Opinión
A propósito de la ropa
Y en cuanto a los trapos, si son sucios, mejor lavarlos en casa que no sacarlos al sol o a relucir
Se le ocurre a uno pensar en ello, ahora que las rebajas y el frío alientan a recomponer la ropa en los armarios: cuántos términos ya viejos y en desuso, en este campo de la indumentaria y el atavío, por estarlo también las prendas a que daban nombre, arrinconadas muchas de ellas para siempre en el desván del diccionario y apolillándose las más en los baúles del olvido.
Rescato de la memoria algunas: la chambra, especie de blusa sin adornos que usaban las mujeres sobre la camisa; el jubón, vestidura ajustada y ceñida al cuerpo que cubría desde los hombros hasta la cintura; el corpiño, especie de jubón sin mangas; la esclavina, prenda semejante a una capa corta que se ponía sobre los hombros y cubría parcialmente los brazos; el gabán, abrigo masculino; la polaina, especie de media calza que cubre la pierna hasta la rodilla; el sayo, prenda larga, holgada y sin botones; el sobretodo, prenda larga, ancha y con mangas que se lleva sobre el traje ordinario…
Y sin salirnos del tema, puede uno, andando por el diccionario, meterse en camisa de once varas, aunque sea esto preferible a que no le llegue la camisa al cuerpo, o a que, por ambición o espíritu acomodaticio, se vea obligado a cambiar de camisa, o de chaqueta, que viene a ser lo mismo.
Para evitarlo, es aconsejable nadar y guardar la ropa, o tentársela antes, sobre todo si la hay tendida, ropa, se entiende.
Por regla general es conveniente asimismo no soltar prenda, en particular si no se conoce el paño, o no se quiere entrar al trapo (en cuyo caso, y valga la redundancia, puede uno salir hecho un trapo o que alguien le ponga como un trapo, que equivale más o menos a que le pongan como chupa de dómine). Y en cuanto a los trapos, si son sucios, mejor lavarlos en casa que no sacarlos al sol o a relucir.
Y si en vez de trapos se trata de pantalones, ponérselos si es necesario, o llevarlos cuando menos bien puestos, pero nunca bajárselos.
Y en el caso del calzado es muy importante que sepa cada cual dónde le aprieta el zapato.
Claro que son muchos los que, poniendo por excusa el estar hasta el gorro de reglas y advertencias, y prefiriendo sacarse de la manga las que a ellos les conviene, hacen como quien dice de su capa un sayo, y les da lo mismo que en su casa ande todo manga por hombro, y que otros tengan que sudar la camiseta o apretarse el cinturón para no andar de capa caída o buscar quien les eche un capote.
Y los hay, en fin, que son de abrigo, más dados a echar el guante que a echar un guante, y no escasean los que están dispuestos a defender a capa y espada cualquier cosa, y los que llaman de guante blanco, que se llenan los bolsillos o se ponen las botas y no les duelen prendas.
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