Cataluña
Desescalada: ¿Por qué Jesucristo no creía en lavarse las manos?
El Nuevo Testamento hace referencia a una discusión con los fariseos que le pedían a él y sus discípulos esta costumbre antes de comer
Los Evangelios de Marcos y Mateo hacen referencia a un incidente protagonizado por Jesucristo que, visto con los ojos de hoy, sorprende. Según consta en el Nuevo Testamento, los fariseos se acercan a Jesús llegados de Jerusalén y le preguntan, extrañados, por qué sus discípulos no aceptan la tradición de lavarse las manos antes de comer. Jesucristo se enfurece y les recrimina su petición, aduciendo que eso no es importante, asegurando que lo que sí lo es es respetar tradiciones como honrar a tu padre y tu madre. o acepta lavarse las manos antes de comer. Este es el extracto que se puede leer en el Nuevo Testamento, Mateo 1:1-19:
Entonces llegaron á Jesús ciertos escribas y Fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los ancianos? ¿Por qué no se lavan las manos cuando comen pan? Y él, respondiendo, les dijo: ¿Por qué también vosotros traspasáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó, diciendo: Honra al padre y a la madre, y, el que maldijere al padre a a la madre, muera de muerte. Mas vosotros decís: Cualquiera que dijere al padre o a la madre: Es ya ofrenda mía a Dios todo aquello con que pudiera valerte; No deberá honrar a su padre o a su madre con socorro. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: “Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón lejos está de mí. Mas en vano me honran, Enseñando doctrinas y mandamientos de hombres. Y llamando a sí las gentes, les dijo: "Oid, y entended: No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre. Entonces llegándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los Fariseos oyendo esta palabra se ofendieron? Mas respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos: son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.
Ahora que se ha establecido vital el lavado de manos, estos ciegos guías de ciegos no son más que una advertencia a los que dictan las nuevas formas de conducta en tiempos de coronavirus para que no extralimiten sus dictámenes científicos. Según recoge Walter Ledermann en “Notas de una historia de la higiene en la Biblia”, Jesús luego se dirige a sus discípulos y les dicta: “¿No comprenden que todo lo que entra por la boca va al estómago y después termina en la basura? En cambio, lo que sale de la boca procede del corazón, y eso es lo que hace impura a una persona. Del corazón proceden los malos deseos, asesinatos, adulterio, inmoralidad sexual, robos, mentiras y chismes. Éstas son las cosas que hacen impuro al hombre, pero el comer sin lavarse las manos no hace impuro al hombre”
Aquí volvemos a ver la dicotomía entre ciencia y religión, y cómo no hay por qué mezclarlas nunca. Jesucristo, por supuesto, no era infectólogo, no le importaba las razones últimas de lavarse las manos, pero sí la carga moral de las palabras y los hechos. No hay nada inocente en los fariseos a la hora de cargar contra sus discípulos. Las palabras de Jesucristo contra lavarse las manos serían, pues, sólo una respuesta contra el hostigamiento de los fariseos y cómo sus “buenas costumbres" deberían extenderse a todos sus actos para poder dar lecciones.
Mirémoslo a la inversa. Es como si creyésemos ahora que un epidemiólogo es un santo porque sabe de epidemias y le perdonásemos que fuera un engreído, un lastimoso y un cruel histrión que fuese dando lecciones morales a todo el mundo. No entenderíamos que una persona así nos dijera lo que tenemos que hacer más allá de lavarse las manos, toser en el codo o implementar otras medidas para controlar pandemias..
La costumbre de la que hablaban los fariseos ya aparece en el Antiguo Testamento, una de las medidas higiénicas que intentó instaurar Moisés. Entre otras costumbres similares, en el segundo discurso de Moisés del Deuterónimo se asegura que: “Cuando salgas de campaña contra enemigos, guárdate de toda cosa indecente. Tendrás fuera del campamento un lugar donde podrás salir. Tendrás también en tu equipo una estaca, con la cual harás un hoyo cuando estés sentado fuera,y antes de volver cubrirás tus excrementos”. Vemos aquí cómo ya se relacionan los excrementos como transmisores de impurezas y enfermedades, por lo que es importante defecar fuera de las murallas de la ciudad, como explica Thomas Mann en su relato biográfico de Moisés.
Thomas Mann también pone en boca de Moises la recomendación de lavarse con agua corriente para preservar la salud, llamando imbéciles a los que “prefieren andar sucios” y habla de ictericias, verrugas y forúnculos. Moisés había observado, según Mann, en los judíos y egipcios, la existencia de factores comunes en el contagio de ciertas patologías, puesto que desinfectaban objetos y vestidos que habían estado en contacto con los enfermos, incluso a veces los quemaban, y tenían normas de aislamiento y de cuarentena. A veces exageraban y erraban, como en el caso de la mujer menstruante, a quien estimaban impura, contaminando por este hecho fisiológico vestidos, muebles, sillas de montar y vasijas, objetos que debían lavarse con agua. Sin embargo, si que evitaron así brotes de gonorrea en hombres.
Entre las recomendaciones en la Biblia de lo que no se puede comer en ningún caso destaca la prevención contra los murciélagos, aunque también se habla de muchos otros animales alados. De insectos se prohiben todos excepto la langosta y derivados
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