"Procés"

Las consultas minoritarias y “malditas” que dictan la política en Cataluña

De la CUP a la ruptura de Junts: la práctica de preguntar a las bases ha conllevado consecuencias impredecibles y determinantes bajo el escenario del «procés»

Los participantes en la primera votación realizada durante la asamblea de la CUP sobre la investidura de Artur Mas como presidente de la Generalitat
Los participantes en la primera votación realizada durante la asamblea de la CUP sobre la investidura de Artur Mas como presidente de la Generalitatlarazon

El independentismo ha implosionado con una severa crisis que ha situado en el abismo al Govern de Pere Aragonès durante una semana y media antes de la ruptura de Junts. En concreto, tras una consulta a los 6.465 afiliados con más de seis meses de antigüedad –acabaron votando el 80% de los afiliados– de un partido imberbe que suma apenas dos años y medio de vida. La práctica de preguntar a las bases se ha convertido en habitual en la Cataluña del «procés», desde sus albores con el pseudoreferéndum de independencia en Arenys de Munt en 2009 hasta el desenlace de Junts, el partido heredero de Convergència dando un portazo y abandonando el Palau de la Generalitat.

Consultas determinantes y malditas que han marcado la Historia reciente de la política catalana y en las que no ha votado ni un 1% de los electores que acostumbran a participar en unas elecciones.

Y para muchos analistas, el embrión de lo que acabó desembocando en el referéndum ilegal del 1-O fue Arenys de Munt. Corría el año 2009, con José Montilla en el Palau de la Generalitat y el segundo tripartito en marcha, cuando un grupo de activistas presentaron una moción en el Ayuntamiento de la localidad aprobada por 11 votos a favor (AM2000, ERC, CiU y CUP) y dos en contra (PSC) para preguntar a la ciudadanía sobre la independencia.

La consulta se celebró el 13 de septiembre con 2.671 votos emitidos: 12 nulos, 29 en blanco, 61 noes y 2.569 síes y se convirtió en la antesala de otras 553 consultas en municipios catalanes. Cifras pírricas que contrastan con la atención mediática que recibió el evento, con numerosos periodistas desplazados e informando prácticamente al minuto del resultado.

Al hilo de la semilla de Arenys, el president Artur Mas aceptó la pseudoconsulta del 9 de noviembre de 2014 después de que la entonces presidenta de la ANC, Carme Forcadell, exigiera las urnas en la manifestación de la Diada y ERC presionara con fuerza a CiU. La participación fue de 2.305.290 personas, ligeramente por encima del 33% de los llamados a votar.

En febrero de 2019, el ex president Artur Mas fue condenado a una inhabilitación de un año y un mes para ejercer cargos públicos en el ámbito local, autonómico estatal y a ejercer funciones de gobierno en el ámbito autonómico o estatal; Joana Ortega fue condenada a nueve meses de inhabilitación e Irene Rigau a seis meses.

Justo un año después, el «procés» se cobró su víctima más ilustre hasta la fecha: la federación entre Convergència y Unió. Justo antes de este episodio, el partido democristiano convocó una consulta interna con una alambicada pregunta que evitaba usar la palabra «independencia» para definirse. La militancia votó a favor de la propuesta planteada por la dirección del partido sobre la hoja de ruta por un estrecho margen de 50,9% a 46,19%. El «sí» obtuvo 1.351 votos; el ‘no’, 1.226; y 71 papeletas fueron en blanco o nulas. Apenas cuatro días después, el president Artur Mas rompió con la Unió de Josep Antoni Duran Lleida por la opción escogida y se presentó ante Esquerra y Oriol Junqueras sin la alianza que había garantizado el poder para Convergència durante años.

La última consulta decisiva para Cataluña fue el inverosímil empate a 1.515 votos de la CUP sobre si investir o no a Artur Mas en 2015, entonces candidato de JxSí a la presidencia de la Generalitat. Tras una maratoniana asamblea en Sabadell y una votación dividida en tres partes y por descarte, los antisistema fueron incapaces de desbloquear la situación.

A los pocos días, el consejo político y su grupo de acción parlamentaria decidieron no apoyar la investidura y presumieron de haber mandado al convergente «a la papelera de la Historia». Con su famoso «paso al lado» llegó Carles Puigdemont a la presidencia de la Generalitat, proveniente de Girona y designado a dedo por el entonces líder del espacio posconvergente.

En el terreno municipal, la consulta de la reforma de la avenida Diagonal de Barcelona también tuvo sus ondas expansivas en el tablero municipal. El 79,8% de los participantes votó no reformar la Diagonal y la propuesta preferida por el alcalde logró sólo el 11,38%. La primera víctima política fue el primer teniente de alcalde, el socialista Carles Martí, destituido por el alcalde barcelonés, Jordi Hereu. Este último pago los platos rotos de su iniciativa estrella en las urnas de 2011, cuando fue derrotado por Xavier Trias y Convergència.

En esta ocasión decidieron directamente los barceloneses, con una participación exigua: sólo acudieron a votar 12,17% de 1.414.783 del censo municipal de 2010. Cifras pobres para una encuesta que se alargó varios días en la capital catalana.