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El único hombre en la tierra que no teme al coronavirus

Bert ter Hart lleva navegando en solitario desde el mes de octubre y no ha entrado en contacto con nadie desde entonces

Bert ter Hart partió de Canadá en octubre y no tiene previsto regresar de su vuelta al mundo hasta julio
Bert ter Hart partió de Canadá en octubre y no tiene previsto regresar de su vuelta al mundo hasta julioLa Razón

Si alguien sabe lo que es la soledad y el confinamiento es uno de los múltiples marinos que se atreven a navegar en solitario. Algunos convierten la aventura en una auténtica hazaña digna de ser cantada por trobadores. Imaginen uno de estos hombres que saliese de puerto en enero con la idea de no regresar hasta julio a su casa, en un viaje de más de seis meses en total soledad. Este hombre no sabría nada del coronavirus y sería la única persona del planeta al que podría asegurarse al cien por cien que no ha entrado en contacto con el COVID-19. Pues este hombre existe, se llama Bert terHart y podría ser una de las diez personas más envidiadas del mundo según la revista “Locos”

Este experto marinero canadiense tenía un sueño y el 27 de octubre del año pasado decidió que era el momento de realizarlo. Con su pequeño velero, llamado en un ingenioso juego de palabras “Seaburban”, salió de la población costera de Victoria, en Canada, en el que era su viaje número 40 en el mar. Su único objetivo era dar la vuelta al mundo sin paradas y sin ningún sistema de navegación electrónica, sólo su instinto y los viejos instrumentos marinos que se han convertido en leyenda en la era digital. Su instrumental se limitaba a un sextante, un almanaque, bolígrafos, papel y, por supuesto, mapas de navegación.

Por supuesto, no está incomunicado y utilizada todavía las redes sociales para mandar el parte de su viaje, así que sabe perfectamente lo que está ocurriendo en el mundo, por eso agradece haber decidido realizar este viaje precisamente ahora.

En la actualidad, está llegando a Australia, lo que equivale a decir que ya ha atravesado dos tercios del viaje. Y no han sido nada fáciles. Puede que no haya tenido que mirar con desconfianza a una persona que se acerque a un metro, pero sí ha tenido que batallar tormentas y oleajes extremos, reparaciones de emergencia de cuyo éxito dependía poder seguir su ruta, y tanto altas como bajísimas temperaturas que le obligaban prácticamente a vivir en su pequeño camarote de dos por dos metros.

En realidad, su viaje tendría que llegar pronto a su fin, pero el destino es caprichoso y le ha obligado a alargarlo más. En principio, sus cálculos le daban unos muy probables seis meses para dar la vuelta al mundo, pero la multitud de problemas que le han sucedido en este tiempo le han obligado a calcular que necesitará nueve meses en volver a casa, a principios de verano, cuando el coronavirus, en principio, ya esté controlado y la gente empiece poco a poco a recuperar la normalidad.

Este hombre, que acaba de cumplir 62 años, nació en Saskatchewan, un provincia del interior de Canadá que no mira al mar en al menos200 metros cuadrados. Sin embargo, tanto su padre como su abuelo y bisabuelos fueron todos profesionales del mar, dejando ese rastro de aventura en su imaginación. Siempre tuvo el mar como horizonte al que aspirar a llegar, a perderse, a vivir, y cuando cumplió los cuarenta y sus cuatro hijos ya habían cumplido la suficiente edad para comprender sus anhelos, empezó a realizar viajes más arriesgados y largos en el mar.

Este es el seaurban, o el "mar urbano" con el que ha realizado la hazaña
Este es el seaurban, o el "mar urbano" con el que ha realizado la hazañaLa Razón

Su viaje, ahora, lo siguen diariamente unas 3.000 personas en las redes sociales, animando a este hombre a cumplir sus sueños, cuando el resto, confinados en casa, corremos para inventarnos sueños nuevos y no volvernos locos. Y sus anotaciones a lo largo de su extenso recorrido serán remitidas a compañías de investigación oceanográfica para investigar los problemas asociados al cambio climático en el mar.

En todo este tiempo, Bert no ha pisado tierra. Su medición de recursos era exhaustiva y llenó su despensa con todo lo necesario para poder vivir ocho meses por si surgían problemas. Esto incluía el famoso papel de váter y centenares de latas. “El confinamiento con uno mismo es una oportunidad para conocernos mucho más a nosotros mismos. Ahora es el momento de pensar en qué y quién queremos convertirnos y cual es el legado que queremos dejar cuando ya no estemos. Son preguntas fundamentales que requieran respuestas concienzudas y en momentos así parecen más a nuestro alcance”, asegura de sí mismo, pero parece hablarnos a todos nosotros en tierra.