Entrevista
Juan Antonio Samaranch Salisachs: «Barcelona’92 hizo que ganáramos más autoconfianza»
En el treinta aniversario de los Juegos de Barcelona, el dirigente olímpico rememora lo que fueron esos días
Estos días no son pocos los actos que sirven para recordar lo que fue una de las fechas que han quedado fijadas en el imaginario colectivo. La celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992, sigue recordándose como un ejemplo de transformación de una ciudad, como el triunfo del trabajo conjunto de todas las Administraciones. Hoy parece imposible repetir esa fórmula. Una de las voces más autorizadas para hablar de todo eso es Juan Antonio Samaranch Salisachs, vicepresidente del Comité Olímpico Internacional.
¿Cuál es el legado de Barcelona’92?
¿Legado? Yo hablaría de muchos, no de uno solo porque el legado que dejó Barcelona es amplio. Es mucho y muy variado. Se puede empezar por el legado deportivo, gracias a lo que se hizo cambió el estatus deportivo pasándose de pocas medallas a un número razonable. Por otro lado, por ejemplo, fíjese en las infraestructuras y todavía perviven tres décadas después, como es la apertura la ciudad al mar, el aeropuerto,. Y es que si se hace con cabeza, la inversión en unos Juegos Olímpicos se acaba rentabilizando. No es solamente una cosa de dieciséis días.
¿También podemos hablar de una huella internacional de esas Olimpiadas?
Desde luego. Hay un legado internacional de los Juegos de Barcelona con una imagen de modernidad. Nosotros, como sociedad española, demostramos que éramos capaces de impresionar al mundo, de organizar unos Juegos extraordinarios. Hizo cambiar nuestra autopercepción, ganamos mucha más autoconfianza y determinación.
Es indudable que su padre, Juan Antonio Samaranch, como presidente del COI, tuvo un papel muy importante en esos Juegos Olímpicos. ¿Cree que se le ha reconocido esa labor?
Es curioso porque esa es una pregunta que me hace con mucha reiteración. Soy su hijo, por tanto no soy la persona idónea para contestar a la pregunta que me formula. Sin embargo, lo que sí puedo decirle es que los reconocimientos se agradecen, pero nunca se piden.
Los Juegos demostraron una unidad tanto por parte de las Administraciones como de la ciudadanía, algo que hoy parece una rara avis.
A ver, es que la unidad no se dio inmediatamente. La unidad fue un trabajo de muchas personas, de las Administraciones públicas y de la sociedad civil que poco a poco se fueron dando cuenta que junto lo conseguirían. Se podía conseguir un gran éxito al que no se podía llegar por separado. Hubo problemas al principio porque el Gobierno, el Ayuntamiento, la Generalitat y la sociedad civil no nacieron juntas y de la mano. Pero hubo unos responsables con amplitud de miras para que todo esto se pudiera hacer. Esto no creo que no se pueda dar porque somos la misma sociedad, pero mucho más avanzada y con mucha más experiencia. Espero y deseo que en un futuro no muy lejano podamos volver a unirnos para poner en marcha un proyecto así.
En los Juegos se dieron momentos que parecen hoy imposibles, como que el Rey de España entre al Estadio Olímpico de Montjuïc con «Els segadors» de fondo.
Estamos todo el día hablando de los temas políticos, pero aspiro a vivir en una Cataluña, una comunidad con amplitud de miras, con aceptación de la diferencia, de los valores del humanismo, algo que no está en su mejor momento en todo el mundo. No creo que sea de Barcelona, de Cataluña o de España sino que lo es global.
¿Qué le pareció que no cuajara la candidatura conjunta de Cataluña y Aragón para celebrar los Juegos de Invierno? [Esta entrevista se realizó un día antes de que la Generalitat anunciara una nueva candidatura, esta vez sin Aragón]
Me duele en el alma que no se haya podido llevar a cabo . Es una gran idea. Los Pirineos no han hecho los juegos. El tema se politizó y se llegó al bloqueo. Es una pena que un proyecto bien armado haya acabado en el cajón. Hay que empezar de nuevo, pero ahora tenemos la ventaja de tener un papel en blanco.
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