Historia
Irena Sendler, la enfermera que salvó a 2.500 niños del Holocausto
Conocida como “El ángel del gueto de Varsovia”, arriesgó su vida para cuidar y socorrer a los hijos de lo judíos del infierno de los nazis
No existe figura en el mundo como la de Irena Sendler, conocida como “el ángel del gueto de Varsovia”. Su valor, coraje, entrega y sacrificio representan a la perfección cómo el bien es capaz de iluminar hasta los infiernos más oscuros. Steven Spielberg nos dio a conocer a Oskar Schindler, el empresario que encontró su redención salvando la vida de más de mil judíos. Irena Sendler, una enfermera polaca, simplemente vio el terrible destino que estaba reservado para los niños judíos y decidió salvarlos de una muerte segura, burlando una y otra vez la vigilancia de los nazis.
Sendler nació el 15 de febrero de 1910 en Varsovia, pero creció en un pequeño pueblo cercano donde su padre, médico, se dedicaba a visitar enfermos sin recursos, la mayoría judíos. Cuando tenía 7 años, su padre murió de tifus. El doctor se había contagiado de enfermos que los otros médicos se negaban a tratar. La joven Irena aprendió allí cómo ayudar a los que más lo necesitan, a pesar de las adversidades, otorga un verdadero valor a la vida y empezó a trabajar a imagen y semejanza de su padre. “Me criaron con la idea de que una persona tiene que ser rescatada cuando se ahoga, no importa su religión o nacionalidad”, aseguraba Sendler.
Las comunidades judías, como agradecimiento a los esfuerzos del padre de Irena, subvencionó sus estudios y así pudo convertirse en enfermera y asistente social. Con la invasión de los nazis en Polonia en agosto de 1939, su vida dio un giro de 180 grados y empezó a ofrecer cobijo y socorro a todos los judíos asediados por las fuerzas nazis. Con el levantamiento del gueto de Varsovia en octubre Sendler supo ver el terrible destino que les esperaba a los niños de las familias encerradas dentro y empezó a idear un plan para sacarlos de allí y resituarlos en familias no judías u orfanatos cristianos. En 1941, el ejército alemán aseguró que ayudar a los judíos estaba prohibido y la condena era la muerte. Aún así, eso no detuvo a la enfermera. “Me molesta que me llamen héroe. Yo todavía tengo cargas en mi conciencia por lo poco que pudimos hacer”, señalaba la enfermera.
No era fácil encontrar las formas de ocultar a los niños de la vigilancia nazi y ayudarlos a escapar. El gheto, donde se hacinaban 400.000 judíos, estaba rodeado por un muro alto de tres metros y medio acabado con alambre de espino, y fuertemente vigilado. Para poder entrar dentro del gueto y organizar las fugas, la enfermera se ofreció como profesional sanitaria voluntaria a las fuerzas nazis. La falta de alimento y las condiciones higiénicas dentro del gueto hicieron que las enfermedades contagiosas, como el tifus, creciesen rápidamente y los nazis aceptaban la ayuda local que pudiesen conseguir. Una vez dentro, Sendler pudo hablar una a una con las diferentes familias y que aceptasen su plan para ayudar a escapar a sus hijos. No todas lo hicieron. Los riesgos eran altos, pero la alternativa era peor. “Soy la única que continúa con vida, pero no lo hice sola. Éramos entre 20 y 25 personas dentro del grupo de rescate que yo coordinaba”, afirmaba la enfermera.
Sendler ideó cinco formas para la fuga que tenía que ir alternando para no despertar sospechas. Algunos niños salían escondidos debajo de camillas dentro de una ambulancia. Otros tenían que atravesar el alcantarillado de madrugada. Algunos salían por los laberínticos juzgados del gueto, situado en los límites fronterizos, o por una iglesia cercana. Otras veces, los niños se escondían en sacos de patatas, cajas de herramientas, maletas. Aunque a veces no tenía más remedio que dar fuertes somníferos a los niños y sacarlos en ataúdes asegurando a los alemanes que habían fallecido. Una vez fuera se les entregaba documentos falsos, nuevas partidas de nacimiento, y se les reubicaba en diferentes familias. “Para mí y los otros niños a los que rescató, Irena Sendlerowa era una tercera madre, buena, sabia, siempre comprensiva, compartiedo nuestras alegrías y tristezas. Siempre pensamos en ella y sus consejos cuando se nos presenta alguna dificultad”, aseguraba Elzbieta Ficowska, una de las niñas que Sendler consiguió salvar.
Una trabajadora de una lavandería que servía para ocultar y resituar a los niños fue la que descubrió todo el entramado de Sendler después de las torturas de la Gestapo. En octubre de 1943, la enfermera era detenida y torturada. El objetivo era conocer la identidad de aquellos niños y trasladarlos en seguida a campos de concentración. La enfermera también fue torturada, pero se negó a dar ningún nombre. Las identidades y localización de aquellos niños nunca fue descubierta.
Sendler sabia que el futuro de aquellos niños, por mucho que los salvase del horror, no iba a ser fácil. Sabía que la mayoría nunca volvería con sus familias, pero no querían que perdiesen sus orígenes. Así que guardó registro de todos ellos, en una libreta donde ponía su verdadero nombre junto al que le habían otorgado para pasar como niños cristianos. La libreta estaba enterrada bajo un manzano en el jardín de una de las casas cercanas a su domicilio. “Cada niño que conseguí ayudar es la justificación de mi vida en esta tierra, no un título de gloria”, afirmaba Sendler.
La enfermera fue condenada a muerte, pero el oficial que tenía que asesinarla la dejó escapar en el último momento. Las razones no son claras, aunque la hipótesis es que fue sobornado, lo que permitió que dijese a sus superiores que la había matado, pero dejándola escapar. Los nazis, desde aquel día, la dieron por muerta, pero ella continuó ayudando como podía desde la clandestinidad.
En 2007, las autoridades polacas presentaron su candidatura al Premio Nobel de la Paz, pero no lo consiguió. Aquel año lo ganó Al Gore. La enfermera moría a los 98 años en 2008, pero su increíble historia empieza a resonar con fuerza. Ya se ha hecho una película para televisión, protagonizada por Clare Daines, sobre su vida, y la actriz Gal Gadot ha comprado los derechos para filmar una nueva versión. Hay vidas que todos deberían conocer y la de Irena Sendler es una de ellas. Su ejemplo seguirá salvando vidas.
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