Opinión

Memoria y pandemias

Susana, de 41 años, directora del Centro de la tercera edad Ballesol de Badalona (Barcelona), recibiendo la vacuna Pfizer contra el coronavirus.
Susana, de 41 años, directora del Centro de la tercera edad Ballesol de Badalona (Barcelona), recibiendo la vacuna Pfizer contra el coronavirus.Enric FontcubertaAgencia EFE

De 50 a 100 millones de muertos entre 1918 y 1920, o lo que es lo mismo, entre el 2,5 y el 5 por ciento de la población mundial, que entonces era de unos 1.800 millones: son las terribles cifras de la gripe española, unas cifras que superan con creces a las ya de por sí estremecedoras de la Primera Guerra Mundial (17 millones de muertos) e incluso a las de la Segunda (60 millones).

Una gripe mal bautizada, pues no se originó en España sino en un campamento militar de Norteamérica, que vino “como un ladrón en la noche”, tal como reza uno de los capítulos del libro que recomiendo a los lectores interesados en el tema (“El jinete pálido”, de Laura Spinney), y contagió a más de 500 millones de personas, casi una de cada tres de la población mundial. En el caso de España, unos 8 millones de infectados y más de 200.000 muertos.

Sin duda la más devastadora epidemia sufrida por la humanidad desde la peste negra medieval, y sin embargo apenas se habla de ella en los libros de historia, o muy de pasada, una nota a pie de página de la Gran Guerra, nada en comparación con los temas considerados de importancia: guerras –una detrás de otra–, ideologías y revoluciones de variado signo, crisis y conflictos de todo tipo… La mayor tragedia del siglo XX, y nos olvidamos de ella hasta que cien años después vino el maldito coronavirus. Y cuánto mejor nos habría ido si durante todo este tiempo la hubiéramos tenido presente, como recordatorio y advertencia de lo que podría volver a repetirse. En los libros de historia, sí, pero sobre todo en la memoria colectiva, tan frágil y efímera, lo mismo que la memoria individual, si no se cuida ni ejercita, y más aún si se menosprecia, como ahora sucede.

¿Pasará lo mismo con la pandemia que nos asuela?