Salud

La covid afecta la fecundación in vitro: “Tras 12 años intentando ser madre, en marzo iniciaba un tratamiento”

Día Mundial de la Fertilidad: el 17% de las pacientes en tratamiento teme que este parón les impida ser madre

El criterio para dar una baja a una profesora embarazada depende de cada médico
El criterio para dar una baja a una profesora embarazada depende de cada médicoKike Taberner

Eva lleva cerca de doce años intentando ser madre. Hace cinco, ella y su marido recurrieron a la fecundación in vitro tras ver cómo todas sus tentativas de ser padres de forma natural se veían frustradas, pero esta técnica tampoco dio resultado. Después de transferirle seis embriones y que ninguno de ellos acabara en embarazo, la pareja recurrió a la donación de óvulos y entonces, tras tres intentos, llegó el momento. La pareja se quedó embarazada pero al poco tiempo Eva sufrió un aborto, el cual se complicó y le generó problemas que no se resolvieron hasta casi un año después.

Transcurrido ese tiempo y cuando por fin se volvían a dar las condiciones para volver a intentar ser padres, Eva y su marido decidieron recurrir a la donación, tanto de óvulo como de esperma, al considerar que quizá el problema de fertilidad de la pareja podía estar relacionado con el gameto de él y que, debido a la edad de ella, quien está a punto de cumplir 43 años, la donación era la opción que les ofrecía mayores garantías. El pasado mes de marzo, la pareja ya tenía hora con su ginecólogo para poner en marcha todo el procedimiento, pero entonces estalló la crisis sanitaria generada por el coronavirus.

“Decidí anular la cita con mi ginecólogo. Convivo con mi madre, que es una persona de riesgo, no solo por su edad sino también por otros factores como la diabetes y me daba miedo pensar que yo podía contagiarme y, por consiguiente, contagiarle a ella también”, señala Eva, quien asegura que desde que se viera forzada a tomar esa decisión lo ha “pasado muy mal”. “Llegué a pensar que toda la lucha por poder ser madre no servía de nada y encima era por algo ajeno a mí, por algo que yo no podía controlar como era el coronavirus”, se sincera Eva para a continuación comentar que “la sensación era de haber tirado tanto esfuerzo por la borda”. “A mí ahora el factor de la edad sí me condiciona para poder ser madre”, señala, de manera que “el parón por la pandemia me produjo una depresión enorme e incluso llegué a pensar que ya no valía la pena seguir con todo esto”. “Cuando llevas tantos tratamientos a tus espaldas, cuando has tenido que recurrir a la donación de óvulo, lo que no es nada fácil para una mujer, y has pasado tanto, encontrarte con algo así es desalentador”, confiesa Eva, quien recuerda con cierta ironía que a finales del año pasado su marido y ella habían decidido que 2020 sería el último año en el que iban a seguir luchando por poder ser padres y que, si durante esos 12 meses no lo conseguían, iban a desistir.

En este sentido, constata que ella está a punto de cumplir los 43 años y no es una persona obsesionada con ser madre, que no contempla la maternidad a cualquier edad porque tampoco quiere criar a un niño “siendo una abuela”, de manera que la incertidumbre generada por el virus le produjo una especial angustia e impotencia. “No sabía cuándo se iría el bicho éste, cuándo podría retomar el tratamiento y ello me hacía sentir impotente”, recuerda Eva, quien ya se ha puesto en contacto con su ginecólogo para empezar el proceso para poder ser madre. “He de empezar un tratamiento con hormonas para engrosar el endometrio y cuando éste haya crecido lo suficiente y las condiciones sean las requeridas, entonces podrán hacerme la transferencia del embrión” y paralelamente la mujer que ha de donar su óvulo para poder completar este proceso también debe empezar el tratamiento necesario para la posterior extracción.

“Cada mes que pasa, es un mes perdido”

Para María, el parón de las clínicas y unidades de reproducción asistida durante cerca de un mes también ha sido motivo de “frustración”. Ella y su pareja llevan desde 2015 intentando ser padres y durante este tiempo han sufrido abortos e incluso la pérdida de un bebé que falleció por una enfermedad genética incompatible con la vida. Desde el pasado mes de diciembre, María, que además cuenta con una baja reserva ovárica, empezó un tratamiento de estimulación ovárica, el segundo, para intentar de nuevo ser madre y en el mes de marzo, cuando debía someterse al tercer ciclo de estimulación, éste se tuvo que posponer debido a la crisis sanitaria generada por el coronavirus.

