Opinión

Antonio Machado en el Congreso de los Diputados

“Hoy es siempre todavía”, fue el verso citado por el ahora ya presidente elect

Torre Castañer, la residencia de Machado en Barcelona
Torre Castañer, la residencia de Machado en BarcelonaLa Razón

Uno de los momentos más comentados de la reciente sesión de investidura fue el rifirrafe entre el aspirante a presidir el gobierno y el jefe de la oposición a propósito de una cita de Antonio Machado. Bien está, y ojalá se repitiera más a menudo, que los políticos citen a los poetas, y mejor estaría si los leyeran alguna vez, y todavía mejor si eso se tradujera en enmendar el desaguisado de las leyes educativas, con la literatura desatendida y relegada y arrinconada, en la ESO y en el bachillerato.

«Hoy es siempre todavía», fue el verso citado por el ahora ya presidente electo, un verso que conforma, él solo, el poema VIII de la sección Proverbios y cantares, perteneciente al libro Nuevas canciones, publicado en 1924. En dicha sección, constituida por una serie de breves e ingeniosos poemas de carácter sentencioso y filosófico, aparecen también otros que habrían venido muy a cuento en la tormentosa sesión de investidura. Por ejemplo, estos dos, sobre el diálogo y la verdad: «Para dialogar, / preguntad primero: / después … escuchad»; «¿Tu verdad? No, la Verdad, / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela». O este, tan olvidado hoy: «Despacito y buena letra: / el hacer las cosas bien / importa más que el hacerlas». Y este otro, que ni escrito para la ocasión: «¡Reventó de risa! / ¡Un hombre tan serio! / …Nadie lo diría».

Y no hubieran desentonado tampoco este, sobre la complementariedad de los seres humanos: «El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas, / es ojo porque te ve», ni la famosa sentencia con que inaugura «Juan de Mairena», el profesor apócrifo creado por Machado, sus lecciones a los alumnos: «La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero». No sabe uno si el poeta Antonio Machado (un hombre bueno, como él mismo se autodefinió en el poema «Retrato» que encabeza su libro «Campos de Castilla»: «soy, en el buen sentido de la palabra, bueno») se habría sentido a gusto en la mencionada sesión, pero cuesta poco imaginar que sin duda habría deplorado el tono áspero, de diatriba y confrontación más que de argumentación y razonamiento.

Por cierto que, hace ahora 85 años, por estas fechas, Antonio Machado residía en Barcelona, adonde llegó, procedente de Valencia, en abril de 1938. Le acompañaban su madre, su hermano José y la familia de este, y el gobierno, que velaba por él como símbolo que era de los ideales republicanos, los alojó primero en el hotel Majestic del paseo de Gràcia, y posteriormente en la Torre Castañer, un palacete del siglo XVIIII en el paseo de Sant Gervasi, muy cerca de la plaza Bonanova. El edificio, con un jardín monumental y rodeado de una extensa finca, le había sido incautado a la marquesa de Moragas, y allí permaneció el poeta, maltrecha ya su salud, hasta que, en enero de 1939, se vio obligado a emprender el camino del exilio.