Coronavirus

Catalunya. Otros lazos

Estos días en Catalunya se han tendido nuevos lazos sin colores, hemos vuelto a llamar a esos amigos con los que hacia tiempo no nos hablábamos por diferencias ideológicas

Comienza la distribución de mascarillas
Voluntarios de Protección Civil y de Cruz Roja, en el Metro de BarcelonaAlejandro GarcíaAgencia EFE

Cualquier persona medianamente normal, entiende que son momentos de arrimar el hombro, da igual Barcelona, Madrid, Coria del Río, Sabadell o Hernani. Un enemigo común nos ataca a todos y con más virulencia a los más desprotegidos, nuestros mayores, victimas de un vergonzoso abandono hacia ellos los que reedificaron nuestra tierra.

No se deben silenciar las denuncias, pero ante todo hacer lo que se pueda y apoyar a esa heroica avanzadilla que son los sanitarios.

Estos días en Catalunya se han tendido nuevos lazos sin colores, hemos vuelto a llamar a esos amigos con los que hacia tiempo no nos hablábamos por diferencias ideológicas, hemos vuelto a comprender que lo importante, lo más importante es ser feliz con las pequeñas cosas y que esta adversidad no distingue entre territorios, ni personas, ni ideologías.

Pero algunos siguen ante todo cegados por el odio, solo importan para ellos las personas que como ellos piensan, les importa la enfermedad, la salud, de eso estoy seguro, pero ante todo impera el odio y el blanco de sus fobias son gentes que solo quieren ayudarnos.

Solo así se puede entender la incomprensible actitud de algunos, no permitiendo abrir Hospitales de campaña porque los ha montado el Ejército o la Guardia Civil, solo así se entienden las reticencias a que los militares vayan a hacer una labor tan sacrificada como desinfectar residencias.

Son tristes, ridículas, patéticas, victimas de su odio, no son conscientes de que el odio ciega e incluso hace más inviables sus objetivos.

El problema no es que alguien desinfecte una residencia o monte un hospital, es quien lo hace. El problema es que la gente perciba que otros con uniforme son útiles, son eficaces, muy eficaces.

Así, mientras la mayoría sin distinción de colores tendemos lazos, otros siguen aferrados al suyo, el único que les importa, por encima de todo, de la salud, de la enfermedad, de la misma vida del prójimo.

Debe ser muy triste vivir así, sentir así, actuar así, con una úlcera en el alma. Su ridículo fanatismo les pasará factura.