Entrevista

Mircea Cărtărescu: «No soy un Jesucristo de la literatura»

El gran escritor rumano publica en catalán una selección de sus dietarios, una obra en la que trabaja desde hace cincuenta años

Mircea Cărtărescu fotografiado ayer en Barcelona
Mircea Cărtărescu fotografiado ayer en BarcelonaJoan Mateu

El 15 de septiembre de 1973 un adolescente escritor rumano llamado Mircea Cartarescu comenzaba la escritura de sus diarios. Con el tiempo aquel joven se ha convertido en uno de los autores europeos más importantes de la narrativa contemporánea, con títulos que ya son clásicos, como es el caso de «Solenoide». Por primera vez el escritor ha accedido a que esos cuadernos se publiquen en otra lengua y esta es el catalán de la mano de Lleonard Muntaner, responsable de la cuidada edición de «Dietaris 1990-2017. Una tria», con selección y traducción de Xavier Montoliu Pauli. Cartarescu habló ayer con este diario.

Un diario suele ser algo privado.

¿Cuándo pensó que debía publicarlos e incorporarlos al conjunto de su obra literaria?

Para mi un dietario es otro libro. No lo veo diferente de mis novelas o mis libros de poemas. Comencé a pensar a publicarlos cuando me di cuenta que se habían vuelto literarios. Lo que había hecho antes, entre los 17 y 20 años no tenían esa calidad literaria que yo quería. Eran solamente diarios íntimos, con otros valores meramente documentales. Creo que quedarán como algo póstumo. (Risas) Mis diarios son una especie de novela donde me preocupo de cómo lo escribo, haciendo frases que sean realmente estéticas, pero sin pensar en el lector. Es algo que también me ocurre con mis libros y mis novelas: no pienso en el lector. Yo traslado lo que recibo. Simplemente hago esto.

Gracias a la lectura de estos dietarios podemos entrar en su taller de escritor.

Me he sentido un privilegiado al poder leer los dietarios de otros escritores, así como también correspondencias o biografías porque me interesa mucho conocer las vidas de los artistas. No escribí mis dietarios con la intención de abrir mi taller a los demás, pero si este libro es leído así me alegro. Debo decir que en el dietario se supone que el autor es sincero y por eso me fascina su autenticidad, ya que se supone que lo ves a él sin máscara estética. Por tanto, tienes un vínculo con el escritor al que admiras y eso es algo que puede darte una gran satisfacción. Siempre he sido autor de dietarios porque me gusta investigar de manera permanente. Tengo una especie de neurosis que se manifiesta a través del autopalparse uno mismo, como si fuera mi propio paciente. Debo dar siempre un diagnóstico. Casi se podría decir que cada entrada del dietario es un diagnóstico de ese día. Soy un hipocondríaco de mi propia vida y me pregunto continuamente qué enfermedad sufro.

¿Se puede decir que la escritura es sanadora para usted?

Eso es una verdad muy grande. El valor curativo que tienen es evidente ante las diferentes heridas que uno tiene con el paso de los años. Tal vez no es una imagen muy favorecedora, pero mis páginas del dietario son como tiritas que pones en pequeñas heridas. Es una de las funciones de estas libretas. Me imagino como el protagonista de «El paciente inglés», ya sea la película o la novela, con todas estas vendas cubriéndole el cuerpo.

Hablando de películas, en una entrada del dietario, usted se define como «Die Hard»[estrenada en nuestro país como «La jungla de cristal»], como un héroe de película de acción.

Estoy obligado a serlo porque la literatura me obliga a tomar este papel. Recuerdo que en las cartas de James Joyce decía que no es el Jesucristo de la literatura. Cuando estoy liado o abrumado por lo que debo escribir, siempre me digo que debo tomármelo todo con más tranquilo. No soy un Jesucristo de la literatura. Soy un verdadero «Die Hard».

También leemos en este libro sobre esos periodos en los que sufre y no escribe.

Soy un autor que depende al cien por cien de la inspiración. Es la parte más buena de mi, pero la que vivo con más dolor. Cuando escribo siempre lo hago con la máxima intensidad que puedo, pero cuando no me inspiro no puedo ni con una letra. Eso es algo que puede durarme unos meses y años, por lo que no me queda otra que esperar. Ya me inspiraré, me digo. Estos periodos me cuesta mucho poder soportarlos y sufro mucho.

En esos periodos de bloqueo, ¿los dietarios son su refugio?

En El dietario es lo que escribo cuando no puedo escribir. Es una compensación. Es como si fuera una escritura negativa, es una especie de antiescritura. Es como si estuviera en la fase oculta de la luna. Cuando escribo novelas, escribo menos en el dietario. Hay una especie de dialéctica entre mis libros de verdad y los dietarios porque son como vasos comunicantes.

También afirma, cuando muere Salinger, que le gusta seguir jugando el juego de escribir.

La escritura es un juego crudo y en ocasiones masoquista. Los dietarios son un lugar paradisíaco, pero también son un infierno.