Manifestación
¿Rebelión de pijos?
Vaya por delante que yo no soy de los que sacan las cacerolas (aunque debo reconocer que por curiosidad me acerqué a una de esas caceroladas), mi mujer sí, por lo que en mi casa hay cacerolada, que por algo manda quien manda y nada más lejos de mi intención que cambiar ese estatus.
Mi mujer no es pija, es abogada, fue al mismo tiempo como ya he explicado en alguna ocasión, Diputada del Colegio de Abogados, abogado ejerciente, mientras batía un récord casi insuperable; tres hijos en los cuatro años que dura un mandato. Presidió la comisión de Deontología, la de Relaciones con la Administración de Justicia, la de Intrusismo y mi hija mayor nació un jueves y el lunes siguiente había una junta importante, su voto era casi decisivo y ahí fue y votó.
Así que como verán de pija nada, y saca la cacerola, yo como pijo sería raro porque me jugué los cataplines contra ETA y llevo toda la vida trabajando como abogado y como profesor, además de escribir artículos que a casi nadie interesa, como este. Yo también estoy hasta los cataplines de la tomadura de pelo que padecemos, con resoluciones contradictorias y de que lo que hoy es blanco mañana sea negro. Pero a diferencia de mi mujer, creo que ya llegará el momento para pedir cuentas cuando esto acabe.
Ya ven dos versiones distintas de dos ciudadanos cabreados en un mismo lecho conyugal.
Lo que no entiendo es por qué mi mujer no tiene derecho a manifestarse, con mascarilla y por supuesto guardando la adecuada distancia con su Bandera sobre el hombro. Ignoro si nos pueden considerar pijos a nosotros sujetos que no han trabajado de verdad un solo día de su vida y cuyo mérito es haberse metido en política y vivir del mamandurrio. Mientras mi señora quiera tocará la cacerola y ni se lo impediré yo, ni me temo que nadie. De todas formas si los agentes de la autoridad consiguen convencerla de lo contrario, por favor llámenme inmediatamente y explíquenme como lo han conseguido.
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