Libro excepcional

Una entrevistadora llamada Ana María Moix

Un libro recoge las entrevistas que la escritora mantuvo con García Márquez, Gil de Biedma, Dalí o Gimferrer

Una imagen de Ana María Moix
Una imagen de Ana María MoixAgencia EFE

Este año se está produciendo una recuperación necesaria y justa. Estamos viendo el regreso de la obra de Ana María Moix a las librerías y es en todas sus facetas, como novelista, poeta o ensayista. Un nuevo libro nos permite ahora conocer a la autora barcelonesa como entrevistadora para las páginas de «Tele/eXprés». Eso es lo que encontramos en el volumen publicado por Amarillo Editora titulado «Conversaciones en el tiempo», con casi una treintena de esos diálogos mantenido a comienzos de la década de los setenta con nombres como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Salvador Dalí, Rosa Chacel, Jaime Gil de Biedma, Pere Gimferrer, Juan Marsé o Nuria Espert. Aquello formaba parte de una sección titulada «Veinticuatro horas en la vida de...».

El lector que espere encontrar las tradicionales preguntas y respuestas de las entrevistas se llevará un chasco porque Ana María Moix decidió tomar otro camino realizando un retrato a partir de las declaraciones que recibía. De esta manera nos encontramos a una gran narradora que también fue una destacada periodista, con la capacidad de saber preguntar y ser fiel a la respuesta.

Una de las más interesantes es la conversación que Moix mantiene con Jaime Gil de Biedma, a quien definió como «el último de los clásicos», un poeta que pudo ser «social», «pero ante todo, es un poeta excepcional». La autora habló con el autor de «Compañeros de viaje» de todo, desde su trabajo en la compañía Tabacos de Filipinas a la literatura e, incluso, su calvicie. A este respecto, le confesó Gil de Biedma que «me quedé calvo en 1962 –la pérdida me fastidia, pero no me obsesiona–, dicen que tengo una línea de cabeza muy buena. Gano bastante dinero. No ahorro. He sido de izquierda, y es muy probable que siga siéndolo, pero hace algún tiempo que no ejerzo».

Con Juan Marsé dialogó cuando hacía poco que el novelista había publicado «La oscura historia de la prima Montse», «a mi juicio la mejor de sus novelas, la mejor escrita, la más agresiva», en palabras de Moix. En aquel tiempo, Marsé, además de escritor era el redactor jefe de la revista «Bocaccio», un trabajo que calificaba como «ejecutivo. Me dicen: queremos tal cosa, que alguien escriba tal tema, y yo busco quien lo haga. Es un trabajo que en otro país podría ser bonito y divertido, pero aquí hay muchas limitaciones».

Otro de los grandes momentos del libro nos lo proporciona la visita que realizó a Port Lligat, junto con la recientemente fallecida Colita, para poder mantener un encuentro con Salvador Dalí. Ana María Moix ya estaba prevenida de las excentricidades que rodeaban y provocaba el artista, por lo que a lo largo de una entrevista que parece un monólogo daliniano, ella mostró cierta indiferencia. Empleó una táctica inteligente: cada vez que Dalí calificaba de imbécil a la profesión periodística, Ana María Moix cerraba la libreta y hacía ademán de marcharse, a lo que el pintor respondía continuando la entrevista.

De diferente corte es su entrevista con Gabriel García Márquez quien en octubre de 1971 había decidido volver a instalarse en Barcelona. Los dos dialogan una cafetería y el autor de «Cien años de soledad» le contó su sistema de trabajo: «No te lo vas a creer, pero me despierto a las seis... Bueno, los días que me acuesto a tarde, a las siete. Me asusto y me entra miedo de pensar en lo que tengo que hacer, o en lo que voy a escribir. Entonces, aprieto el botón de la radio y escucho música, para calmarme. Me quedo en cama, en posición fetal, y pongo orden en el caos del despertar del sueño. Cuando ya estoy más tranquilo, me levanto. Una ducha, un café con leche y un trocito de pan, y hacia las nueve ya me siento a escribir. Antes me pongo el mono».

Resulta igualmente emocionante leer las impresiones que Ana María Moix recogió del dibujante argentino Joaquín Aguado, más conocido por Quino y por ser el padre de uno de los personajes de tinta china más celebrados de todos los tiempos como es Mafalda. Quino se defendió de aquellos que definían a su criatura como resabida y de no ser una niña normal. También estableció una interesante diferencia con otra tira célebre, como era «Peanuts» de Charles Schulz, protagonizada por Charlie Brown y su perro Snoopy. A este respecto, el argentino dijo que «yo diría, para establecer diferencia, que Mafalda lee al Che, y Charlie Brown a Freud».

Deliciosas son también las páginas que Moix dedica a su amigo Pere Gimferrer, que tuvo lugar en una sala decorada con libros y cuadros de Miró y Tàpies. Es interesante cómo la escritora logra que sepamos del canon literario de Gimferrer quien, entre sus poetas en lengua castellana cita, primero en América, a Sor Juana Inés de la Cruz, para seguir en nuestro país con Góngora, Villamediana, Juan de Jáuregui, Calderón, Quevedo, Aleixandre, Jorge Guillén, Juan Ramón Jímenez, «a quien le sucede lo que a Rubén Darío: ambos eran muy buenos y nadie se acuerda. Estoy seguro que pocos han leído a Juan Ramón. Están Octavio Paz, Lorca, Borges como prosista, ¿qué mas quieren?».