Historia

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Barcelona, 1580: 20.000 infectados en diez días por la primera gran pandemia de gripe

El llamado “Gran Catharro” diezmó a la población mundial e incluso contagió a Santa Teresa de Jesús o Felipe II y provocó la muerte de su esposa Ana de Austria, embarazada de siete meses

Galenos del siglo XVI buscando remedios contra la nueva enfermedad
Galenos del siglo XVI buscando remedios contra la nueva enfermedadLa RazónArchivo

El 4 de agosto de 1580, según documenta el padre Pere Gil, entra en Cataluña lo que se llamó el Gran Catharro, la primera gran pandemia mundial relacionada con algún tipo de virus, posiblemente de la gripe, aunque muchos aseguran que tiene relación, por su estacionalidad veraniega, con la tos ferina. En cualquier caso, comenzó en Asia y fue moviéndose hacia el este pasando primero por Italia, Francia, Baleares, Cataluña y después por todo el estado. Se calcula que infectó al 80 por ciento de la población europea. En Barcelona, por ejemplo, sólo necesitó diez días para infectar a 20.000 personas. En total, la capital catalana tenía en esos días 35.000 habitantes.

Los síntomas son conocidos hoy y podrían confundirse con los del coronavirus. Francesc Despalau documenta en sus “Memòries importants” que este catarro “da fiebre y tos y algunos dolores” y añade que “todo tipo de gente lo pasa y se mueren muchos, del trabajador del campo al rey de Francia”. También habla de los estragos que ocasiona en las galeras de los soldados de Flandes que tienen que combatir en la guerra de Portugal. “Si caía en casa uno enfermo, todos lo pasaban”; añade Gil, quien asegura que la pandemia afectó a cerca del 90 por ciento de la población barcelonesa. “Yo estaba en Barcelona y afectaba a muchos. Los pájaros se morían en sus jaulas y no se veía ninguno en el cielo. De 1.000 personas, sólo una estaba sin catarro”, explica Gil.

Lo que está claro es que la enfermedad se transmitía por el aire y llegó de poniente, lo que hace suponer que apareció con temperaturas altas. “Daba un dolor de cabeza cruel, con dos o tres días de fiebre, algunos hasta ocho o diez días”, asegura Gil, quien añade que la fiebre era tan violenta que parecía causada por la peste. Los afectados quedaban tan maltrechos y débiles que su convalecencia, si superaban la enfermedad, duraba semanas. En el “Manual de Novells Ardits” de la época se habla de “gran dolor de cabeza, gran dificultad respiratoria, una voz ronca”, así como violentos escalofríos y mucha tos, primero seca y después llena de moco. Los enfermos apenas tenían apetito, lo que dificultaba que recuperasen pronto las fuerzas, y además la tos les imposibilitaba dormir.

Para evitar la propagación de la nueva pandemia, el Consell de Cent que regía la ciudad decide establecer controles férreos para ver quién llega a Barcelona. Quien llega se les deja en cuarentena en casas llamadas “llatzerets”. Algunos estaban hasta 40 días en aquella cuarentena para ver si desarrollaban alguno de los síntomas de la gripe.

La mortalidad, como ahora con el coronavirus, era más cruel con los ancianos, pero en este caso también tenía una alta incidencia en los niños pequeños y mujeres enbarazadas. “Las personas que ya estaban enfermas, todas morían. En apenas 15 o 20 días, no había tiempo ni para hacer sermones, ni para cantar oficios en las parroquias y en los monasterios, ni siquiera decir misa”, añade Gil.

La enfermedad se extendía por toda Europa de una forma brutal. En París llega el 2 de junio y e 6 ya se documentan 10.000 infectados. En Badajoz Felipe II se contagia y está al borde de la muerte, igual que su esposa, Ana de Austria, que no tiene tanta suerte y fallece el 26 de octubre. En ese momento, estaba embarazada de siete meses.

La enfermedad tuvo tanta incidencia en un periodo tan corto de tiempo que hasta la propia Teresa de Jesús, mientras estaba en Valladolid, donde había llegado el 8 de agosto, se infectó: «Diome una enfermedad tan grande que pensaron muriera», escribiría después. Existe, además, una carta de Santa Teresa dirigida a María de San José en la que añade: «Todavía estoy tan flaca la cabeza que no sé cuándo podré escribir de mi letra... Sepa que el mal ha sido tanto que no pensaron que viviera. Ya estoy sin calentura días ha, y no sé para qué me deja Dios sino para ver muertes este año de siervos de Dios, que me es harto tormento". Muchos han querido ver en esta enfermedad el inicio del declive en la salud de la religiosa, que moriría dos años después.