“El hecho de quedarte parada por obligación afecta mucho y sobre todo cuando además desconoces cuándo vas a poder retomar el tratamiento”, destaca María, quien recuerda que “el estar en casa confinada pensando que podría estar pinchandome para estimularme genera mucha frustración”. “Pensábamos que el tratamiento iba a durar unos 4 meses y ahora ya vamos por el séptimo mes”. Y es que si bien María tiene 35 años y, por lo tanto, se supone que sus óvulos aún son de buena calidad, lo cierto es que debido a su escasa reserva ovárica, “cada mes que pasa es un mes perdido, porque cada mes mi reserva ovárica va a menos “.

Hace apenas un par de semanas que María pudo retomar el tratamiento entre las extremas medidas de seguridad que han puesto en marcha las clínicas y unidades de reproducción asistida para cumplir con los protocolos de prevención del coronavirus, gracias a los cuales ella dice sentirse “muy tranquila y segura”. Pero esas mismas medidas, las cuales no permiten llevar el mismo ritmo de atención que en circunstancias normales puesto que debido a la necesidad de mantener la distancia social no se puede concentrar a un gran número de personas en las consultas y salas de espera de estos centros, sumado a la acumulación de visitas y tratamientos pospuestos durante la crisis y que ahora deben retomarse, están provocando un aumento de las listas de espera.

Aumento de las listas de espera

En este sentido, Helena Fernández, presidenta de la Asociación para Pacientes Red Nacional de Infértiles, recuerda que “durante cerca de un mes se ha paralizado la reproducción asistida, excepto para casos excepcionales”. Desde finales de marzo hasta el 24 de abril, cuando las clínicas privadas retomaron su actividad y algunos centros de la Seguridad Social empezaron también a hacerlo pero a un ritmo más lento, se han parado la mayoría de tratamiento que ahora hay que retomar, por lo que “si en la Seguridad Social ya había listas de espera de dos años en algunas Comunidades Autónomas, ahora la situación se va a agravar”, alerta Helena, quien recuerda en el ámbito de la reproducción asistida “jugamos con el tiempo”. “Hay pacientes que se encuentran en el límite de edad para ser madres y otras que cuentan con una baja reserva ovárica, de manera que en estos casos seis u ocho meses de demora pueden ser determinantes”.

De hecho, una encuesta realizada por la entidad que ella preside, señala que “el 17% de las 243 pacientes a las que se les consultó dice temer que el COVID pueda impedir su maternidad y un 44% de las mujeres que tuvieron que suspender su ciclo por esta circunstancia asegura no haber retomado aún su tratamiento, muchas de ellas por la demora del reinicio de la actividad en la Seguridad Social, pero otras por “los problemas económicos que vive ahora la pareja a raíz de la crisis generada por el virus”.

El presidente de la Sociedad Española de Fertilidad, el doctor Luis Martínez, explica lo sucedido durante las semanas transcurridas desde que a finales de marzo se decretar el cese de la actividad en los centros de reproducción asistida hasta que el pasado 24 de abril se permitiera su reactivación. “El 30 de marzo se decretó a nivel estatal la paralización de las actividades no esenciales hasta el 9 de abril, lo que obligó a suspender temporalmente el inicio de nuevos tratamientos así como el llevar a cabo la transferencia de embriones, sin embargo se pudo continuar con los tratamientos ya iniciados puesto que, de no ser así, se podía causar un prejuicio realmente significativo a esa mujeres”, explica el doctor, quien recuerda que la anulación de las transferencias no repercute de forma importante en la evolución del proceso, ya que “los embriones se pueden congelar y transferir más adelante sin problema”. “Con la vitrificación no cambia la tasa de embarazo”, asegura Martínez.

