Cataluña
El «efecto Borràs» agrava la división independentista
JxCat debatirá a finales de mes su relación con ERC. Amenaza con abandonar la Mesa del Parlament y amaga con su posible salida del Govern
La enésima batalla entre ERC y Junts, en este caso a cuenta de la destitución de Laura Borràs como presidenta del Parlament, ha puesto de manifiesto las serias dificultades que puede tener la coalición para acabar la legislatura. No en vano, ambos partidos mantienen una pugna constante por la hegemonía del independentismo. Pero ninguno de los dos puede hacerse con la presidencia de la Generalitat sin la ayuda del otro. Especialmente Junts, por lo que la ruptura, por ahora, parece que vuelve a posponerse. Junts, sin embargo, ha convocado una suerte de retiro espiritual a finales de mes para analizar la relación con los republicanos y tomar alguna represalia que podría pasar por abandonar la propia mesa del Parlament. Obviamente, tampoco sustituirán a Borràs pese al acuerdo de investidura firmado por los dos partidos. No obstante, este retiro servirá para medir el control real de Jordi Turull al frente del partido y, muy especialmente, de la militancia.
Turull, un hombre bregado en la antigua CiU y secretario general de Junts desde hace unas semanas, va poco a poco imponiendo su criterio y ordenando una formación que lleva demasiado tiempo echada al monte. Valga como ejemplo la poca protesta que ha habido entre los consellers posconvergentes tras la destitución de Borràs. La única voz crítica de cierto calado ha sido la del ex president Quim Torra. El resto de diputados se limitó a hacerse una foto con la ex presidenta del Parlament. Torra, no obstante, aseguró que «lo que me sabe peor es que se le cuelgue la etiqueta de corrupta a Laura Borràs, me duele mucho porque no hemos sido personas que nos hayamos aferrado a ninguna silla». A su juicio, «el militante de base de Junts no entendería que su partido no tomara una determinada decisión», apuntando a la salida del Govern de la formación. «Lo decidirá Junts, pero si su presidenta es suspendida y Junts cree que no debería serlo, la reflexión conduce a una decisión clarísima», explicó.
De hecho, la primera piedra de toque para Turull y el eventual control del partido son precisamente las bases. A su favor cuenta con que el año que viene hay elecciones municipales. Pocas protestas hay en ningún partido político cuando hay listas a ocupar. No obstante, Junts es un partido extraño y las ejecutivas locales y comarcales han urgido a la dirección a que la militancia pueda votar en una consulta sobre la conveniencia de seguir o no en el Govern.
Cabe recordar que en la ponencia política del partido, aprobada en el congreso de mediados de julio, se abren a consultar a las bases si hay que seguir en el Govern una vez acaben la auditoría sobre el grado de cumplimiento del acuerdo con ERC: «La ponencia permite replantear el acuerdo de gobierno si no se avanza en esta línea y ponerlo potencialmente a consulta de la militancia», dijo entonces el coordinador de la ponencia, Aleix Sarri.
Algunas de las bases de la Cataluña interior ya han hablado rechazan la suspensión de Borràs, y por ello piden que se lleven a cabo acciones urgentes, entre las cuales, que se apruebe «la posibilidad de poner a votación el apoyo al actual Govern y que sea la propia militancia quién decida la hoja de ruta dentro del marco de un ejercicio democrático».
Turull, por lo tanto, se encuentra nadando entre estas dos aguas. Entre recuperar un independentismo más pragmático, más cercano a la antigua Convergència y a su electorado tradicional de centro derecha, y mantenerse como el guardián de las esencias del «procés».
Algo que ya tuvo su reflejo tras la destitución de Borràs. En una reunión a puerta cerrada, consellers del ala moderada como Jaume Giró, Violant Cervera y otros, así como dirigentes de peso como el adjunto al secretario general, David Saldoni, o la alcaldesa de Girona, Marta Madrenas, invitaron a Borràs a dar un paso al lado para ahorrarse un choque institucional que desgasta al Parlament. Borràs se negó tajantemente a apartarse del cargo y dirigentes afines –como Francesc de Dalmases o Aurora Madaula, además de Aleix Sarri y otros, más cercanos a los círculos de Puigdemont– le dieron apoyo.
En esa reunión, según las fuentes consultadas, cerró el debate el secretario general, el exconseller Jordi Turull, con un planteamiento salomónico: todo el apoyo a Borràs para mantenerse en el cargo de presidenta del Parlament pese a no poder ejercerlo, pero sin poner en cuestión la continuidad de JxCat en el Govern.
El resto de fuerzas parlamentarias, independentistas o no, observan las cuitas de la coalición de gobierno con incredulidad. Nadie se cree que vayan a romper. En parte porque, tal y como dijo la portavoz de PSC, Alícia Romero, este fin de semana, a pesar de sus «batallitas» con ERC, no dejará el Govern, porque no quiere perder «cuotas de poder». Y en parte, porque, recordemos, la única posibilidad de Junts de alcanzar la presidencia de la Generalitat sería superar a ERC y pactar con ellos, mientras que los republicanos tienen otras vías. Eso no quita, sin embargo, que la batalla por la hegemonía del independentismo se mantenga.
Tal y como explicó ayer la portavoz de la CUP en el Parlament, Eulàlia Reguant, «hay una gran desorientación en el movimiento independentista». «Hace mucho tiempo que JxCat y ERC están batallando por la hegemonía en el país, y mientras tienen estas peleas, quien va creciendo es el PSC», como apunta el último barómetro del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat.
En ERC, a su vez, se mantiene el bajo perfil impuesto por el president de la Generalitat, Pere Aragonès, a la espera de medir la fuerza real de Turull.
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