeta. Empresas, gobiernos y ciudadanos tenemos que hacer un esfuerzo para cambiar los modelos de consumo y dejar el planeta en algo mejor de lo que lo hemos encontrado», constata Pes. «Sería un error no actuar por miedo a la respuesta social. La regulación tiene que apoyar la agenda 2030, la medida más efectiva sería poner un precio a las emisiones de dióxido de carbono y prohibir construir más plantas de carbón», añade. Las grandes empresas deben dar ejemplo y exigir a los proveedores (pymes) un compromiso.

La ciencia urge a un cambio de paradigma

El debate coincide con la previa de la Cumbre del Cambio Climático y un aluvión de informes científicos que urgen al mundo a revisar el pensamiento dominante de crecimiento económico y a actuar. Los informes científicos son devastadores. Y si no se actúa, la temperatura de la Tierra puede subir entre 3,5 grados a final de siglo. Si una persona enferma cuando pasa de 36 a 39 grados, ¿qué le pasará al planeta?

Hay dos opciones. Entrar en pánico al ver que «nuestra casa se quema», como denuncia Greta Thunberg. O pasar a la acción y cumplir con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que la ONU aprobó en 2015 y todo el mundo firmó. Pese a la falta de compromisos de los países que más contaminan y de las voces que alertan de que «vamos tarde para evitar grandes males», como dice Eduardo Galeano «mucha gente pequeña, en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas puedan cambiar el mundo». Véase si no la Zona Franca, los jóvenes del «Fridays for Future» que este viernes volverán a marchar por las calles de Madrid o la ciudadanía que empuja a los gobernantes a actuar.