
Crisis de vivienda
Cáritas alerta del auge de familias que se ven obligadas a vivir en una sola habitación
Aseguran que esta opción ha pasado de ser una alternativa «transitoria» a una solución «permanente»

Cáritas ha denunciado hoy que muchas familias se ven obligadas a compartir piso con otras personas, de manera que en ocasiones familias enteras han de vivir en una sola habitación, una situación de precariedad que empieza como solución transitoria pero que se cronifica en el tiempo.
La entidad ha presentado el informe «Exclusión compartida. Vivir en una habitación en un contexto de exclusión residencial y social» y ha explicado que, «debido a los factores estructurales del mercado de la vivienda, el arrendamiento o subarrendamiento de habitaciones en un contexto de exclusión acaba siendo la única opción para muchas de las personas que están en situación de vulnerabilidad».
En el estudio, además de desarrollar elementos de contexto social y jurídico, incorporan los resultados de 62 entrevistas en profundidad realizadas a 50 personas y de 4 grupos de discusión en Cataluña, con un total de 36 integrantes, entre los que predominan las mujeres con hijos.
Una de las conclusiones es que esta opción coloca a las personas en un «ciclo de precariedad y marginalización social» y es «muy difícil» que mejoren su situación. Por otro lado, se destaca que la mayoría de las personas que viven arrendando o subarrendando una habitación manifiestan que no han formalizado ningún contrato por escrito. En ese sentido, aunque los contratos verbales son igualmente válidos, la mayoría de veces es difícil probar su existencia, con la inseguridad jurídica y desprotección legal que implica para llevar a cabo trámites como el empadronamiento.
Por otro lado, el conjunto de restricciones establecidas en las viviendas en las que se subarriendan habitaciones impacta negativamente en la calidad de vida y en el desarrollo de las relaciones personales y familiares. Así, por ejemplo, se establecen relaciones de poder que se derivan de estas restricciones y normas que dejan a estas personas en una situación de subordinación.
Además, la prohibición generalizada de llevar visitas a casa «erosiona las relaciones afectivas con personas ajenas a la vivienda, deteriora sus redes de apoyo y aumenta la sensación de soledad», explican.
Igualmente, se concluye que vivir en una habitación en un contexto de exclusión residencial condiciona la salud física, mental y emocional de las personas adultas y de sus hijos. De hecho, las familias que se encuentran viviendo en este contexto de exclusión residencial sufren impactos negativos en la crianza, así como en el desarrollo de los niños y adolescentes, que crecen y se desarrollan en un espacio sin las características necesarias para poder hablar de una vida digna.
En la presentación del informe, el director de Cáritas Barcelona, Eduard Sala, ha hecho un llamamiento a todas las administraciones para resolver las deficiencias estructurales del mercado de la vivienda y «recuperar la función social de la vivienda, entenderla como un derecho y no como un bien especulativo».
«Ante el barraquismo vertical que supone vivir en habitaciones, es necesario que acompañemos a estas personas a arraigarse en el barrio, a crear vínculos con la comunidad. Los efectos de vivir en una habitación, en un sofá, bajo un techo que no es un hogar son muy nocivos, y hemos descubierto la necesidad de disponer de espacios comunes, donde las personas puedan encontrarse , relacionarse y hacer comunidad», ha añadido Sala.
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