Memoria histórica
Así asesinaron a Salvador Seguí, el Noi del Sucre, una tragedia de Barcelona
Ferran Aisa recorre en un nuevo libro la vida y la muerte de quien ha sido una de las figuras históricas del anarcosindicalismo en la capital catalana
Hace años que Ferran Aisa se dedica a ahondar en archivos y hemerotecas tratando de arrojar nueva luz sobre episodios de nuestro pasado, especialmente relacionados con el pasado de Barcelona. De esta manera ha logrado, por ejemplo, hablar de los movimientos obreros en la capital catalana o sobre las andanzas humanas y literarias de Joan Salvat-Papasseit, de cuyo centenario es el comisario el mismo Aisa. Siguiendo esta línea de trabajo, el autor acaba de publicar en Editorial Base una aproximación a uno de los nombres que forman parte de la memorias política y social de Barcelona como fue Salvador Seguí.
En «Salvador Seguí. El Noi del Sucre», el autor nos propone un paseo por el mundo del anarcosindicalismo y del pistolerismo en la capital catalana, un fenómeno que convirtió al llamado «Noi del Sucre» en una de sus más célebres víctimas mortales. El que fuera pintor de paredes pasó a ser en las primeras décadas del siglo pasado secretario general de la Confederació Regional del Treball de Catalunya, además de colaborador de «Solidaridad Obrera». Hizo posible que unieran sus fuerzas CNT y UGT en sus luchas sindicales, aunque se encontró con el pistolerismo. Precisamente esa maldita suerte de terrorismo fue la que puso punto y final a su vida. El propio Francesc Macià le había advertido de que corría peligro, pero Seguí aseguró que «si me quieren asesinar, lo harán tanto si voy acompañado como si voy solo».
Vayamos a los hechos tal y como los narra Aisa en su libro. El 10 de marzo de 1923, el protagonista de esta historia salía de su domicilio en la barcelonesa calle Valencia. Tenía concertada una cita en la calle Sepúlveda con el abogado Lluís Companys. El que luego sería presidente de la Generalitat le abonó a Seguí un dinero relacionado con unos trabajos de pintura realizados en el domicilio del letrado. Posteriormente se trasladaron al Café Tostadero, en la plaza Universitat, sumándose a ellos otros amigos con los que tomaron café y jugaron a billar, entre ellos Francesc Comas, llamado Paronas.
El grupo se deshizo y el Noi del Sucre, junto con Paronas, salió del local mientras que uno de los camareros del establecimiento advertía a los pistoleros que los objetivos estaban en la calle. Los dos hombres debían trasladarse hasta el Sindicat Únic de la Fusta, en la calle de Sant Pau, aunque previamente Seguí tenía que pasarse para abonar los gastos de materiales a la droguería donde le habían fiado las pinturas para el trabajo en el hogar de Companys y en la redacción de «Solidaridad Obrera».
Ferran Aisa ha logrado reconstruir los pasos de los dos hombres por las calles de lo que hoy es el barrio del Raval, en una recorrido que nos lleva desde la plaza Universitat hasta llegar a la calle de la Cadena cuando ambos pararon en un estanco. Fue ese momento el aprovechado por los asesinos para desenfundar sus armas e iniciar el mortal tiroteo.
Salvador Seguí murió en el acto quedando desangrado en plena calle. El dirigente intentó sacar su pistola Browning que llevaba encima, pero se desplomó al instante. Paronas, por su parte, pudo esconderse en una carnicería en la cercana calle de Sant Rafael. De allí fue llevado a un dispensario aunque solamente sobrevivió tres días. Murió en el Hospital de la Santa Creu. Más suerte tuvo una vecina de la calle Cadena que resultó herida.
Los testigos presenciales del crimen aseguraron que en el asesinato participaron entre cinco o seis personas que dispararon entre doce y catorce veces contra Seguí. Era imposible que saliera vivo de esa emboscada.
Pero, ¿quién mató al Noi del Sucre? A lo largo de su vida sindical se ganó los suficientes enemigos como para que con los años se haya especulado mucho sobre los autores materiales e intelectuales del crimen. El sindicalista Josep Peirats sostiene en su libro «LA CNT y la Revolución española» que fue la Federació Patronal la que dio la orden que fue eficazmente ejecutada por el Sindicat Lliure. El mismo autor proporciona la lista de los autores materiales encabezados por Carlos Baldrich, Manuel Simón y Amadeo Buch, además del apoyo logístico de Joan Torrents, Pere Màrtir y el confidente-camarero del Tostadero, del que solamente se sabe que era conocido como Saleri. Tampoco se descarta el concurso en los hechos de Innocenci Feced Calvo, un pistolero del Sindicat Lliure y de quien se sabe que era uno de los chivatos de las llamadas fuerzas del orden.
La compañera de Seguí, Teresa Muntaner, no tuvo ninguna duda de que el Sindicat Lliure estaba detrás de todo eso. Al periodista Josep Maria Huertas Claveria le admitió que la policía nunca investigó el asesinato porque «todo estaba arreglado por la patronal».
La noticia se extendió rápidamente por toda la ciudad provocando una gran conmoción. El Noi del Sucre fue enterrado sin que la familia lo pudiera ver en el cementerio de Montjuïc. Miles de obreros acudieron a rendirle un último homenaje.
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