Campaña contra Felipe VI

“El Rey ya es el de todos”

La Casa Real no se pronuncia sobre la propuesta de un sector de la izquierda para que Felipe VI se disculpe por su discurso del 3-O. Su entorno recuerda que no hace política y que actuó conforme a la Constitución

El rey Felipe VI, acompañado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la reunión del patronato de la Fundación Carolina
El rey Felipe VI, acompañado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la reunión del patronato de la Fundación CarolinaBallesterosAgencia EFE

Desde su discurso en defensa de la Constitución del pasado 3 de octubre de 2017, 48 horas después del referéndum ilegal del 1-O, la hostilidad del independentismo hacia Felipe VI ha ido creciendo exponencialmente, tal y como atestiguan los continuos escraches a sus visitas a Cataluña y la permanente campaña de acoso a la Casa Real. Ante esta circunstancia, como adelantó ayer este diario, hay sectores de Podemos y del PSOE que defienden la necesidad de que el Monarca aproveche el mensaje de Navidad para emitir alguna señal de rectificación que permita mitigar el rechazo que concita su figura entre ciertos sectores de la población catalana. Sin embargo, desde el entorno de Zarzuela, alejan esta posibilidad y advierten de que el Monarca no se va a inmiscuir en asuntos políticos.

En el entorno de Zarzuela sostienen que el Rey «es el de todos» y siempre ha mantenido la neutralidad y ha actuado con arreglo a las funciones fijadas por la Constitución. En ese sentido, recuerdan también que cuando tomó la palabra e intervino en 2017 fue porque se intentó «violentar el orden constitucional», una actuación que fue aplaudida entre las formaciones constitucionalistas. En cambio, su figura quedó muy dañada entre el independentismo, que asumió aquel discurso como un ataque a sus posiciones en un momento de máxima tensión y agitación tras las cargas policiales del 1-O.

De hecho, el independentismo ha convertido a la Monarquía en uno de sus principales enemigos. Desde la calle –alentada por las principales entidades sociales, como la ANC, Òmnium o los CDR– hasta las instituciones dominadas por el separatismo –la Generalitat, con Quim Torra al frente, anunció la ruptura de relaciones con Felipe VI– han impulsado una cruzada contra la Casa Real que se ha traducido en protestas y acoso en cada visita e, incluso, en querellas contra el Rey Emérito –por parte de Òmnium– por los presuntos casos de corrupción.

Se ha convertido en una especie de «bestia negra» y el discurso del 3-O, en el que el Rey se limitó a garantizar la legalidad, tal y como le encomienda la Constitución, es para el separatismo una demostración de que el Rey toma partido o hace política.

Ahora, la postura de sectores del PSOE y de Podemos a favor de que el Rey enmiende aquel discurso en su tradicional mensaje de Navidad llegan en un contexto en que el Gobierno ha optado claramente por la distensión con las fuerzas independentistas con guiños como la reforma del delito de sedición o los pasos dados hacia el indulto a los presos. En este sentido, aunque desde el independentismo se toma con cierta indiferencia el discurso que pueda pronunciar el Rey Felipe VI en Navidad, también es cierto que desde Esquerra consideran que podría ayudar a que se reconciliara con la ciudadanía de Cataluña –en todas las encuestas que elabora el Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat, la Casa Real aparece como la institución peor valorada–.

No obstante, en Esquerra –partido que se ha distinguido por su rechazo a la Monarquía en sus 89 años de historia como indican sus siglas– también advierten de que, como partido, no tienen «nada que ver» ni con Felipe VI ni con las decisiones que pueda tomar de ahora en adelante. «Es evidente que a nosotros ni nos va ni nos viene», aseguran algunas voces de la formación republicana, recalcando su indiferencia hacia la Monarquía. En este sentido, se desvinculan de la Monarquía en un momento en que un movimiento de estas características podría ser leído en algunos ámbitos también como una imposición de Esquerra teniendo en cuenta que se ha convertido en socio prioritario del Gobierno y, por tanto, en un partido determinante para la legislatura española.

JxCat, por su parte, también ha mostrado su beligerancia con la Monarquía desde el 3-O. De hecho, pocos meses después de octubre del 2017 –en febrero de 2018–, Carles Puigdemont, con quien el Rey había mantenido una cordial relación hasta la fecha –coincidían anualmente en los Premios Fundación Princesa de Girona cuando Puigdemont era alcalde de la ciudad–, levantó la voz y exigió al Monarca que pidiera «perdón». Ahora, ante las presiones para que el Rey introduzca algún guiño hacia el separatismo en su mensaje de Navidad, desde la formación del expresident muestran poca confianza de que dé el paso y lo haga. Desde el PDeCat –que también ha tomado protagonismo en las últimas semanas en Madrid en la negociación de los presupuestos con el Gobierno– se limitan a exhibir indiferencia ante lo que pueda decir el Monarca.

En cualquier caso, Cataluña se ha convertido en un territorio minado para el Rey Felipe VI: recientemente fue víctima de una nueva polémica después de que el Gobierno vetara su presencia en la entrega de despachos a los nuevos jueces en Barcelona. Felipe VI, por tanto, ha heredado una relación envenenada con la autonomía y muy alejada de aquella que mantuvo el Rey Emérito durante los primeros pasos de la democracia, cuando exhibía sintonía con Jordi Pujol –en 1985, Don Juan Carlos I presidió una reunión del Govern–.

El vicepresidente del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias, se mostró ayer muy prudente en una entrevista en «RTVE» a la hora de valorar al Rey, que también se ha visto envuelto en otra polémica por recibir una carta de unos militares en la reserva. Iglesias mostró su confianza en que el Jefe del Estado evitará entrar a valorar esa misiva y se alejó del discurso que han tenido algunas formaciones de izquierda, como Más País e Íñigo Errejón, que sí ven necesario que el Monarca salga desautorizar a los militares.

Además, el Rey regresó ayer a la actividad pública con un acto junto a Pedro Sánchez tras diez días de cuarentena tras tener contacto con alguien que dio positivo por Covid-19. La vuelta a la normalidad.