Concierto
El eterno y nostálgico idilio de Bruce Springsteen con Barcelona
El artista de 73 años interpretó 27 temas en 3 horas en otra emocionante actuación
El idilio de Bruce Springsteen con la capital catalana es eterno y la prueba es que decidió iniciar su nueva gira europea en Barcelona, con dos conciertos en el Estadi Olímpic y por supuesto con las entradas agotadas. El incombustible artista de New Jersey tuvo el martes una primera toma de contacto con los fans en la ciudad y lo primero que dijo fue «¡Barcelona es la mejor!».Expectación por todo lo alto y ambiente de gran noche. En las gradas estaban el expresidente de Estados Unidos Barack Obama y el director de cine Steven Spielberg con sus respectivas esposas: Michelle Obama y Kate Capshaw. Todos fueron a cenar la noche del jueves al restaurante Amar, del chef Rafa Zafra, y les encantó.
La de ayer era la vez 49 que el «Boss» actuaba en nuestro país. Lo primero que llamó la atención en las colas fue la edad: casi nadie de menos de treinta años. Se podría decir que los únicos veinteañeros estaban ahí para acompañar a sus padres. Algo inaudito hace cincuenta años en el rock. Da la sensación de que los fans de Springsteen son como los fans de Queen, gente ya un poco madura que solo escucha a estos artistas y que están preparados para celebrar su NOCHE DE ROCK.
Con exquisita puntualidad, a las nueve de la noche, uno a uno, fueron desfilaron por la pantalla gigante y entrando en el escenario los miembros de la E Street Band. Destacaron las ovaciones para el guitarrista Little Steven, el saxofonista Jake Clemons, el sobrino del legendario Clarence Clemons, y el batería Max Weinberg. Los máximos aplausos para Bruce, el último en aparecer. El «Boss» saludó con un «hola, Barcelona» y dieron inicio al concierto con el masivo hit ochentero «No Surrender». Lo primero que llamó la atención fue un excelente inicio del sonido, un Bruce muy delgado y en forma, y el buen hacer de los músicos, considerados la mejor banda de acompañamiento del rock. Quizás tuvo algún problema de voz, pero se le veía de buen humor.
El concierto siguió con una mezcla de temas de su último disco con material propio: «Letter to You», y clásicos de los años setenta como fueron «Prove it all night», «The Promised Land» y la célebre canción «Candy’s Room». Fue un repertorio bastante nostálgico, en el que casi la mitad de los temas procedían de su trayectoria anterior. No obstante, hubo un momento en el show en el que se acordó de composiciones más próximas, como «Last Man Standing» y «Night Shift».
Otro de los aspectos que llamaron la atención fue la gran forma que tenían de los dos guitarristas, Little Steven, que marcó mucha presencia y carisma, y Nils Lof-gren. La esposa de Bruce, Patti Scialfa, tuvo, como suele ser habitual en ella, un papel más que discreto haciendo coros, mientras que el teclista, Roy Bittan, tuvo más protagonismo que nunca. Después de estos temas más recientes, la fiesta prosiguió, ya con el público muy entregado, con “Human Touch» y «Mary’s Place». A partir de aquí comenzaron a llegar más clásicos de su repertorio, como «Badlands» y «She’s the one». Lo que pareció increíble fue que el concierto durara casi tres horas, con un «bis» de siete temas y que no hubiera apenas ningún respiro entre una canción y la siguiente, que sumaron veintisiete en total. La respuesta del público al principio fue tibia, pero después de una media hora se entregó del todo y se puso en manos del «Boss». La última hora fue absolutamente apoteósica brillante; enlazó “She’s The One”, Badlands”, “Because The Night”, “Thunder Road”, “Bobby Jean”, “Born To Run”, “Glory Days” (con Michelle Obama de corista), “Tenth Avenue Freeze Out”, “Born In The USA”, “Dancing In The Dark”...Imposible no emocionarse o quebrarse.
Durante la noche, Bruce invitó a subir al escenario a un chaval de unos siete años. Fue un momento importante de comunión entre el artista y las personas que habían acudido a verle. Hubo gritos, ovaciones y aplausos. Todo en medio de pancartas escritas con nombres de canciones, sobre todo, y una que, resultaba bastante paradójica y curiosa, que ponía «No more Vietnams», un cartel pacifista que hacía referencia a la canción «War», que no tocó en esta ocasión, pero que, sin duda, es uno de los himnos más célebres de Bruce Springsteen. En esta ocasión el cantante, que no hizo alusión a Obama y Spielberg, optó por un concierto festivo, nostálgico y dejó de lado lo político.
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