Testimonio histórico

Memorias de una derrota en la guerra y el exilio

Espuela de Plata recupera dos de los títulos autobiográficos de la escritora Teresa Pàmies, testimonio de sus vivencias y de su compromiso tanto político como social

Una imagen de Teresa Pàmies en su mesa de trabajo
Una imagen de Teresa Pàmies en su mesa de trabajoAjuntament de Barcelona

Esta es una historia que arranca cuando en los almacenes El Siglo de Barcelona un suéter de mescalina se vendía por 7,40 pesetas y, además, era uno de los productos más demandados por este establecimiento. Ese es uno de los datos que recordaba la escritora Teresa Pàmies en su libro autobiográfico «Cuando éramos capitanes», obra que tendría continuación en «Cuando éramos refugiados». Espuela de Plata, en esta labor editorial tan cuidadosa que están llevando a cabo recuperando los mejores testimonios sobre la contienda bélica, con independencia de su color político y con dependencia de su calidad literaria, ha tenido la buena idea de recuperar estos textos magníficos, una puerta abierta a conocer muchos mejor algunos momentos de nuestra historia más reciente de la mano de una de sus protagonistas. Ambas memorias cuentan con el cuidado de María Ángeles Cabré.

Empecemos por el principio y este es «Cuando éramos capitanes» que apareció originalmente en catalán en 1974 gracias a la barcelonesa editorial Dopesa. No deja de tener su mérito que la obra, testimonio de quien ha perdido la Guerra Civil, se publicara durante la dictadura, si bien es cierto que a Franco le quedaba un año de vida. Diez años más tarde, Pàmies daba a imprenta una nueva edición que recuperaba los pasajes recortados por la censura, como aquel en el que la autora hablaba de los bombardeos sufridos por la población civil en la Barcelona de 1938. Tampoco le gustó a la censura que la escritora recordara las ayudas que Franco había recibido de Hitler. Pese a todo, Teresa Pàmies fue galardonada con el Premi Joan Estelrich gracias a «Cuando éramos capitanes».

Un año después, la autora publicó «Cuando éramos refugiados», que ahora se edita por primera vez en castellano. En este volumen se combina el relato de las vivencias de Pàmies en el exilio con las cartas recibidas tras la publicación de «Cuando éramos capitanes». Y es que con los dos libros logró un gran impacto entre numerosísimos lectores deseosos de conocer mucho mejor su pasado.

En 1937, Teresa Pàmies era una joven de 17 años que no dudó en formar parte de las JSUC, es decir, de las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña, las mismas que tenían su sede en el barcelonés Hotel Colón. Desde esa posición, Pàmies vio y conoció algunos de los momentos decisivos de la contienda en la capital catalana, como los llamados sucesos de mayo de 1937 o la desaparición de Andreu Nin. Sobre este episodio, en su libro levantaba la voz pidiendo que se aclarara de una vez por todas lo que había ocurrido con el dirigente del POUM: «Es muy extraño que nadie, hasta ahora, haya dado más detalles de los que proporciona Zugazagoitia al evocarlo en sus Memorias. Algún día los comunistas de España tendrán que abordar el “Dossier Nin” y contribuir a esclarecer el enigma». Llama la atención que incluso pusiera en cuestión que se hubiera cometido crimen alguno contra Nin.

Son muy interesantes los retratos que realiza de algunos de los nombres que conoció, como es el caso del escritor George Orwell de quien recordaba que «no creía en la revolución de los parias. Era un británico señorito o un señorito británico. No creía en ella, y de pronto se encontró con un pueblo en pie de guerra, dispuesto a morir como los Gravoche de París o los Chapáyev del año 1919. George Orwell recobró no la esperanza en la revolución sino el gusto de escribir».

Resultan igualmente interesantes las páginas dedicadas a hablarnos de la vida cultural de la ciudad, con la presencia, por ejemplo, de Pau Casals o Nicolás Guillén, entre otros.

«Cuando éramos refugiados» nos permite acompañar a Teresa Pàmies durante el largo exilio que vivió a los dos lados del Atlántico: primero en Francia para pasar después a México hasta poder regresar finalmente al continente europeo, siempre sin dejar de lado su activismo contra el franquismo.

La escritora inicia esta obra recordando que, tras pasar la frontera y ya en suelo francés, al redactar la ficha, en el apartado referido a la nacionalidad, en un primer momento aparecía la denominación «refugiada española», aunque posteriormente se cambió por la de «apátrida». «Privada de patria, me convertí en una catalana de España sin nacionalidad. Pero un día me estremeció el abrumador significado del adjetivo y cuando, al cabo de veinte años exactamente, me dieron el pasaporte verde en el consulado de París, fue como poner los pies en el suelo», escribió. Sin embargo, no pudo renovar el documento hasta una década más tarde hasta que no le fue restituida la nacionalidad de la que había sido despojada.