Opinión
Potencia o tamaño
Ni a ver quién corría más ni a ver quién era el más fuerte. Como los genes son hereditarios, y a la vista de lo que hay, estoy convencido de que la primera competición entre humanos debió ser para ver quién la tenía más larga. Y en eso seguimos.
Ahora la gente rica, pero la muy, muy, muy, anda con eso de darse garbeos por el espacio, aunque sean cortitos. Lo de tener el barco más grande ya ha quedado atrás. Ahora, todo supermillonario que se precie, para deslumbrar de verdad a las chatis, tendrá que haber ido alguna vez al espacio, y no para buscar nuevas sensaciones –la eterna excusa– sino para demostrar que tiene la pasta y que se la puede gastar como quien invita a gambas.
Aquí, por cuenta corriente, quizás podría planteárselo don Amancio Ortega; pero parece que al hombre eso de la ingravidez le resbala bastante. Sin embargo, me cuentan que el tema está sobre la mesa, aunque no a nivel particular, sino nacional, como cuestión de Estado, con el fin de potenciar la «marca España». Porque ahora, el que va al espacio es lo más de lo más.
Claro que la misión es compleja, pero los principales escollos que entraña los tenemos ya resueltos. Por ejemplo, la tecnología la proporcionaría nuestra flamante «NASA catalana»; y el altísimo coste de la operación, sin pagarlo, podría ir avalado por el Institut Català de Finances, que últimamente avala cosas todavía más extrañas.
Así, ni tecnología ni financiación. Para nosotros el problema es otro bien distinto, y es, simplemente, que necesitamos un cohete mayor o más potente que el de Bezos, en el que sólo cabían cuatro pasajeros. Muy insuficiente. Nosotros si vamos, lo hacemos, pero a lo grande. Y, como nuestro proyecto sería público y «de gratis», al viaje no irían particulares, sino políticos varios que, en el fondo, y para algo, son nuestros representantes.
Siendo así, habría que hacer sitio a los asesores, jefes de gabinete, responsables de comunicación, escoltas y resto de séquito de cada uno de los pasajeros principales, así como a sus parejas, hijos, cuñados e incluso alguna que otra voluptuosa «secretaria», que también la habría.
Abarrotado con semejante pasaje, el cohete de Bezos no podría ni separarse del suelo. Por otro lado, para ir holgados, necesitaríamos casi un Airbus A380, que no puede volar tan alto. Potencia o tamaño, ése –y no otro– es nuestro problema para ir al espacio. Pero daremos con una solución, que nadie lo dude. Que, si hay que ir, se va y para larga, larga, la nuestra.
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