Cataluña

Diario de cuarentena con niños: Día 50

“No lo he hecho porque mis padres no me han podido ayudar”, ha dicho Camila a su profesora

¡Esto se parece a una ciudad! Para nosotros sí y quien diga lo contrario se lo construiremos en la cabeza
¡Esto se parece a una ciudad! Para nosotros sí y quien diga lo contrario se lo construiremos en la cabezaCarlos SalaLa Razón

Hemos empezado a hacer una maqueta de una ciudad con cartones. Nos encantan las manualidades desde que empezó la cuarentena. Llevamos 50 días encerrados y hemos descubierto cosas de nosotros mismos que nunca hubiésemos creído, como que se pueden hacer auténticas locuras con unas tijeras y pegamento y la satisfacción que sientes es increíble. Hasta Picasso hubiese hecho una ciudad con cartones si hubiese estado 50 días encerrado con sus hijos. Aunque nosotros no hemos hecho la ciudad por voluntad, para compartir momentos preciosos con nuestros hijos, sino por un triste sentimiento de culpa. En la última clase virtual con su profesora, Camila tuvo que confesar que no había hecho la maqueta que tenía que hacer en la clase de Medio Social porque: “mis padres no me han ayudado, tenían que trabajar”.

Dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Yo me he emborrachado después de oír eso y he empezado a decir verdades como puños. La profesora, no sé por qué, supuso además que, si trabajábamos, debíamos ser médicos o algo parecido, y le dijo a la niña: “No pasa nada, Camila, estamos en tiempos difíciles y hay padres que tienen que ir a los hospitales para...”. Carmen y yo nos miramos y supimos en ese mismo instante que al día siguiente, como tontos, haríamos esa maldita ciudad de cajones.

No ha sido nada fácil, pero tampoco ha sido complicado. Había un tutorial en youtube que te explicaba paso por paso lo que tenías que hacer para que te saliese bien. Y lo hemos seguido, paso a paso, pero deben explicarlo muy mal, pues el resultado final no se ha parecido en nada a lo que han mostrado ellos. ¿En qué se parece una ciudad a un vertedero municipal lleno de cajas? Pues en algo deben de parecerse, pues nuestra ciudad no parecía otra cosa.

La decepción era inevitable, pero la niña ha disfrutado. “Vaya churro”, ha dicho, porque los niños no saben mentir. “Ya, parece un casco”, ha dicho Pablo y he estado a un paso de probar si le cabía el casco en la cabeza. “Pero ha sido divertido, a que sí”; he dicho yo, que no soy un niño y mentir se me da bastante bien, aunque se me podría dar mejor.

Al final, hemos embadurnado de pegamento nuestra ciudad para reforzar su estructura y que no se deshaga al más mínimo movimiento. Esto quiere decir que continuaremos mañana. Y Dios hizo una ciudad de cartón en dos días y al tercero se deprimió. Pero mañana lo pintaremos y parecerá Nueva York en sus mejores días, o al menos en uno de sus días regulares, que tampoco hay que exagerar. “Jo, qué rollo", ha dicho Pablo, que sabe que a él también le tocará pintar y como es un niño no sabe mentir. Nadie de esta familia se va a librar de sus responsabilidades. Aunque, ¿y si de verdad sale bien? ¿Y si lo pintamos y de pronto parece megalópolis y encima nace allí Superman? No sé como se sintió Leonardo da Vinci después de pintar la Mona Lisa, pero si la hubiese pintado con cartones, seguro que se sentiría tan satisfecho como nosotros.

Hemos salido entonces a la terraza y hemos mirado a Barcelona como si fuese tan frágil como nuestra estructura de cartón. “¿Papi, quién hace las ciudades?”, ha preguntado Camila. “Las personas que viven en ellas, cariño. Si nadie viviese en las ciudades, serían sólo cajas de cartón y se caerían tarde o temprano”, he dicho justo en el momento en que la gente ha salido a aplaudir a los profesionales sanitarios. Siempre hay una persona que sale con un megáfono y dice tonterías. Da mucha rabia. “¿Ese señor ha hecho esta ciudad?”, me ha preguntado Camila extrañada. “No, ese no, ¿pero tampoco vamos a echarle, no?”.

Camila ha sonreído y ha vuelto a mirar a nuestra ciudad de cartón. “Pues a mí me encanta”, ha dicho. ¡Lo sabía! Los niños saben mentir muy bien, al menos tan bien como los adultos.