El doctor ve justificada esa medida por dos motivos principales: por un lado, “había que ser prudentes porque no sabíamos cómo podía repercutir el virus en los gametos, si éste se podía transmitir por el semen..., y por el otro, había que poner a disposición del Ministerio todos los medios, tanto materiales como de personal” para combatir la pandemia. De hecho, hubo profesionales del ámbito de la reproducción asistida que fueron requeridos para participar en la gestión y lucha contra el coronavirus.

Finalmente, esa situación se prolongó hasta el pasado 24 de abril, cuando el Ministerio de Sanidad dio el visto bueno a retomar la actividad en el ámbito de la reproducción asistida y desde entonces, según la normativa de cada Comunidad Autónoma, ello se ha ido produciendo de forma progresiva.

La preocupación no es por el parón

En este contexto, Martínez comprende que en un primer momento, esa interrupción de la actividad supusiera un duro golpe para aquellas mujeres que “tienen todas sus esperanzas de ser madres depositadas en la reproducción asistida y que, por lo tanto, quieren inmediatez”. “Para ellas fue un drama”, admite el doctor, quien reconoce que “el hecho de que a una mujer de 41 años, por ejemplo, se le difiera el tratamiento tres meses puede suponer una oportunidad perdida”, sin embargo apunta que “finalmente ese parón ha sido de un mes y retrasar los tratamientos solo ese tiempo no cambia tanto el panorama, la tasa de embarazo es la misma”.

Lo que sí preocupa a Martínez es que pese a que se está produciendo una progresiva vuelta a la normalidad, “la normalidad en el número de ciclos no se ha producido”. Es decir, “el número de pacientes que estamos viendo en la pública desde que se retomara la actividad es menor al que veíamos antes de la crisis debido a las connotaciones que el virus tiene a nivel asistencial en lo que se refiere a las medidas de seguridad como mantener la distancia social, el tiempo requerido para desinfección.... lo que obliga a espaciar más las visitas y eso repercute en las listas de espera”. “Eso sí que me preocupa porque no es lo mismo ver a una mujer con 38 años que verla con 38 años y seis meses; la cosa cambia”.

En cualquier caso, el doctor espera que el miedo a un posible contagio no frene ahora a las pacientes en el momento de iniciar o retomar el tratamiento, ya que asegura que “este es el momento ideal para hacerlo: es cuando hay una menor incidencia del virus y cuando las clínicas y centros dan más garantías anti-COVID”. “Hacemos pruebas PCR y de serología continuamente al personal, hay más desinfección que nunca en las consultas y laboratorios, se han tomado todas las medidas necesarias para garantizar la higiene y desinfección de los espacios...”, comenta Martínez, quien además recuerda que “si una paciente ha de ir a quirófano para la extracción de ovocitos, también se ha de hacer la prueba, mientras que al resto se le ofrece la posibilidad de hacérsela de forma voluntaria”.

La Hidroxicloroquina, el otro contratiempo

Pero el retraso en los tratamientos debido al cese de la actividad no es el único factor por el que el sector de la reproducción asistida se ha visto golpeado debido al coronavirus. Como recuerda Helena Fernández, “en un momento concreto de la crisis sanitaria se produjo un problema con una medicación que nos llevó a requerir la intervención de la Agencia Española del Medicamento. “Existe un perfil de paciente que recurre a la reproducción asistida por un problema inmunológico que provoca abortos recurrentes. Con medicación, se puede conseguir que el cuerpo de la madre no detecte al feto como algo ajeno y le permita desarrollarse con normalidad”, pero se da la circunstancia que ese medicamento es la Hidroxicloroquina, el cual se usa también para el tratamiento de la COVID-19.

Así pues, en el mes de abril, cuando se comprobó que en las farmacias se estaba comprando de forma masiva e indiscriminada este medicamento, se prohibió su venta, excepto para algunos pacientes crónicos, como los reumatoides, y para los afectados por el coronavirus. “Eso creó mucha angustia a las mujeres embarazadas que necesitaban tomárselo porque de ello quizá podía depender la vida de su bebé, mujeres que previamente podían haber pasado por anteriores embarazos o tratamientos frustrados”, señala Fernández, quien recuerda que “fueron unos diez días terroríficos, hasta que conseguimos que la Agencia de Española del Medicamento solventara la situación y la verdad es que nos dio una respuesta bastante rápida”