Enemigos íntimos
Aparece una postal perdida de Dalí para Picasso
Una de las pocas cartas en manos privadas que el artista de Figueres envió a su maestro cubista arroja algo de luz a la relación entre los dos genios creativos
El ego es un problema importante, especialmente cuando en juego están dos artistas que con su talento esperan alcanzar las más altas de las cotas. Es algo que vemos hoy en algunos escenarios, pero que viene de antiguo, de cuando en los tiempos del Renacimiento Leonardo da Vinci y Miguel Ángel no escondían sus odios, el hecho de ser enemigos íntimos. Probablemente en el mundo del arte del siglo pasado eso queda suficientemente plasmado en la relación entre Salvador Dalí y Pablo Picasso. Buena prueba de ello es la correspondencia, por llamarlo de alguna manera, cruzada entre ellos. La colección de misivas de Dalí es extensísima, mientras que Picasso solamente le envió una, bueno, se limitó a firmar una postal enviada a Gala y Salvador Dalí por el poeta Paul Éluard.
El conjunto de cartas del ampurdanés al malagueño se conserva en el copioso archivo de este último en el Musée Picasso de París. Pero, sorpresa, no está todo. Una de esas postales ha aparecido en una librería de Lyon, tal y como ha podido constatar este diario. En ella puede leerse, con la personalísima grafía del surrealista, un lema que este repitió ante la saciedad cada vez que se dirigía al autor de «Las señoritas de Aviñón»: «Pel juliol. Ni Dona ni Cargol». Encima, y también en catalán, dalí también anotó: «Ole!! Punt de Trobada Port Lligat». Todo ello queda rubricado con un contundente y cariñoso «Un petó» y firmado por Gala y Salvador. También encontramos una guitarra y dos babosos caracoles dibujados por el artista de Figueres.
¿Qué quiere decir esta postal? En ella hay muchas pistas sobre los intentos frustrados por parte de Dalí para acercarse a su admirado Picasso. Pongamos en precedentes y estos se remontan a 1926, cuando un jovencito desconocido Salvador viajó por primera vez a París con la intención de conocer a Picasso. En el bolsillo llevaba una carta de recomendación de Manuel Ángeles Ortiz para que el cubista le permitiera pasar. Picasso lo acogió en su taller de la Rue La Boétie donde le enseñó en silencio numerosos cuadros, toda su producción más reciente. Previamente, antes de empezar, Dalí le dijo, para sorprenderlo, que «he venido a verlo antes de visitar el Louvre». «Ha hecho usted muy bien», dijo el veterano.
El ampurdanés salió extasiado, sorprendido de todo lo que había visto. El impacto fue tan fuerte que tuvo que dirigirse casi en el acto a un prostíbulo para meditar, no para mantener ningún tipo de relación.
A partir de ese día, Dalí se obsesionó y, en ocasiones, contó con la desinteresada ayuda del maestro, presentándole a quienes podían ser importante en su carrera en la capital francesa.
La Guerra Civil y la posterior victoria de Franco hizo que se empezaran a establecer las distancias, sobre todo marcadas una vez que Dalí huyó de Europa para «exiliarse» en Estados Unidos donde logró consolidarse y hacer tanto fortuna como fama. Pero la tierra tira mucho, así que en 1948 Gala y Salvador Dalí regresaron a su Port Lligat para establecerse para siempre. Eso, además, se traducía en la adhesión incondicional a la dictadura de Franco, hecho que el propio Dalí se encargó de extender todo lo que pudo y más, distanciándolo de Picasso. Porque «Picasso es un genio, yo también. Picasso es comunista, yo tampoco», proclamó con sorna el de Figueres en una conferencia en Madrid.
Picasso no quiso volver a verlo nunca más. Pese a la negativa, Dalí le escribió todos los años una carta con la frase «pel juliol, ni dona ni cargol», un lema que se dice que Picasso había escuchado en Cadaqués durante su estancia en el verano de 1910. El padre de los relojes blandos buscó todo tipo de intermediarios, como el torero Luis Miguel Dominguín, pero sin ninguna suerte.
En la postal, Dalí con ingenuidad llega a proponer a Picasso que podrían verse en su casa-taller de Port Lligat, pero nada. Incluso buscó lo de matizar el andalucismo picassiano dibujando una guitarra.
La postal, que se vende por 12.000 euros, es un buen documento sobre esa relación en la que, de manera freudiana, el hijo artístico pretendía matar al padre artístico. Podría pensarse que Picasso odiaba todo esto, pero no es así. Al contrario, le parecía muy gracioso todo este sainete, como le comentó en alguna ocasión al periodista Antonio D. Olano. «Este chico –como llamaba el veterano a su joven rival– me extiende la mano, pero cada vez que lo hace lo que veo es la falange», decía Picasso con ironía.
Nunca se volvieron a dar la mano, pero al menos Dalí le escribió.