Un clásico de las viñetas
Edgar P. Jacobs, un gigante del cómic a redescubrir
Una biografía y el primer volumen del integral de Blake y Mortimer recuperan un nombre esencial de los tebeos
Una figura tan gigante como la de Georges Remi, más conocida por su seudónimo de Hergé, probablemente ha sido la causa de que otros autores del cómic francobelga hayan quedado en un segundo plano, por no decir que olvidados. Sería injusto omitirlos porque ellos fueron tan importantes como el padre de Tintín, en algunos casos hasta copartícipes del éxito de las andanzas del joven reportero y su perro Milú. Uno de esos autores a rescatar es Edgar P. Jacobs y hay motivo para ello.
En estos días Norma Editorial ha lanzado al mercado dos obras que nos ayudan a conocer mucho mejor el talento del dibujante. Por un lado tenemos el álbum «Edgar P. Jacobs. El soñador del apocalipsis», una suerte de biografía en forma de cómic, basada en hechos reales y que firman con mano maestra François Rivière –quien pasó no pocas horas conversando con el maestro– y Philippe Wurm. En ella podemos seguir los pasos de quien pensó en un primer momento dedicarse a la ópera antes que al lápiz y que acabó creando una de las mejores series del llamado noveno arte como es la protagonizada por Blake y Mortimer. Precisamente es el primer tomo del integral con las aventuras en viñetas de estos dos héroes de tinta china el que acaba de llegar a las librerías, incorporando dos historias tan legendarias como míticas: «El secreto del Espadón» y «El misterio de la gran pirámide».
Este texto se ha iniciado citando a Hergé y con él precisamente trabajó Jacobs en la serie con Tintín y sus amigos. La habilidad del dibujante para recrear detalles con una asombrosa línea clara, una de las características de esta escuela de dibujantes belgas, hizo que Hergé lo fichara para sus filas. Sin embargo, nunca le dio el crédito que se merecía su trabajo, como también ocurrió con otros de los creadores que pasaron por su estudio a medida que el éxito de Tintín se hacía más y más grande e internacional.
Jacobs supo por su cuenta y riesgo crear una aventura que atrapó a numerosos lectores, a aquellos que se acercaban a los kioscos con hambre de aventuras en viñetas. Eso es lo que les dio de la mano de dos británicos que trataban de salvar al mundo en los primeros años de la guerra fría. Uno era el reputado científico Philip Mortimer y su amigo el capitán Francis Blake, agente del MI5. Ambos se enfrentaron a los más increíbles retos y peligros, muchos de ellos consecuencia de las conspiraciones del malvado coronel Olrik.
Jacobs supo conjugar en esta obra desde el espionaje y la novela de espías con la ciencia-ficción sin olvidar la historia y la divulgación de conocimiento para los lectores más jóvenes. La primera entrega de Blake y Mortimer apareció en las páginas de la revista «Tintín» un 5 de septiembre de 1946. Tal y como se desprende de la obra de Rivière y Wurm, Hergé reaccionó con cierta frialdad con respecto al éxito de Blake y Mortimer. Pese a que Jacobs se sintió dolido por esa indiferencia, eso no le hizo dejar de seguir llenando páginas que le exigían un cuidadosísimo proceso de documentación, viajando y consultando en bibliotecas para ser riguroso con cada uno de los automóviles, barcos y objetos de todo tipo que debía plasmar en su cómic.
Reivindicado y aplaudido por nombres como Franquin, otro de los grandes genios de las viñetas francobelgas, Edgar P. Jacobs estuvo al pie del cañón hasta su muerte, en 1987, dejando huérfanos a Blake y Mortimer a los que dibujó por última vez en la primera parte de la aventura «Las tres fórmulas del profesor Sato». Su amigo Bob de Moor fue el encargado de realizar el segundo tomo a partir del guion de Jacobs.
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